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La casa de Celia Pérez, en Cerrado de Calderón, es un oasis de frescura entre tanto ambiente prefabricado ‘low cost. ’
La nueva vida de un hogar ‘boho chic’

La nueva vida de un hogar ‘boho chic’

La casa de la interiorista Celia Pérez es un escaparate de creatividad, buen gusto y culto al arte de recuperar piezas

Lorena Codes

Lunes, 24 de noviembre 2014, 19:25

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La casa de Celia Pérez en Cerrado de Calderón es un oasis de frescura entre tanto ambiente prefabricado low cost. Cada una de sus habitaciones es la prueba material de que se puede tener un hogar con estilo sin un presupuesto abultado y sin necesidad de acudir a la copia manida del catálogo de la franquicia de turno. Mientras termina sus estudios de Interiorismo en la Escuela de Arte de San Telmo, esta malagueña da sus primeros pasos como profesional de la decoración de espacios, con diferentes proyectos que compagina con una pasión que le viene de pequeña, la de renovar muebles y objetos antiguos. Desde lecapitone.com Celia proyecta belleza y devuelve a la vida artículos que tenían los días contados. Se trata de una ventana a su hogar, que es a la vez escaparate y punto de venta de sus creaciones. De esta forma, su casa está en constante renovación gracias a la salida continua de piezas y a la entrada de otras nuevas que siempre tiene en el taller. Celia pinta, tapiza, restaura, completa y reinventa, haciendo gala de una creatividad sin límites y un equilibrado sentido estético. Asegura que lo aprendió de pequeña, gracias a las manualidades que compartía con sus tías y también a los paseos con su padre por rastros y mercadillos de toda la provincia. «Para mí ir con mi padre en busca de alguna joya era como entrar en la cueva de Alí Babá, con la expectativa de dar con un nuevo tesoro que llevarnos a casa», recuerda.

Quizá sea por esto que asegura tener pocos prejuicios con respecto a cualquier pieza o estilo, «excepto el provenzal», recalca. «Cualquier mueble o artículo puede volver a ser atractivo o actual con un lavado de cara y un contexto adecuado», insiste. Y encontrar ese nuevo aspecto es un reto al que le encanta enfrentarse. Confiesa que comenzó a estudiar Diseño Industrial «por aquello de estudiar una carrera», pero su inclinación era de índole más artística, alejada de números y cuadraturas. En 2012, a raíz de la reforma y la mudanza a esta casa, Celia se planteó seriamente poner en marcha su propia marca personal, caracterizada por una vocación infinita hacia el reciclaje.

«Cuando mi chico y yo terminamos la reforma integral de la vivienda nos planteamos comenzar a amueblarla y nos dimos cuenta de que todo era caro o bien se sometía a la homogeneidad de las franquicias». Situada en una pendiente con bastante verticalidad, la entrada a la casa produce en el visitante un efecto sorpresa, ya que el acceso se realiza bajando por unas escaleras, como si se entrase a un sótano, pero al traspasar la puerta de entrada se abre un espacio enorme de vegetación y luz frente a los ojos. Parece que el inmueble estuviese suspendido sobre un precipicio con forma de vergel. El kilómetro cero de la reforma de esta casa fue la eliminación de algunos muros innecesarios en una casa excesivamente compartimentada. Ganar espacio físicamente pero también con el efecto visual fue cosa de sustituir los suelos por una cálida tarima en un tono roble y dejar las paredes en un blanco impoluto. De un primer vistazo, la serenidad de los ambientes, la calidez de los materiales (con abundante madera desnuda) y el empleo de las plantas podrían hablar de una base de estilo nórdico. Sin embargo, a poco que se afina la vista, decenas de elementos personalísimos y con mucha vida sumergen al huésped en una atmósfera boho chic. Cualquiera de los accesorios invita a descubrir una historia, tiene el poder de evocar recuerdos dormidos, como la magdalena de Proust. Es el caso, por ejemplo, de las viejas cajas de galletas decoradas de su abuela, una herencia que es, asegura, su mayor tesoro. Con vistosos estampados florales, las cajas crean ambiente sobre una sencilla estantería de fabricación propia que, junto a un espejo, un baúl restaurado y unos pocos elementos más conforman un recibidor austero pero lleno de encanto, con un irresistible aire bohemio. Sobre el baúl descansan varios accesorios handmade, como la lámpara que rescató de un mercadillo, para la que fabricó una nueva pantalla después de pintarla.En un mismo espacio, diáfano y abierto al exterior a través de una pared de cristal, se encuentran unidos la cocina, el salón y el comedor. Sin embargo, lejos de resultar cargante o saturado, han logrado una atmósfera relajada y confortable gracias al uso de tonos suaves en los básicos y a una buena distribución del mobiliario. La cocina se oculta prácticamente a la vista.

La gran península sirve de elemento separador con el salón y de barra de desayuno. Celia ha contrarrestado la frialdad del acero y los metales con toques artesanales, como las dos sillas de anea y la alfombra ikat bitono. En el salón, un sofá gris oscuro sirve de centro gravitacional del resto de la decoración. Para Celia, es importante escoger un buen sofá, pues según indica «es uno de los muebles que más se utilizan y debe adataptarse a las necesidades de cada hogar». A partir de ahí, el resto de piezas son realizadas a mano, recuperadas de la basura y restauradas o de segunda mano adquiridas a través de Internet, como es el caso de las dos butacas retro de piel.

La mesa de centro la realizó a partir de cuatro tablas de madera y unas ruedas. La mesilla auxiliar turquesa es el resultado de convertir un taburete vulgar y aburrido en un rincón que centra todas las miradas. Y así con todos y cada uno de los elementos que conforman el ambiente. En el comedor, Celia ha aligerado el espacio con una mesa de cristal y unas elegantes patas cruzadas de madera, un diseño liviano y actual. Completa el conjunto con unas butacas recuperadas, pintadas en blanco y con un animal print rabioso y muy chic. Una banqueta auxiliar con estampado de flores y calaveras completan este ecléctico conjunto. Para los accesorios la interiorista recomienda tirar de DIY (Do it Yourself), como ha hecho ella con los jarrones de lata o acudir a tiendas como Zara Home, «donde todos los textiles son ideales». De camino a la zona de descanso, una pieza de falsa taxidermia preside la entrada al pasillo, donde un viejo aparador kitch se ha convertido en una moderna pieza auxiliar que encaja prácticamente en cualquier ambiente. El truco para hacer que funcione es combinarla con colores y objetos que nunca habrían convivido con ésta en su vida anterior.

En los dormitorios Celia utiliza la misma fórmula infalible: básicos de calidad y en tonos neutros junto a algunas inyecciones de color en un par de rincones y altas dosis de creatividad para los accesorios. Así, por ejemplo, en la habitación principal se puede ver una rama de madera reconvertida en colgador de collares. Para integrarla totalmente en la escena, la interiorista juega con el trampantojo de colocar una planta enredadera que fluye desde el colgador hasta la ventana y parece fundirse con el exterior. Unas luz tenue que proviene de bombillas fairy y voalá, ya tenemos un ambiente acogedor. Decenas de ideas concentradas en una casa que demuestra que con ingenio y ganas, el estilo no tiene por qué estar reñido con el bolsillo.

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