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Vanessa Melgar
Sábado, 25 de abril 2015, 00:29
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El mar de la historia de Ronda está plagado de islotes con personajes ilustres en los que atracar la atención: desde el poeta Abul Beka, Vicente Espinel, que destacó en el Siglo de Oro y añadió la quinta cuerda a la guitarra, a modo de curiosidad; y Pedro Romero, considerado inventor de los cánones modernos del toreo a pie; hasta el político Antonio de los Ríos Rosas, el ilustre Francisco Giner de los Ríos, el pintor Joaquín Peinado, que se codeó con Picasso, y el profesor José Manuel Rodríguez Delgado, por citar algunos ejemplos entre los muchos existentes.
Pero muchos años antes que éstos últimos, hubo un rondeño que intentó volar y consiguió mantenerse en el aire durante un corto período de tiempo. Fue Abad Ibn Firnás, un sabio musulmán, que murió en Córdoba en el año 887 d. C., (la fecha de nacimiento no está tan clara y se situaría en torno al 822). A lo largo de la historia, muchos han intentado surcar el cielo. Él probó una máquina voladora individual 600 años antes que el polifacético genio italiano Leonardo Da Vinci, siendo precursor de éste y, por tanto, de los hermanos Wright. Se cree que Abad Ibn Firnás, en Córdoba, decidió tirarse desde la torre de la mezquita de Córdoba, ya bien entrado en años, con una especie de capa. La locura le reportó, lógicamente, algunas lesiones, pero se considera que inventó el primer paracaídas.
Aterrizaje complicado
Parece que al rondeño le picó el gusanillo y aquella aventura y el afán por conquistar el cielo (dicen que construyó un planetario en una sala de su propia casa, incluso con efectos que simulaban rayos y truenos), le llevaron a fabricar su propio artilugio: unas alas de madera, recubiertas de tela e incluso adornadas con plumas. Se lanzó desde otra torre y planeó durante minutos y tuvo otro aterrizaje complicado.
Aquel atrevimiento de Abad Ibn Firnás, que también descubrió el proceso de fabricación del vidrio que se puso en práctica en los hornos de Córdoba, introdujo la técnica para tallar el cristal y construyó un reloj anafórico, entre otros logros, se coló en la historia de la navegación aérea con sus primeros intentos científicos. Hoy en día, entre otras referencias, es digno de nombrar un puente en Córdoba, un aeropuerto en Bagdad y un cráter en la Luna. El musulmán seguro que no vaticinó esto ni que años y años más tarde sería posible ir de un rincón a otro del mundo en grandes pájaros de metal y otros componentes.
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