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La vida cotidiana en Serrato se ha visto alterada esta semana por la celebración de su independencia.
La alegría de un pueblo nuevo

La alegría de un pueblo nuevo

Casas blancas de puertas abiertas, gente sencilla y vida tranquila. Así es el municipio 103 de Málaga, que celebra su independencia con la ilusión de atraer a nuevos habitantes

PABLO ARANDA

Lunes, 8 de diciembre 2014, 00:17

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Pedro Ponce se detiene junto a la cabina de teléfono, de cristal, cerrada, de otra época, como la que recuerda Pedro en la terraza de la plaza Andalucía mirando hacia abajo, casas blancas y campo, mucho campo, sin apenas casas, campo labrado, olivos, y recuerda Pedro otra época, una época larguísima, una vida, que comenzó en 1969, cuando ató una cuerda para sujetar la maleta de cartón y emprendió el viaje a Alemania. Allí vivió treinta y siete años pero sabía que volvería, «yo soy de aquí y hay que volver al sitio de uno. ¿Que si Alemania está bien? Bueno, había trabajo, ya está, pero esto no lo tiene, esta luz, y esta tranquilidad». Las calles están vacías y muchas de las casas mantienen abiertas las puertas, no hay nada que temer.

Poco más de quinientos vecinos, cada uno con un árbol genealógico constituido en el ADN que el resto de vecinos compone cuando le preguntan por alguno de ellos. Vivíamos ajenos a un pueblo que no era pueblo pero sí que era, pues qué es si no un núcleo urbano rodeado de campo y de kilómetros hasta llegar a otro pueblo. Ahora, jubilado, sin nada que hacer en Alemania, «y el idioma es otra cosa más, claro, que aquí te tropiezas con alguien y lo entiendes», soñando siempre con Serrato, Pedro pasea por la plaza, invita al forastero a una cerveza en el Bar Rafa, habla sobre un fondo de manotazos en la mesa, hombres jugando al dominó, los pocos que hay. «Están todos en el campo», cuenta Salvi (Salvadora) al otro lado de la barra, «están en la aceituna, hay que aprovechar: no hay trabajo». Salvi, como el resto de serrateños, está emocionada con la independencia. «Cómo no vamos a estarlo. Dependíamos de Ronda, pero Ronda está lejos». Cuenta que el plato típico es la olla («y la torta de azúcar», recuerda otra vecina), pero en el bar no la sirve, «aquí todos comen en sus casas, los fines de semana sí preparamos tapas, cuando vienen los jóvenes que estudian en Málaga, y salen por la noche y como no hay discoteca pues vienen aquí en la ruta por los cuatro bares del pueblo». Ella ayuda a Isabel, su suegra, la viuda de Rafael que da nombre al bar y sujeta a su nieto en brazos. Un hombre cruza la plaza con ropa de camuflaje y una escopeta enfundada al hombro, alguien le grita que cómo ha ido la cosa y él emite un gruñido, ya ves, murmulla, sin volverse a mirar.

Rosa nació en Madrid pero lleva años viviendo aquí, «es que me casé con un hombre de Serrato y ya soy medio serrateña, serrateña entera, y claro que estoy contenta con la independencia, loca de contenta», ríe. Julia se alegra mucho y considera de sentido común haber logrado la independencia: «Que conste que yo no tengo nada en contra de Ronda, pero no me sentía de Ronda, es que esto no es Ronda, esto es Serrato, a treinta kilómetros del ayuntamiento de Ronda que es donde debíamos resolver asuntos administrativos». El autobús ahora entra en el pueblo, una vez al día, pero si se pretende ir a Ronda y volver en el día, en autobús, era complicado porque había que tomar el de vuelta cuando hacía poco que habían abierto las tiendas: era difícil aprovechar el viaje para hacer más cosas. Miguel Ángel, el farmacéutico, asiente mientras Julia habla, está de acuerdo con ella, insiste en los treinta kilómetros de carretera que separan ambos municipios (Serrato es un municipio, un pueblo, el pueblo 103 de la provincia). «¿El futuro?», se pregunta Miguel Ángel, «se verá a partir de ahora. Las ayudas no pasarán por Ronda, llegarán íntegras al pueblo. No tiene sentido pagar el IBI al ayuntamiento de Ronda, que sea el ayuntamiento de Ronda el que por ejemplo gestione la reforestación, trayendo trabajadores de fuera con todo el paro que hay: ahora, al convertirse Serrato en parte contratante, se contratará a desempleados serrateños». «Necesitamos gente joven», interviene Julia, «aquí hay calidad de vida, mucha, y parece que estamos muy lejos pero se tarda en llegar a Málaga lo mismo que en ir de la Alameda Principal a la Carretera de Cádiz, eso no es nada. Serrato puede ofrecer mucho a los jóvenes, y la gestión aquí es buena». Un grupo de niños y niñas la interrumpen con su griterío y sus carreras. «Y esto es otra», añade Julia: «aquí en el colegio hay muy pocos niños, ¿habrá algo mejor para ellos que clases con seis o siete niños?».

Las calles están limpias y el mérito, asegura Pedro Ponce, es de Ramírez. «Es nuestro barrendero, es chiquitillo pero buenísimo: el mejor barrendero del mundo. Su padre también fue barrendero». No logramos ver a este portento con la escoba, pero sí es fácil comprobar que las calles están limpias, como el aire, como el campo alrededor del pueblo. «Todas las fanegas de tierra que ves son de gente de Serrato. Aquí, además de los olivos, se cultiva trigo y cebada», interviene un hombre mayor. «Y la matalahúva, que este año ha salido buenísima», concluye.

Próximo alcalde

Desde 1999 Serrato, como Montecorto, se convirtió en ELA (Entidad Local Autónoma), presidida por el socialista Francisco López, a quien todos dan por próximo alcalde. «Aquí no entra ni que seas del PP o del PSOE, aquí de lo que se trata es que estamos muy contentos con Paco López y todo el mundo lo va a votar, sea de la ideología que sea», cuenta un vecino.

Carmen Hormigo conversa con Catalina Zafra en su tienda, sentadas en una mesa camilla mientras llega otro cliente. «Aquí vendo de todo, sobre todo regalos, comida y ropa», cuenta, y coincide con la opinión que todos parecen compartir, «se verá en las elecciones, claro, pero apuesto a que Paco será el alcalde. Es una persona excelente. Aquí no hay trampas ni corrupción. Mira, a veces se lleva un paquete de vasos que cuesta 75 céntimos y me pide una factura. Esto es un pueblo, pero desde que tenemos la ELA ya hay de todo. Antes no había aquí ni alcantarillas, y mira ahora».

El agua es otro de los valores de Serrato, los acuíferos en las cercanías del pueblo, el manantial de Cañamero, el caudal del río Guadalteba se nutre de este manantial. El campo ahora está verde. Sin apenas casas diseminadas, el paisaje es espectacular. El reto ahora es darse a conocer, gestionar el dinero como se ha estado haciendo pero a otra escala, cuidar a los vecinos y procurar lo que defiende Julia, que los jóvenes encuentren un aliciente venirse aquí, a la sierra cercana, a la calidad de vida que un pueblo pequeño y nuevo puede ofrecer. Desde Málaga, subiendo a Ronda por Ardales y Teba, un desvío a la izquierda indica el camino. Entre lomas verdes y un fondo rocoso, se extiende, blanco, Serrato. Siguiendo un poco el camino, hacia El Burgo, se obtienen las mejores vistas, un pueblo bonito y limpio, nuevo aunque no sea cierto: ya estaba aquí, aunque ahora la alegría es palpable. El último pueblo nuevo.

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