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Martina Alberola, en un rincón de su casa.
Villa Tiphareth, un oasis para los sentidos

Villa Tiphareth, un oasis para los sentidos

Martina Alberola, una española nacida en Casablanca, ha fusionado en su casa de estilo árabe mediterráneo su pasión por los viajes con una vida serena y llena de armonía

Lorena Codes

Lunes, 19 de enero 2015, 15:13

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Tiphareth es uno de los diez sefirot o esferas que componen el árbol cabalístico de la vida en el judaísmo. Se trata de la esfera central del árbol, que conecta con casi todas las demás. Thipareth significa belleza, armonía, equilibrio. Cuando Martina Alberola compró su vivienda decidió conservar el nombre, Villa Tiphareth, porque pensó que su significado tenía bastante sentido, a tenor de la sensación de calma y paz que le transmitió la vivienda. Española por parte de padre y francesa por su madre, Martina nació en Casablanca y desde muy niña viajó por todo el mundo. A los quince años comenzó a veranear en Marbella con su familia y, como muchos extranjeros, se enamoró de este rincón del Sur de Europa. «Marbella y la Costa del Sol enganchan», asegura Martina. Al terminar el bachillerato superior en París decidió instalarse aquí y cursó sus estudios en la Escuela de Turismo de Málaga, «siempre movida por un afán de conocer mundo y descubrir otras culturas», explica.

Alberola ha trabajado en hoteles como Don Carlos, Romana Playa o Los Monteros, entre otros, y también en el sector inmobiliario, en varias promotoras. Fue así cómo descubrió su vocación y la manera en la que quería pasar por el mundo: siendo la anfitriona de otras culturas, punto de encuentro de nacionalidades diversas y aprender de todas ellas. «La Costa del Sol en general es uno de los lugares donde se vive mejor de toda Europa, la calidad de vida es inigualable y Marbella concretamente es mágica, nos brinda la quintaesencia de la mezcla multicultural en todos los niveles, además de su clima, luminosidad y un largo etcétera», apostilla. Así, en 2007 se decidió a hacer de su pasión su forma de ganarse la vida y convertir Villa Tiphareth en un punto de encuentro para viajeros incansables como ella.

La vivienda consta de casi 500 metros cuadrados, más otros mil de un hermoso jardín que alberga árboles tropicales, frutales y una gran variedad de flores que perfuman cada esquina de la villa de una forma natural y fresca. Es la primera percepción que invade al visitante al traspasar la puerta de entrada, después de haberse bañado en el terracota marroquí de la fachada. La sensación de haber aterrizado en otro país, que es a la vez muchos países. Y todos ellos conviven con la calma y el silencio. La posición privilegiada de la villa, escoltada por la Concha y situada en un altozano que permite ver el mar, es una de sus grandes bondades.Lo único que rompe el silencio son los pájaros que revolotean alrededor del limonero centenario de su patio.

La parte principal de la casa acoge dos dormitorios en suite, la cocina, el salón comedor, la sala de estar y el despacho, con un delicioso rincón de lectura. Todos ellos siguen una pauta decorativa común: tonos neutros de base, blanco sobre todo, muebles con carácter y piezas de anticuario y un sinfín de objetos traídos de mil viajes que proporcionan a cada escena una impronta mágica, casi mística. Alfombras árabes, cojines de ikat, ídolos africanos en forma de estatuas o máscaras son sólo algunos de los elementos que convierten a esta vivienda en una particular vuelta al mundo.

Cada habitación cuenta una historia

Contribuye a ello la distribución del resto de las habitaciones. A ellas se accede a través del jardín y todas cuentan una historia, proponen un viaje emocional a través de su estética. Así, Argan es cálida, sus colores tierra y rojizos trasladan a un oasis en el desierto; Jaipur es exótica y viste en tonos morados y rosáceos; Ashanti se traslada al África negra con muebles wengué y animal print; Casablanca es una de las joyas de la corona, sus tonos azules recuerdan también a Chauen, a los atardeceres infinitos en esta ciudad. Martina también hace un hueco a dos de sus municipios andaluces favoritos con las habitaciones dedicadas a Tarifa y a Ronda. La primera, surfera y ad lib. La segunda, romántica y tradicional, austera pero con mucho encanto.Tras este periplo de pasiones, los sentidos están invitados a descansar y rendirse a los placeres naturales de Marbella con algunas de las estancias divinas de la casa.La terraza, por ejemplo, ofrece uno de los atardeceres más especiales de la provincia de Málaga. Con vistas al mar y el regalo de la brisa que mece pero no molesta. Abajo, en el jardín, además de la piscina Martina ha dispuesto rincones para la meditación y el reposo. Una hamaca bajo los árboles, una zona de estar donde compartir un buen té, un rincón de lectura aromatizada bajo el limonero o una cama balinesa para rendirse a los beneficios de la siesta.

En esta casa no hay conjuntos pretenciosos ni escenarios de plástico. Todo tiene un porqué y rebosa autenticidad. La impresión de estar en casa no te abandona en ningún momento. Quizá la sonrisa cercana y apacible de su dueña contribuyan a ello, su forma de escuchar y de estar pendiente de todos los detalles, de empeñarse en ser la mejor de las anfitrionas.

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