La elegancia serena del estilo mediterráneo
El hogar de la interiorista Rosa Díaz-Roji rezuma armonía y es un ejemplo de fusión entre lo funcional y lo bello, lo necesario y el gusto por los detalles
Lorena Codes
Lunes, 20 de octubre 2014, 19:08
La elegancia es un concepto tan amplio como difuso. La Real Academia de la Lengua Española recoge en su diccionario algunas acepciones más o menos ... coincidentes, que destacan cualidades como la proporción, la gracia, la nobleza y la sencillez como partes de ese todo tan perseguido. Una de estas definiciones es quizá la que más se aproxima al estilo que la interiorista Rosa Díaz-Roji plasma en la decoración de su hogar. Dice la RAE que la elegancia es la «forma bella de expresar los pensamientos». Y quizá sea cierto que la belleza es la forma en la que se materializa una virtud que nace del interior de la persona. Rosa destila elegancia en cada proyecto que lleva a cabo, pero también en su forma de hablar, en su manera de relacionarse, de existir. Y su casa habla de su personalidad con un lenguaje muy claro.
Se trata de una villa marbellí de estilo mediterráneo, concebida en base a la necesidad de calma, el culto a la luz natural y a la armonía como principales pilares. Una fórmula que Rosa consigue gracias a una cuidada selección de piezas y a un estudiado juego de detalles finales. La contención es en esta residencia sinónimo de éxito. «No soporto los ambientes abigarrados, necesito equilibrio y orden en casa», indica la interiorista. Sus decisiones, argumenta, siguen los impulsos de la intuición. Sin embargo, a buen seguro se trata de un don educado y enriquecido a lo largo de treinta años de trayectoria profesional al lado de grandes expertos del sector. Especialistas como su mentor (y fundador de Cachemir Decoración), Augusto Guerrero Taillefer, con quien comenzó su carrera en el mundo de la decoración de interiores. Junto a él aprendió los preceptos de la organización del espacio, la conjugación de texturas y materiales, la disposición del mobiliario y, sobre todo, logró dar rienda suelta a algo que había estado haciendo sin planteárselo desde pequeña: proyectar belleza donde los demás sólo veían elementos sin conexión. «Reconozco que desde muy niña me fijaba en cosas atípicas para mi edad y sabía muy bien lo que no me gustaba», admite, y añade que «no sabría explicar de forma exacta cuál es el proceso mediante el cual visualizo los ambientes terminados con sólo conocer el espacio vacío».
En cualquier caso, en sus trabajos se distinguen ciertas claves que identifican su estilo: el uso de básicos de calidad en tonos siempre neutros, la disposición liviana del mobiliario, el empleo de algunas piezas de época con carácter y una especial atención a los accesorios que coronan una atmósfera.Estos cimientos sostienen del mismo modo el ideal atemporal de su propia residencia. Así, en el salón principal, por ejemplo, las paredes están teñidas en un suave arena, potenciado por el blanco de las vigas del techo a dos aguas. Los muebles, de líneas clásicas, han sido tapizados en tonos igualmente sobrios y naturales. La disposición del sofá, de las butacas y la mesa de centro persigue aprovechar toda la luz natural y facilitar la fluidez a través del espacio. «Pocos elementos y bien escogidos», parece ser el lema de esta atmósfera, culminada con artículos que añaden el punto justo de calidez. En este caso, el juego de alfombras, la conjunción de cojines, las flores frescas y las velas lo cambian todo. Transforman una habitación clásica atemporal en un ambiente acogedor y actual.Lo mismo ocurre en el comedor principal de la casa, vestido con colores delicados y rendido al buen hacer de rosa a la hora de montar una mesa.
Comodidad y elegancia
En este caso, la interiorista se decantó por un diseño redondo,«que potencia el dinamismo de la escena y facilita la conversación entre los comensales», indica. Comodidad y elegancia no están reñidas en este caso. A través del comedor principal se llega a la cocina, una de las habitaciones predilectas de la propietaria. «Nos encanta hacer vida en la cocina, no entiendo cómo hasta hace poco era un espacio relegado dentro de los proyectos de decoración», apostilla. Práctica y funcional, en ella destaca especialmente el office central, en el que de nuevo Rosa da muestras de su gracia a la hora de vestir una mesa, sea de diario o de gala. El mismo gusto por lo discreto se hace patente en los dormitorios diseñados por la decoradora, donde no tiene cabida la estridencia. Sus mejores argumentos en este tipo de ambientes son los complementos textiles, que sabe conjugar para disimular los defectos y potenciar los puntos fuertes de cada conjunto. Explica Rosa que «a veces es divertido transformar un rincón a priori antiestético con unos cuantos complementos, no hay nada que unos buenos accesorios no puedan arreglar».
Del mismo modo aconseja a los jóvenes invertir en piezas «para toda la vida», como sofás y mobiliario de primera necesidad y dejar a los complementos la función de modernizar un ambiente: «Con cambiar unos cojines y colocar algunos elementos decorativos nuevos se puede transformar una casa sin que la cuenta corriente sufra». Igualmente, y siempre que el presupuesto lo permita, Rosa apuesta por la inversión en obras de arte para aportar un toque personal y único al hogar. El asesoramiento a sus clientes es una de sus labores favoritas hasta el punto de que asegura que a pesar de las crisis, de los constantes cambios en el sector, de los contratiempos propios del trabajo diario, ha encontrado su lugar en el mundo: «Tengo un trabajo con el que me siento realmente feliz». Su sonrisa sincera y la fidelidad de una clientela de treinta años lo corroboran.
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