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El pequeño gran negocio

El pequeño gran negocio

El lujo descubre un maná con las colecciones para niños. Las marcas más exclusivas inundan el mercado con diseños idénticos a los de las líneas adultas y precios que van hasta los 3.000 euros

luis gómez

Lunes, 20 de noviembre 2017, 00:58

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La moda se lo monta a lo grande con la ropa chica. Lo que hasta hace poco no era más que un juego de niños ha pasado a ser una cosa de mayores. Y todo apunta a que el espectáculo no ha hecho más que comenzar. Si hubo un momento en que las firmas no dejaban de lanzar al mercado perfumes –uno de los principales sostenes de la industria del lujo–, ahora llega el turno de las colecciones infantiles. Son el nuevo maná de unas empresas que se prestan a explotar un filón que se adivina incalculable. Los padres, generalmente ‘millennials’, visten a sus hijos con prendas de lujo recreando una imagen en miniatura de sí mismos. The Busssiness of Fashion, portal británico de negocios de moda internacional, asegura que el mercado de prendas de lujo para niños en el continente asiático ha experimentado un crecimiento del 10% en los dos últimos años y pronostica que para 2020 se disparará hasta un 40%. Estas cifras hablan de la pujanza de un mercado al que le puede tocar vivir una edad de oro.

Tratan a los niños como a los mayores. Gucci llena sus prendas con la doble G

Como en todas las aventuras, siempre hay a quien le toca abrir la senda. Marc Jacobs, en 2004, y Stella McCartney y Gucci –sacaron sus colecciones para niños y bebés en 2010– dieron el pistoletazo de salida. Descubrieron que no hay nada como sembrar desde bien pronto para fidelizar al cliente del futuro. La jugada les salió tan redonda que toda la competencia se ha lanzado ahora en masa. Nadie quiere perder posiciones en una batalla tan cruenta como competitiva.Vestidos de hasta 3.000 euros, aunque solo sirvan para una temporada. No porque se pasen pronto de moda, que también –en esto las tendencias de los pequeños son igual de efímeras que las de sus progenitores–, sino porque enseguida las prendas se les quedan pequeñas de lo rápido que crecen. Da lo mismo. Los chavales son los nuevos dueños del lujo.

Hasta Demna Gvsalia, el irreverente director creativo de Balenciaga que vende como churros sudaderas de 1.000 euros, se ha subido al carro. Su línea se llama ‘El poder de los sueños’ y da idea del impacto de este nuevo caladero, ahora que el mercado asiático anda de capa caída. También se han puesto las pilas los italianos Dolce&Gabbana, Fendi, Dior y Lanvin. «Los niños de hoy crecerán y serán los consumidores de mañana. Para cualquier marca, el principal objetivo es permanecer relevante entre generaciones», razona Philippe Fortunato, consejero delegado de Givenchy, que vende este otoño, por primera vez, prendas menudas.

De la mano a los desfiles

Que los pequeños iban a caer en las redes de un negocio que mueve cifras mareantes estaba cantado desde la irrupción de los ‘miniyos’. Abanderó esta corriente Katie Holmes, la exmujer de Tom Cruise, que viste muchas veces igual que su hija. La pequeña de los Cruise, que desde los cinco años anda con tacones, le ha cogido gusto a la alta costura. Con boletos para convertirse en la próxima ‘it girl’, a la hija de dos de las estrellas más influyentes de Hollywood se la vio el pasado verano por las aceras de Manhattan con un bolso dorado, muy parecido a un modelo de Chanel, de 4.700 euros. La criatura solo tiene 11 años, pero gasta como si fuese una rica ociosa.

Por dinero no será. Tampoco le falta a Kim Kardashian, que hace un hueco en los ‘front row’ de Givenchy a su pequeña North, del mismo modo que Beyoncé acude agarrada de la mano de la suya, Blue Ivy. El deseo con los desfiles entra. La estilista Mafer Navas, una autoridad en la materia, asume que la exposición de los niños en las redes sociales ha abierto nuevos horizontes para desgracia de unos modistos que, si ya no daban abasto con tantas colecciones como tenían que preparar, tendrán que desdoblarse aún más para dar carrete a una industria insaciable. «Desde que empezaron a llevar a los niños a las pasarelas, se han impulsado las ventas de las marcas de lujo», detalla Navas.

Como cualquier negocio bisoño, las facturaciones andan todavía muy por debajo de las líneas convencionales, pero, según la firma de investigación Euromonitor, durante los últimos cinco años la venta de ropa infantil de lujo avanza a ritmos superiores a la de hombres y mujeres. Dicen que en el sector había un temor a que las colecciones principales se vieran devaluadas por esta fulgurante irrupción. Hasta que repasaron las cuentas. Los expertos reconocen que este mercado se aprovecha del comercio ‘on line’ para, con un solo clic, reducir la brecha entre el lujo y los compradores.

Nada de lazos y volantes

La generación ‘Alpha’ es una nueva oportunidad para la moda. Ni los pequeños (ni sus padres) quieren vestir como niños, sino como adultos. Los nuevos estilos entierran los aires ñoños y cursis, dando pasaporte a los lazos, volantes y charol de antaño, que pasan a mejor vida. Gucci incorpora su icónico símbolo –el monograma de la doble G– en casi todas las prendas, desde impermeables hasta bufandas. Versace estampa en sus modelos la simbólica medusa, del mismo modo que la clásica Carolina Herrera ‘fabrica’ en serie niñas con vestidos de encaje, estampados florales y topos.

A su manera, las marcas de lujo ofrecen una oferta global a sus clientes afianzando su ADN. Después de los perfumes y las gafas, llega el turno de los niños. Se revelan como el pequeño gran negocio en un momento en el que los padres, en cuestiones de moda, se consideran una representación o avanzadilla, según se mire, de sus hijos.

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