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Miguel Poveda, anoche durante su actuación en Guaro
El caballero del cante

El caballero del cante

Miguel Poveda inaugura los conciertos del Festival de la Luna Mora de Guaro con un 'sold out'

ISABEL BELLIDO

Sábado, 6 de septiembre 2014, 09:37

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Ni su familia es gitana (ni siquiera una parte, ni tan siquiera se le conoce algún antepasado más moreno de lo normal), ni se crió en un barrio andaluz, ni en su patio había saraos frecuentados por grandes cantaores, ni su padre le llevaba a los tablaos. Fue él quien, a los quince años, decidió subirse al escenario de la Peña Flamenca de Nuestra Señora de la Esperanza en Badalona, ciudad donde creció el barcelonés Miguel Poveda. Aunque los títulos magnánimos y excelentísimos siempre infunden respeto, es difícil no reiterar aquello que dicen muchos sabedores del flamenco tras el concierto de anoche: Miguel Poveda es el número uno en lo suyo. Y eso, que muchos puristas (tan comunes en el honorable mundo del cante jondo) no le tendieron la mano al principio.

Y es que a Poveda no le tiembla el pulso a la hora de experimentar dentro de su terreno. Aunque muchos lo identificaron desde el principio con la copla, él tiene claro que es sólo un subgénero más dentro del suyo, aunque muy respetable. Y desde ahí, lo que salga, aunque siempre pisando sobre campo conocido, pues su sentido de la profesionalidad es bien férreo. Así, ha colaborado con artistas tan alejados del flamenco como Joan Manuel Serrat, Santiago Auserón o Víctor Manuel, al que acompañará en concierto los días 12 y 13 de septiembre. En este sentido, emula a los grandes. Camarón de la Isla y Enrique Morente ya tocaron otros estilos, renovando así el cante. El primero, acercándose al jazz y al rock en La leyenda del tiempo, y el segundo con su Omega, bien acompañado por el grupo de rock granaíno Lagartija Nick y otros grandes nombres del flamenco como Tomatito o Vicente Amigo. Muestra de ello también fueron sus colaboraciones con Los Planetas, Sr. Chinarro o Amaral y de su disco El pequeño reloj, toda una revolución conceptual en el mundo del flamenco.

Y, como ellos, Poveda no paró anoche de evocar a geniales poetas. De hecho, comenzó su concierto en Guaro con Para la libertad, de Miguel Hernández. Con traje de chaqueta y acompañado por un piano (excelente en todo momento Joan Albert Amargós) y una percusión, la primera parte de su espectáculo fue mucho más lenta, poética y melódica. Fue, además, un adelanto de lo que será su próximo trabajo. Esto es en lo que ando metido últimamente, dijo el cantaor. Aunque no faltó, asimismo, el flamenco y la copla, tal y como él mismo advirtió a continuación. Hasta Lope de Vega apareció con ese esto es amor, quien lo probó lo sabe de Desmayarse. También un soneto de Alberti que Poveda quiso dedicar a muchos gobernantes del mundo que se empeñan en inventar guerras y en destruir tantas vidas inocentes. Así, interpretó Entre el clavel y la espada.

A esta parte lírica le siguió la del verdadero cante flamenco, para la que Poveda decidió sentarse junto al guitarrista. Es, también, la que más conecta con el público. Ya sonaban las palmas y el cajón, se iba acelerando el ritmo. El 'tirititraun', efectivamente, anunciaba unas alegrías: las de Cádiz. Ya eran muchos los que se levantaban a aplaudir y bastantes los que piropeaban al cantaor. ¡Miguel, eres un monstruo pero las cortinas me están jodiendo la noche!, se oyó en un momento de imperante silencio interrumpido. Omitiendo la palabrota, el cantaor le contestó: Te prometo que ahora me pongo por aquí y, si tengo que subir ahí, subo.

Canciones como Pastueño o Moraíto como un lirio, de Camarón, o sus populares Tangos de Triana dieron paso a una fase mucho más solemne del concierto, donde los quejíos fueron protagonistas. Culminó esto con una canción popular extremeña que Poveda cantó a capela, dejándose la voz. Empezaba así: Las ventanas a la calle son peligrosas para los padres que tienen hijas hermosas.

Animó al público con bulerías como El río de mi Sevilla o ¡Qué borrachera!, con la que el cantaor incluso se atrevió a bailar. Llegó así el turno de la copla, con un rápido y breve popurrí que entrañaba algunas imprescindibles como Ojos verdes, María de la O o La bien pagá. Tenemos aquí una música que en ningún modo es un género menor, dijo el cantaor recordando a León, Quiroga, Concha Piquer, La Paquera, Caracol o Marifé de Triana. Así, llegó Y sin embargo, te quiero, popularizada por la Piquer o A ciegas, una zambra de Quintero que ya interpretó el cantaor para la película Los abrazos rotos, de Almodóvar.

Dúo con Argentina

El final no pudo ser más redondo. Ante los gritos de "otra, otra, otra", Poveda quiso regalar como propina una copla de Rafael Farina, una osada aunque afortunada versión de La leyenda del tiempo y un improvisado dúo con la cantaora onubense Argentina, que estaba entre el público. Cantaron juntos Mis tres puñales, escrita por Rafael de León y Juan Solano y popularizada por Marifé de Triana. Tras esto, cuando todos los palmeros y músicos se pusieron en pie y se acercaron al cantaor, nadie lo dudaba: había llegado el final, tras dos horas y media de concierto. Con ritmo, mientras terminaba la canción y por la izquierda. Se fueron como deben de irse, como se han ido siempre. Todo un golpe de autoridad flamenca.

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