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El mosqueo de los pijos del Club de Campo de Madrid

El mosqueo de los pijos del Club de Campo de Madrid

Manuela Carmena quiere popularizar el Club de Campo Villa de Madrid, donde hay gente que lleva años en lista de espera y donde uno puede codearse con la infanta Elena o Carmen Martínez Bordiú. Los socios ya se han planteado dejar de pagar las cuotas

FERNANDO MIÑANA

Martes, 4 de agosto 2015, 00:31

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Algunos socios del Club de Campo Villa de Madrid, uno de esos reductos de la gente bien de la capital, están mosqueados porque durante la campaña electoral, una propuesta ciudadana de Ahora Madrid solicitaba abrir una granja escuela en las distinguidas instalaciones donde tradicionalmente se juega al golf, al polo o se monta a caballo. Se llegó a hablar de no pagar las cuotas si esa iniciativa iba adelante, una medida de presión que supondría la desaparición, de golpe, de veinte millones de euros.

Desde el entorno de Manuela Carmena se asegura que aquello correspondía únicamente a «una propuesta ciudadana que el partido no asumió y que no llegó a formar parte de programa oficial». Aunque tampoco hay manera de escucharles decir abiertamente que esa idea está descartada. «Lo único que podemos afirmar es que esta semana nos reunimos con el nuevo consejo de administración para ver las cuentas y analizar la situación del club, y para ver qué tipo de medidas podemos tomar para que sea un lugar más abierto a la ciudadanía». Y ahí lo dejan.

Uno de los socios asegura estar muy tranquilo a pesar de que el Ayuntamiento es el propietario del 51% de la sociedad (del resto, un 24,5% pertenece a Patrimonio del Estado y un 24,5% a la Real Sociedad Hípica Española). «No es tan fácil cambiar el objeto social que aparece en los estatutos (entidad deportiva) porque es algo que no se hace por mayoría sino que es necesaria la unanimidad, como sucede cuando se quiere hacer algo de peso en una comunidad de vecinos». Este socio también insiste en que no es un nido de nobles y millonarios. «Es más de corte profesional y con mucho militar de alta graduación».

Aunque también es fácil encontrarse a gente como la infanta Elena, Cayetano Martínez de Irujo, Mar Saura, que es la mujer de Javier Revuelta del Peral, un abogado del Estado que preside la Real Federación Española de Hípica, Carmen Martínez Bordiú, o el secretario de Estado de Economía, Íñigo Fernández de Mesa, un veterano jinete que monta a caballo en cuanto tiene un rato libre.

Boxes vacíos

Pero la mayoría de los socios entienden que la élite es otra cosa. «El colectivo más grande es de clase media y hay una pequeña parte de clase alta», insiste un empleado que prefiere mantener el anonimato. Lo cierto es que no es excesivamente caro acceder a sus instalaciones. La matrícula sí es elevada, 3.000 euros a fondo perdido, pero la cuota anual es de 730, no más que en muchos gimnasios. Los que no son socios, además, pueden entrar pagando 7 euros los días laborables (4,50 los niños) y 20 los fines de semana (la mitad los chavales).

Lo realmente complicado es convertirse en uno de los 20.000 socios. Hay gente que lleva años en lista de espera, aguardando a que alguien se dé de baja o incluso fallezca para que corra el turno. Aunque no es nada comparable con otro lugar más exclusivo aún, el Real Club Puerta de Hierro, que no admite socios desde 1987, reducto de la alta sociedad junto a La Moraleja.

El club se inauguró en un sonado acontecimiento social en 1931 sobre unos terrenos del Ayuntamiento de Madrid. Un año después se abrió el campo de golf, de nueve hoyos, que en 1992 se amplió a dieciocho. Poco a poco fueron incorporándose otros deportes, como el ajedrez, la hípica, la natación, el hockey, el patinaje, el tenis, el pádel y hasta el bridge. Aunque el símbolo de lo pijo es el polo. «A la gente le gusta mucho hablar de eso, pero en Argentina es un deporte que practican muchas personas y aquí, en el club, se reduce a un torneo al año, el resto del tiempo es un campo de practicas de golf».

La hípica sí requiere un esfuerzo económico mayor. Montar a caballo en la escuela cuesta 70 euros al mes, mientras que el alquiler de los boxes para guardar a los equinos alcanza los 400 para los no abonados y la mitad para los socios. «Por ese motivo la mitad de los boxes están vacíos», indica el socio, que entiende las dos posturas. «Por un lado creo que alguien con un poder adquisitivo elevado tiene todo el derecho del mundo a disfrutar de unas buenas instalaciones sin mucha gente. Por otro, creo que hay parcelas del club, como la hípica, mucho menos saturada que el golf, por ejemplo, que podrían abrirse a la gente a través de cursillos de equitación. También se podrían establecer colaboraciones con las federaciones deportivas madrileñas».

Entre los directivos sopesan la noticia con incredulidad. Muy pocos creen que el Ayuntamiento acabe atreviéndose a montar una granja escuela en este club con tanta solera.

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