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Hans Adam, que cumple en febrero 70 años, y su esposa, Marie Aglaëx.
El príncipe forrado

El príncipe forrado

Hans Adam II, soberano del diminuto Liechtenstein, dirige la casa real más rica de Europa. Su fortuna, de 3.300 millones, procede del emporio financiero que él gestiona. Puede vetar al Gobierno y los jueces y cuando le critican, amenaza con irse

antonio corbillón

Lunes, 19 de enero 2015, 01:25

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Aquella mañana de 2003 algo olía a podrido en los aledaños del castillo de Vadoz, sede de la monarquía de Liechtenstein que reposa, desde hace 25 años, sobre la cabeza de Hans Adam II. Cientos de animales destripados estaban esparcidos por el cuidado césped del jardín. Un mensaje medieval para un rey con ganas de gobernar al estilo de la Edad Media. Una parte de los 36.000 habitantes del sexto país más pequeño del mundo (176 kilómetros cuadrados) se habían sublevado contra las pretensiones de su príncipe que había planteado un referéndum en el que reclamaba plenos poderes para vetar leyes y echar al gobierno o a los jueces cuando lo considerara oportuno. En una demostración de cómo entiende la limpieza democrática, Hans Adam II (para su nombre completo harían falta cuatro líneas) amenazó a su pueblo con largarse a la cercana Viena y abandonar Liechtenstein después de 300 años de gobierno familiar hereditario. Por supuesto se habría llevado los 3.300 millones de euros de su patrimonio y la sede central del Liechtenstein Global Trust, un emporio financiero con sedes en 20 países y más de 2.200 empleados.

Si el monarca más rico de Europa y sexto del mundo, según recoge la revista inglesa 'Tatler', repartiera su fortuna entre todos sus súbditos, tocarían a casi 100.000 euros por cabeza. Un pellizco que les convierte, en teoría, en el país con mayor renta per cápita del planeta. Y que explica por qué el 65% de los votantes de aquel sufragio prefirieron cederle el poder casi absoluto a su señor. Hans Adam se permitió incluso hacer una 'anticampaña' en la que trató de mostrar a su pueblo su presuntamente escasa querencia al poder. «Pierdo tiempo y dinero. El gobierno solo me da disgustos». Pudo ser la versión pública más sincera de sí mismo. Cuando arrancó la crisis de 2007, sus negocios llegaron a perder 1.500 millones de euros en un solo año. De todas formas, al finalizar el recuento de las papeletas, el líder del Partido Demócrata y principal opositor, Sigvard Wolhend, resumió el nuevo horizonte nacional: «Debemos de ser el primer país del mundo que decide votar el regreso a la Edad Media».

El mes que viene, este mandatario cumplirá 70 años aunque ya tiene preparado el recambio en la figura de su hijo mayor, Alois, que ha aprendido de la escuela paterna. Hace poco revocó un referéndum para legalizar el aborto y advirtió a su pueblo que no tolerará debates sobre su poder. «Esto es un pueblo y todos se conocen. Seguro que no votan en mi contra». Alois está llamado a regir la intrincada red de bancos de uno de los paraísos fiscales más seguros del mundo. Los estudios más fiables calculan que 80.000 millones de euros (no importa si 'limpios' o 'sucios') se guardan en sus cuentas blindadas. Además, el dueño de este estado Liliput ha diversificado su fortuna, que incluye tierras por todo el mundo que ocupan más extensión que su país, exquisitos viñedos de champán y vino y una colección de arte que incluye obras de Rafael, Rubens, Van Dyck o Botticelli. Los expertos en monarquías insisten en que el arte es la única posesión en la que no es el número 1 de Europa. Le gana Isabel II de Inglaterra.

«El estado es una empresa»

La dinastía de los Liechtenstein roza con la sangre azul española. Nora, la única hermana del príncipe, llegó a España en los años 80 para casarse con el padre de Isabel Sartorius, Vicente. También la hija pequeña del regidor, Tatiana, se marchó a Madrid para estudiar. Aquí conoció al entonces Príncipe Felipe, lo que hizo soñar a su padre con una alianza estratégica con los Borbones.

Liechtenstein es un estado diminuto que cuelga de las laderas que dan al Rhin. El más pequeño del continente (sin contar al Vaticano) pero también uno de los más antiguos. Las primeras menciones a la familia principesca se remontan a 1136. Su feudalismo arranca poco después del primer milenio pero ya se proyecta hacia el tercero. Hace unos meses se tradujo al castellano la 'opera prima' de Hans Adam como autor. En 'El Estado en el Tercer Milenio', este licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales en San Galo (Suiza), concluye que «las personas no tienen que servir más al estado, sino que todos los estados se han convertido en empresas de servicios específicos que sirven al pueblo y a la humanidad».

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