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El interiorista Juan Carlos Morel
La vida moderna del espíritu clásico

La vida moderna del espíritu clásico

Refinado y ecléctico, el hogar del interiorista Juan Carlos Morel combina con maestría elementos atemporales y tendencias actuales, en un todo contemporáneo personalísimo. El dominio del color, la mezcla de texturas y el juego de textiles son tres de las claves de esta casa situada en la urbanización La Virginia de Marbella

Lorena Codes

Martes, 7 de octubre 2014, 01:31

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Si hay en Marbella una urbanización con auténtico encanto, huella de los años dorados de la Costa del Sol, esa es La Virginia. Situada al noroeste de la ciudad, sus calles empedradas y sus casas blancas vestidas de buganvillas y geranios, rodeadas de limoneros y con aroma a azahar, permiten al visitante la licencia de trasladarse a un pueblo blanco perdido en la Andalucía interior. En medio de este vergel mediterráneo tiene su hogar desde hace 25 años el interiorista Juan Carlos Morel. El madrileño vino de vacaciones a Marbella en el año 1988 y confiesa que el «dolor de estómago» y la tristeza que le supuso volver a Madrid le abrieron los ojos. Sin pensarlo demasiado se trasladó al sur e inauguró una tienda en pleno centro de la ciudad, muy cerca del mítico hotel Don Pepe. Para entonces ya había sustituido su profesión como empleado de banca por la de decorador, después de formarse cinco años en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid durante sus tardes libres.

Fue una transición natural, puesto que la pasión por la estética y el diseño había estado presente en su vida desde muy joven. «Recuerdo que mi habitación en casa de mis padres no tenía nada que ver con el resto de la casa, era un mundo propio decorado al detalle», relata Morel. En él, según afirma, ya se atisbaban rasgos del estilo clásico contemporáneo que ha caracterizado muchas de sus creaciones y que se muestra en todo su esplendor en su propio hogar. El acceso a la vivienda de Morel se realiza a través de un camino de flores y plantas de varios colores, con la vista de la fachada impoluta al fondo, un tejado a dos aguas y las ventanas teñidas de un delicioso verdeagua grisáceo. Un caparazón típico y tradicional que contrasta con un interior vanguardista y clásico al mismo tiempo.

El mismo hall es un avance del contenido del resto de la residencia: piezas importantes, fusión de épocas y estilos, y audacia cromática están presentes en una entrada presidida por una consola de anticuario y adornada con una cruz de plata de una tribu africana y una fotografía en colores flúor, obra de un amigo, de una pared de Tarifa. Y flores frescas. Las flores naturales no faltan jamás en casa de Juan Carlos Morel, como tampoco las velas y la música, tres elementos que considera imprescindibles para crear ambiente. El hall y la escalera de acceso a la primera planta sirven de elementos divisorios entre las dos alas de la casa, de cuya reforma integral se encargó el decorador en cuanto la adquirió. «Me encontré con una vivienda mal distribuida, algo oscura y con el espacio poco aprovechado», explica. Cambió la organización de las habitaciones, abrió vanos y sustituyó un garaje por una zona de almacén y un amplio dormitorio para invitados. A partir de ahí, el resto llegó de forma fluida, sin prisas, escuchando a cada paso las necesidades de cada rincón de la vivienda. El propio esqueleto de la misma, con techos altísimos revestidos de madera, propicia un ambiente cálido, sereno y elegante.

La estancia estrella del hogar, el salón principal, es un alarde de buen gusto en el difícil arte de mezclar con gracia y naturalidad. Una amalgama de piezas bellas, que dialogan entre sí sin estridencias ni batallas por el protagonismo. Cada una en su lugar, brillando en silencio. Es la sensación perpetua que ofrece la atmósfera de esta casa. Una librería de inspiración francesa, diseñada a medida por Juan Carlos y con una chimenea central, preside la estancia desde uno de los laterales.Destaca el lacado interior en un poderoso naranja que insufla vigor a un conjunto sosegado. Justo enfrente y como perfecto contrapunto, una obra de Teo Bargueño pone el foco encima del sofá blanco vestido con cojines de varios estampados y colores, que funcionan como el perfecto nexo cromático entre varios elementos de la sala.

La pared principal, que alberga las dos puertas de salida a la espléndida terraza, está forrada por un sofisticado papel en un suave verde pistacho, de la firma Omexco. Entre las dos puertas, un mueble de anticuario adquirido en El Escorial exhibe una de las piezas ornamentales más especiales de esta habitación: una talla antigua de un Cristo procedente del mercadillo de Portobello (Londres).Todos los muebles auxiliares de esta estancia son verdaderas reliquias, como las mesillas que escoltan el sofá, diseño de Jaime Parladé. La terraza es uno de los lugares con magia de la casa, un rincón perfumado de naturaleza y con el único sonido de los pájaros y el agua que cae de la fuente principal, junto al comedor exterior.

El ala contraria alberga el comedor principal, comunicado por la cocina a través de una doble cortina de estampado floral. Este ambiente es una muestra del dominio de las leyes del equilibrio por parte del autor, que actualiza algunos muebles a través de nuevos acabados y colores y contrarresta la fuerza de la vitrina negra con un conjunto de sillas y mesas en un liviano decapé y un espejo que dispersa la luz. El arreglo floral que preside el conjunto es obra también de Juan Carlos. La cocina, de estilo rústico, posee cierto aire a la Toscana, que casa perfectamente con el estilo del comedor. En la primera planta aguarda el dormitorio principal en suite del interiorista, una suerte de refugio exquisito y cosmopolita, apoyado en un trío cromático neutro y en el esplendor de un espejo en paneles que cubre una de las paredes y suma profundidad infinita a la habitación. El autor se muestra partidario de incorporar innovaciones en materiales y tendencias en su justa medida, pero asegura que huye «de todo lo extra fashion».

Su dormitorio es un buen ejemplo de ello. Todo es calma y elegancia, con un toque de atrevimiento sugerente y evocador que se reduce al papel con textura de una de las paredes, de la firma Ulf Moritz, coronado con una impactante obra de arte que reposa sobre el escritorio antiguo. Ocurre lo mismo con los dos dormitorios para invitados, uno situado en la planta superior y presidido por una chaise longue blanca, y el otro, vestido por un papel a rayas, varios estampados y un toque de verde flúor muy original en el cabecero y las mesillas de noche. Juan Carlos Morel es intuición en estado puro, instinto estético arrollador y un talento apasionado de la vida refinada y exquisita.

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