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El actor Bradley Cooper con bigote.
La barba ha muerto, ¡viva el bigote!

La barba ha muerto, ¡viva el bigote!

Los hombres que lo lucen se casan más y tienen más hijos ilegítimos. Hay un mundo de teorías sobre el mostacho, un rasgo considerado antiguo y caduco y que ahora vuelve a ser moderno

Fernando apaolaza

Sábado, 25 de junio 2016, 00:11

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La historia es caprichosa. Cuentan que andaba un español en la corte de Carlos V y vio que aquellos caballeros germanos bebían de las jarras de cerveza y después se sorbían los pelos de debajo de la nariz y gritaban «¡bey gott!» o algo parecido. En realidad estaban blasfemando y nombrando a Dios, se supone por lo rica que estaba la cerveza y porque eran muy del gusto de acordarse de las divinidades, y los españoles pensaron que se referían al mostacho. Desde entonces, los bigotes se han convertido en una manera de ser algo: maduro, agresivo, revolucionario, artista, serio, avanzado, sexualmente potente, responsable, determinado, joven y a la vez mayor. Bigotes mínimos, casi pintados con rímel, mostachones como selvas, bigotes aparentemente dejados, peinados, que apuntan hacia arriba, hacia abajo, bigotes chicanos, tristes, bigotes locos de Dalí casi clavándose en los ojos, bigotes encorsetados de dictador, exuberantes como de domador de leones, exiguos de adolescente que quiere que pase el tiempo, bigotes orientales de malo de película de kárate... Se han llevado de todas las maneras. Ahora está de moda de nuevo. Aguarden, porque los expertos admiten que van a empezar a verlos de todos los colores y formas.

Aunque el primer tipo rasurado al que se le ha visto la cara fue el mayordomo Keti de la sexta dinastía egipcia (3.000 a.C.), se sabe que el hombre se afeita la cara desde el neolítico. En esos días usaban piedras afiladas. Ahora hay toda una industria del acicalamiento o grooming, que es como los modernos dicen que se llama el asunto. Hay cremas que cuestan una fortuna y brochas de pelo de tejón y revitalizantes y aceites de esencias con nombres incluso más exóticos que los de las tintas de plumas estilográficas.

En el Kinze de Cuchilleros junto a la Plaza Mayor de Madrid abre una barbería con moldes de escayola en los techos y aparataje de otros tiempos sobre una alfombra de pelillo. Data el negocio de 1900 y es técnicamente la barbería más antigua de la capital, un espacio donde aún se usa Floyd y Barón Dandy, y la espuma es Lea, la de toda la vida. Ese lugar es una muestra de aquellas épocas pasadas que ha abrazado el movimiento hipster. Alfonso Sanchidrián lleva 30 años cortando el pelo allí. Asegura que en los 90 tenían una barba al día «y ahora, son treinta barbas al día y un bigote. Es una moda incipiente. Digamos que nos estamos acostumbrando a ver mostachos de nuevo». Sanchidrián confiesa que el camino de la barba al bigote es más cuesta abajo que de la nada al mostacho. Cada vez son más los que dan el paso y en la barbería incluso hay una ceremonia para los bigotudos primerizos. «Los mandamos a una barbería amiga a 500 metros de aquí a pedir un molde de bigotes y allí les cargan con cualquier cosa pesada en una bolsa y ellos se lo traen hasta aquí». Moldes de bigotes no existen, pero Sanchidrián jura que hay algunos que duermen con fundas de bigote que se atan con gomas detrás de la cabeza. «Si quieres un bigote de domador tienes que pagar el precio». El precio es domarlo por la mañana con un peine y con aceite y tomarlo todo con pajita, incluidas las cañas. «Si te tomas una cerveza y lo metes en la espuma, todo se viene abajo.Es muy sacrificado». 

El bigote, la marca de la casa

El mundo es viejo y la moda del bigote ha tenido varias fases. Las últimas son las de los años 20 y 50. En ocasiones, no es que haya sido considerado bello, es que era un asunto obligatorio. Durante años y hasta 1916, en el ejército británico era obligatorio y una marca de la casa (en la era victoriana en cambio, significaba la marca de un bohemio o un revolucionario).

La moda que ahora parece que va a romper comenzó en 2003, cuando 30 amigos de Australia decidieron dejarse crecer pelo para apoyar a un colega con cáncer de testículos. De los 30 originales pasaron a ser millones y se creó Movember (contracción inglesa de moustache y november), una iniciativa por la que millones de hombres en todo el mundo se dejaron crecer el pelo del labio superior aunque solo por un mes. Desde aquí, y sobre todo con la llegada del universo hipster, el bigote es un símbolo. Los niños han llevado camisetas con bigotes, las mujeres se ponían bigotes de pega en las bodas y hasta se los pintaban en las uñas. Las superestrellas y los modelos comenzaron a dejárselo: Brad Pitt apareció con uno muy elegante en una gala de los Oscar y al show business se le paró el corazón. De ahí, a las pasarelas, y por fin a la calle. Al mundo real.

«Sería difícil que lo llevara todo el mundo», aclara Sanchidrián. Hay una razón clara: el dicho reza que la barba hace guapo al guapo y oculta al feo; el bigote hace guapo al guapo y desenmascara al feo.Hay un bigote para cada cara, pero según los cánones, los rostros perfectos para plantarles uno son los que tienen las mandíbulas marcadas.

La asesora de moda Carmen Cazarra admite que «definitivamente, el bigote está de moda. Aporta seriedad, carácter y distinción». En realidad, aporta más cosas. Hay estudios increíbles al respecto. Una investigación inglesa comprobó que había un mayor índice de casamiento entre los hombres que tenían bigote, pues esa línea de pelo hacía que los varones parecieran a ojos de las mujeres más «atractivos, confiables, creativos, fértiles y mejores candidatos a cuidar de su prole y de sus esposas».Este estudio de Nigel Barber no se hizo en 1920, sino en 2001 y se publicó en el Journal of non verbal behaviour (diario de comportamiento no verbal). En otro de sus estudios ahondaba en el carácter más confiable del bigote y aseguraba que la tasa de hijos ilegítimos era mayor en padres con mostacho que sin él, pues al parecer generan más confianza, pues ocultan su expresión. En definitiva, mientras que los responsables de recursos humanos los contratan antes por su aspecto decidido y honrado, los bigotudos mienten mejor que los demás.

El asunto de la edad también está estudiado y no es tan sencillo como un tema de jóvenes adolescentes que quieren ser hombres, o de maduros que parecen más viejos. Hay más.Unos sociólogos enseñaron a un grupo de personas fotos de otras con barbas, bigotes y afeitadas.En realidad, el pelo en la cara hacía que las personas fueran identificadas como mayores, pero con matices. A ojos de los testigos, los que llevaban bigote tenían más años pero eran menos maduros socialmente hablando pues les consideraban más díscolos y agresivos.Tirando por la calle del medio: eran maduros que seguían siendo niños, tipos con un punto macarra, alguien que estaba al margen de las normas.

El bigote del Führer

Sin duda es un trazo de personalidad, como si a uno le subrayaran la cara. El de Hitler ha sido probablemente el mostacho más conocido y odiado de la historia. Basta llevarse dos dedos bajo la nariz para que se sepa que estamos hablando de él. Hay versiones distintas sobre por qué se lo dejó tan recortado: dicen que así lo llevaba su admirado Gottfried Feder y otros, que quería versionar a Lenin a su manera. La más creíblecuenta que llevaba un bigote prusiano más largo (le favorecía más), pero le hicieron recortárselo para poder calarse la máscara antigás. Se lo dejó en su mínima expresión y pese a todo, en 1918 se quemó los ojos con el gas.

En España han existido bigotes insignes. Entre los más reconocibles los de Dalí, Miguel De la Quadra-Salcedo, José María Íñigo... y Aznar, quien cubría su labio inmóvil allá por los años 90 cuando en España muy poquitos gastaban pelos bajo la nariz. Recientemente se descubrió también a otro Bigotes, Álvaro Pérez, que se hizo conocido por esos temas tan espurios de la trama Gürtel. El último en sumarse a la moda (con permiso de Justino, el protagonista del anuncio del año, el de la lotería de Navidad) es JoaquínReyes, que luce un elegante mostacho, y el actor Chino Darín, al que acabamos de ver durmiendo su bigote en una sexy foto que su novia, Úrsula Corberó, mostró en las redes sociales. Con todo, los bigotólogos opinan que la nueva moda responde a dos hechos: la barba es mainstream ya la lleva todo el mundo y la pulsión última del moderno por ser distinto.

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