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El Puente Nuevo en la película 'Wonderwoman', en un escenario que, con un poco de cuido, podía ser también el suyo.
DE PUENTES Y MENOSPRECIOS QUE DE AÑOS VIENEN

DE PUENTES Y MENOSPRECIOS QUE DE AÑOS VIENEN

Sin más honores ni títulos que su berroqueña estampa, toda la paz del mundo se derrumbaba sobre calzada y aceras del Puente Nuevo, prolongándose hasta su vasta entrada

A. GARRIDOESCRITOR

Lunes, 20 de noviembre 2017, 01:14

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Con un tiempo infame para lo que se espera de él y cuanto demandan unas tierras harto sedientas, su traidora bonanza, en cambio, ampara y hace las delicias del inquieto correteo de una concurrencia de visitantes, que nunca faltan, gozosos de que sean rayos de sol y no de furiosa tempestad los que los acaricie y hasta, en ocasiones, los abrume.

Que sea este luminoso escenario el menos deseado, del que, a favor de un equilibro que se nos va de las manos, a todos nos gustaría, no es óbice para que cumplamos con ese cotidiano solaz que es andar sin abusar, lo que equivale a no abandonar el corazón de nuestra ciudad, que es en esta etapa de nuestra vida lo que nos piden los años.

Dentro de todo, es, diríamos, airoso ejercicio ese de caminar, mirar y contar, aunque mediocres sean las dotes del narrador, al que hay visiones esta mañana que sin buscarlas le asaltan con denodada fuerza. Concretamente, la del Puente, al que se le quedó eso de Nuevo para los restos, aunque sería de justicia, algo que en modo alguno hacemos, que para darle todo el lustre que pide tamaña obra y su apodo lo mantuviéramos 'nuevo'.

Lo cierto es, que, sin más honores ni títulos que su berroqueña estampa, fuera de menosprecios autóctonos, incluidos los de mayores organismos, que de largo vienen, esta mañana, como venturosas notas de una invisible sinfonía, toda la paz del mundo se derrumbaba sobre calzada y aceras del Puente, prolongándose hasta su vasta entrada, la que constituye la plaza de la Constitución. Salvo por las vestimentas, la gente que por allí felices vagabundeaban, libre del agobio, los humos, los ruidos y las prisas de los vehículos de otros días, se dirían hollaban añosas postales de otros siglos, cuando al humano tránsito nada lo embarazaba.

No sé si falta valor, sensatez o armonía a los que están a cargo de nuestro Ayuntamiento, los de aquí y los de allá, para tomar medidas que no se restañan, ni mucho menos, con tapar fugas de aguas, que desde luego necesarias eran. No somos conscientes de que nuestro Puente es una de las maravillas universales, tanto como lo fueron las antiguas. Y aquí ocurre una triste paradoja, una sinrazón que debería, por una vez, llamarnos la atención: la de que, creciente, si no lo fuera ya, es la celebridad de ese fantástico monumento nuestro, a la vez que decrece y nos importa un comino su conservación a los poseedores de tal obra de arte.

Aunque confirmaciones de lo que decimos las hay para dar y tomar, valga una de las más recientes: la de su imagen, entre míticos dioses y diosas, en 'Wonderwoman', el film del momento, en un entorno soñado, como se merece y ansiamos, pero que, mucho nos tememos, mientras nuestros políticos tengan otras prosaicas prioridades, nunca contemplaremos; y lástima y vergüenza produce.

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