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'GIOCONDO'

ARANTZA FURUNDARENA

Jueves, 18 de enero 2018, 00:53

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No me negarán que ahora mismo la sonrisa más enigmática del planeta, aparte de la de la Mona Lisa, es la de Puigdemont. Yo al principio me preguntaba... ¿Pero de qué se alegra este hombre? Ha dejado un país descabezado, dividido y sumido en la confusión, con 3.000 empresas y un president a la fuga... ¿Y todavía le quedan ganas de sonreír? Luego llegaron las segundas elecciones y con el erre que erre independentista empecé a entenderlo todo. He aquí a un tipo que sabe que haga lo que haga siempre va a tener a los muy cafeteros de su parte. Sacándole la cara e incluso partiéndosela por él, mientras él se dedica a pasear por Bruselas con su bufanda amarilla, como una especie de Mister Bean, un friqui de la política con el que todo el mundo quiere hacerse un selfi sin saber muy bien por qué. Luego, cuando se tercia, se aparece oportunamente a los suyos en dos dimensiones, que son las que corresponden a los personajes de ficción, imparte un poco de doctrina y asunto arreglado. Esta semana, el 'monaliso' Puigdemont ha ido un paso más allá y ha convertido su aparición en advenimiento. El martes los de su partido colocaron la pantalla de plasma sobre sus cabezas elevando (nunca mejor dicho) a su líder a la categoría de Espíritu Santo de la nueva república catalana. Uno y trino, porque el expresident iba flanqueado por un exconseller a la derecha y otro a la izquierda. ¡Y encima políglota! No cabe duda de que a Puigdemont el papel de Espíritu Santo (tan ubicuo, intangible e inexplicable) le va como anillo al dedo. Entiendo que Boadella tire la toalla como bufón, porque aquéllos a los que creía parodiar le han superado con creces. Tampoco me sorprende que haya decidido meterse en política, que es donde ahora mismo anida la farsa y el auténtico esperpento.

«Dientes, dientes» recomendaba Isabel Pantoja a Julián Muñoz cuando quería dar en los morros a los paparazzi. A Puigdemont no le hace falta enseñar los dientes para resultar atacante. Le basta con elevar las comisuras, con esbozar una sonrisa lineal, perdonavidas, resignada, insulsa, así como cargada de razón... Una sonrisa de mártir, de enigmático 'Giocondo'. La misteriosa sonrisa de alguien que o bien tiene mucho que callar... O nada que decir.

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