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El artista Chico Repullo en el comedor.
La belleza que nace de de la simplicidad

La belleza que nace de de la simplicidad

En el hogar del artista Chico Repullo cada pieza obedece a una finalidad; ética y estética van de la mano para lograr un entorno relajante y acogedor

Lorena Codes

Lunes, 10 de noviembre 2014, 12:57

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Hay silencios que cuentan historias interminables. Vacíos que dibujan con precisión enormes ausencias. Con los hogares ocurre algo parecido. A veces una casa pretenciosa, llena de retratos, no dice nada de quién la habita. Y en algunos casos, unos pocos elementos y la carencia de otros tantos plasman al detalle la personalidad de su huésped. Así es la vivienda del artista Chico Repullo, un compendio de pasiones y afectos que no se dejan seducir por la grandiosidad, sino que se unen de forma discreta para conformar una melodía sin ninguna nota disonante. Es la casa de un perfeccionista, la de un manitas, la de un melómano, la de un deportista, pero ante todo es la casa de una persona creativa, un artista.

El impulso creativo lo acompaña desde muy pequeño. Recuerda que a los seis años se mudó de la calle Granada a El Morlaco y que en los días de lluvia el monte arcilloso que tenían tras la casa familiar tenía el punto perfecto para modelar sus primeras figuras en barro. Un día cogió la funda de un disco de Beethoven de su hermano y no paró hasta lograr un busto del músico en arcilla. Fue su escultura primigenia y quedó tan bien que su madre la llevó a la academia de Bellas Artes pensando que su hijo tenía talento. Los profesores acogieron la creación con agrado e invitaron al niño a incorporarse a sus filas, pero por aquel entonces Chico (José Luis Gutiérrez, el pequeño de la familia) no estaba por la labor de dedicar su tiempo libre a la formación reglada. Prefería seguir tallando tizas o creando sus propias maquetas de karts, una afición esta última que acabaría desembocando en su primera vocación profesional.

A los 15 años su pasión por la mecánica lo llevó al mundo del motocross, disciplina en la que se proclamó campeón de Andalucía unos años más tarde. Un accidente lo apartó de los circuitos, no así de los motores. Cambió este deporte por el windsurf y fue pionero en montar una escuela para windsurfistas en Málaga. La necesidad de perfeccionar las tablas lo llevó a experimentar con diferentes materiales y técnicas, habilidades que sin saberlo se iban sumando para desembocar años más tarde en su gran vocación: la escultura. Sus comienzos en el campo del arte fueron difusos. Llevaba tiempo dedicado a la restauración de automóviles de época, pero no terminaba de llenarle. No sólo los ponía a punto, sino que recuperaba hasta el último detalle para devolverle la belleza a cualquier amasijo de hierros. En algún momento sintió que existía una necesidad de creación estética mayor que canalizara una forma de expresión propia. Y así dio sus primeros pasos en la pintura. «Pintando no encontraba un lenguaje que fuera sólo mío, veía que la bidimensionalidad limitaba mi discurso y abandoné», explica. En el año 2007 puso en práctica varios ensayos en el campo de la escultura y así surgió su primera exposición, Sinergia tubular. Ahora, siete años después y con otra colección en el mercado, Chico Repullo compagina su vocación con su trabajo con los números (es economista de profesión) y sus negocios en el sector del ocio.

Este carácter polifacético se hace patente en su hogar, un espacio que conjuga de forma armoniosa y serena todos estos aspectos vitales. Para empezar, su apego al mar. Sigue practicando surf, una pasión que ha trasladado a sus dos hijos. Su hogar no podía, pues, estar muy lejos del Mediterráneo. Se dio la oportunidad de adquirir una casa a la entrada de la urbanización El Candado, desde donde puede ver el mar y, según dice, «escucharlo por las noches», algo que le encanta. «Lo primero que hago al levantarme es asomarme a la terraza y ver cómo está el mar», asegura.

La elevación de la parcela, rodeada de árboles, le permite divisar el azul a pesar de los bloques de primera línea de playa. La casa está diseñada en una sola planta (más el sótano) de espacios amplios y diáfanos, y unas enormes cristaleras que dejan pasar una luz verdaderamente extraordinaria. Las zonas ajardinadas de la entrada ocultan entre el verde algunas de sus esculturas, como un busto homenaje a Picasso, quien por cierto era primo de su abuela materna.

Sus obras, por toda la casa

En la entrada se exhibe una de las creaciones de mayor formato de su última colección, Entre acordes. 25 formas de escuchar el silencio de la guitarra, en concreto la pieza que realizó en directo durante una performance en La Noche en Blanco de 2012. Esta última exposición es un homenaje a este instrumento en todas sus facetas, una idea que le surgió a raíz de su acercamiento a las formas en que el maestro Picasso la trató en su obra. Ahora muchas de estas creaciones desfilan por las habitaciones de su casa, desde la cocina al dormitorio, desde el salón al hall. En este último el huésped es recibido por otras dos guitarras de la muestra, Good vibrations (en referencia al mítico tema de los Beach Boys) y Flamenquita (que evoca las curvas de una bailaora). En esta colección se adivina otra de las aficiones del artista, la música. A la derecha se encuentra el salón comedor con chimenea, un espacio en el que se exhiben varias piezas propias y también las de amigos artistas. Así, las dos pinturas de gran formato son de su propia autoría y hay también un óleo pintado por su madre, obras de su hermana, de Enrique Brinkmann y de Andrés Mérida.

Los muebles del salón los ha diseñado y ejecutado Chico, al igual que ha hecho con los del dormitorio y alguno más. «Me fascina el mundo del diseño y así puedo tener piezas a medida», explica. Prácticamente todos los muebles son de wengué y de estilo minimalista, con líneas rectas y puras, aunque a veces juega con las asimetrías.Chico asegura que pasa la mayor parte del tiempo en el sótano, donde se ubica uno de sus talleres. No obstante, en sus momentos de mayor relax no es extraño encontrarlo en la terraza exterior, leyendo o mirando al infinito desde su hamaca: «Desde aquí se ven muy bien las estrellas y al caer la noche, cuando el silencio toma la calle, es una delicia».

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