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Habilidad e intuición se alían con la luz del casco para abrirse camino por las cavidades.
Viaje a las cuevas desconocidas de El Torcal

Viaje a las cuevas desconocidas de El Torcal

Este paraje natural de Antequera encierra singulares profundidades con fascinantes historias, que pueden descubrirse durante las excursiones que organiza su centro de visitantes

Susana Zamora

Domingo, 12 de febrero 2017, 00:04

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Hace falta algo más que curiosidad para lanzarse a esta aventura, para adentrarse en el corazón de El Torcal. De este paraje natural único, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad, se conocen sus singulares formaciones de roca caliza que los años y la erosión han moldeado a su antojo dando como resultado un paisaje casi lunar.

Sin embargo, son pocos los que han buceado en las entrañas de este espacio protegido, situado en los términos municipales de Antequera y Villanueva de la Concepción. No hace falta ser un experimentado montañero ni un intrépido explorador para descubrirlas; sólo tener una forma física aceptable y no tener miedo a los espacios cerrados. A partir de ahí, solo hay que dejarse llevar por las sensaciones, por lo inesperado y por la experiencia de los dos o tres monitores que guiarán al grupo (10-15 personas) al interior de las cavidades.

Toca poner la resistencia a prueba en un terreno pedregoso y tirar de destreza y determinación para penetrar en las cavernas formadas por la erosión del agua. Aquí comienza la aventura. Habilidad e intuición se alían con la luz del casco para abrirse camino por unas cavidades de acceso complicado, oscuridad silenciosa y suelo muy resbaladizo por la humedad que registran.

Una vez en su interior, solo queda sumergirse en la historia y en las muchas leyendas que permanecen tan vivas como su rica fauna y flora. No siempre fue un lugar turístico. Durante la Guerra Civil, un refugiado permaneció en la Cueva del Tinterillo varios meses, apunta Lidia Palma, técnica en Turismo. Y a la pregunta de muchos visitantes de cómo sobrevivió, Palma adelanta, sin descubrir toda la historia, que en la época era habitual el trueque. Este modo de vida permitió al refugiado obtener comida de los pastores a cambio de las piezas en cuero que sabía trabajar por su oficio de zapatero.

Junto a ésta y dependiendo del ritmo del grupo, dará tiempo a visitar una o dos cuevas más. La cueva de la Picardía, con formaciones sorprendentes y, en ocasiones, también la Cueva del Toro, una caverna de gran importancia histórica por los yacimientos prehistóricos que encierra. Largamente habitada por sucesivas comunidades del Neolítico a lo largo de más de 3.500 años, es la única de todas la conocidas en la Sierra del Torcal que permite una documentación completa de la evolución de los poblados de la zona en la Prehistoria reciente. Precisamente, por su alto valor, no siempre se puede visitar debido a su estudio tras la declaración de los Dólmenes como Patrimonio de la Humanidad.

Así pues, el reto se antoja fascinante y hasta la fecha nadie se ha dado la vuelta acobardado por la experiencia. Nuestros visitantes siempre han sido muy valientes, bromea Palma.

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