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Elogio del hedonismo

Elogio del hedonismo

La villa de Simon Kingsnorth en una de las urbanizaciones más exclusivas de Marbella es un rincón para rendirse al ‘dolce far niente’. Un sol refulgente, espacios diáfanos y confortables, y una naturaleza sublime son los elementos que conforman la fórmula de la felicidad de este británico

Lorena Codes

Martes, 3 de marzo 2015, 01:19

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Hay un lugar en Marbella en el que las manecillas del reloj se congelan y las tareas desaparecen de la agenda. Donde el teléfono móvil sólo sirve para programar una playlist en la que seguramente se escuchará algún tipo de música chill out. Un espacio rendido al brillo del sol, al silencio que sólo rompen los pájaros revoltosos y a un tiempo que se diluye entre la hamaca, el sofá y la tumbona. La villa de Simon Kingsnorth hace suya la máxima italiana del dolce far niente en un espacio diseñado expresamente para eso, para disfrutar.

Todos y cada uno de los elementos que componen esta residencia responden al deseo de exprimir la vida como si fuera el último día en la tierra. No hay demasiados elementos accesorios que distraigan al huésped de los placeres básicos, universales, eternos. Una buena mesa, dormir la siesta a la sombra de una cúpula de jazmín, quedarse flotando a la deriva en la piscina con forma de laguna mientras se oye cómo cae el agua de la cascada, sentarse a leer delante de la chimenea al anochecer, saltar sin parar mientras escuchas a todo volumen tu canción favorita que suena por toda la casa gracias a una instalación de sonido a la última. Son sólo algunas de las propuestas para gozar que figuran en la lista de esta villa situada en una de las urbanizaciones más exclusivas de Marbella, en plena Milla de Oro.

En ella recaló este británico en 2004, cuando vino a pasar unos días de vacaciones al hotel Marbella Club para celebrar que varios amigos habían comprado o estaban en proceso de compra de una propiedad en la Costa del Sol. Confiesa que se enamoró del lugar y que al ver que tenía vuelos directos desde su ciudad natal, Southampton, supo que era una opción perfecta. Así las cosas, tras un largo almuerzo con sus amigos, se acercó a una inmobiliria que le mostró la casa. Estaba muy deteriorada y requería una gran reforma, pero el lugar era «como un paraíso, a tan sólo unos metros de la playa, rodeado de vegetación y muy silencioso», recuerda. En menos de una hora estaba depositando una reserva para comprarla.

Aire andaluz

La estructura de la residencia tenía cierto aire andaluz en los elementos estructurales que Simon ha conservado en gran parte. El frondoso jardín también poseía auténticos tesoros botánicos que el propietario decidió integrar en el nuevo diseño de la piscina. Sustituyó un modelo rectangular, simple y pequeño, por una piscina en forma de laguna con cascada e islas plantadas de yukkas. A la derecha situó una especie de bar en forma de cabaña, de estilo tikki, ideal para las fiestas de verano. Este fue uno de sus mayores empeños y un gran logro que le costó demasiados dolores de cabeza. «Tenía en mente la idea de la piscina en la que yo disfrutaba de niño jugando con mis amigos y quise trasladar esa sensación de felicidad y alegría con un diseño exactamente igual», explica, y añade, «cuando mis amigos vinieron a visitarme fue muy gracioso».

Un jardín de árboles tropicales, cuidado y estudiado al milímetro, es el centro hacia el que se dirige prácticamente toda la vida de la casa. A la izquierda de la piscina, un viejo palomar revestido de buganvillas hace las veces de cuarto para las herramientas y se presenta como uno de los rincones con más encanto de la villa. La casa está dividida en dos pisos y desde la fachada trasera se accede por una escalinata al primero de ellos. En este nivel se dedica una zona amplísima al porche y la terraza, donde se ha creado ambiente con varios tipos de iluminación y la perfecta distribución de flores y plantas que perfuman el ambiente sin llegar a cansar. Una barbacoa, un comedor exterior y una zona de estar con sofás y tumbonas convierten este espacio en uno de los favoritos de cualquier huésped.

Interior de la casa

Desde este ambiente se accede al interior de la casa a través de unas grandes cristaleras que unen visualmente ambas zonas. El espacio central de la casa está dedicado al salón comedor con cocina y chimenea. Tres estancias en una perfectamente distribuidas que prescinden de muros y tabiques. Su separación es funcional y estética, puesto que Simon se ha cuidado de escoger una decoración muy neutra, basada en tonos puros, blancos y cremas, y una paleta un poco más cálida que se apoya en los ocres y beige. Los pequeños toques de plata y negro se reservan para la tecnología, otra de las grandes protagonistas de la casa, que está equipada con lo último en electrodomésticos, equipos de electrónica, audiovisuales y de sonido. La integración de estos elementos es plena dentro de un ambiente sofisticado y contemporáneo.

Desde el salón con chimenea se accede a la zona de trabajo, un lugar inspirador con vistas al jardín y los elementos de decoración justos y precisos. Es la misma tónica que ha seguido a la hora de vestir los cinco dormitorios con baño de la casa: piezas que inviten al confort y que sean funcionales y muy neutras. La frase «crea un espacio para que otros puedan disfrutar» inspiró todo el diseño del interiorismo, según explica Simon.

En 2013 su hijo cumplió 18 años y pudo mudarse definitivamente, aunque no deja de viajar a Inglaterra. Asegura que desde entonces su obsesión es la casa y sus huéspedes: «Si no estoy haciendo algo para cuidarla, estoy proyectando la siguiente mejora». Le encanta la idea de ser un buen anfitrión y hacer que quienes visitan Marbella disfruten de todos sus placeres, que dice «son muchos y únicos».

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