Borrar
El baile y el cante tomaron las calles.
De la comida rápida a la cocina tradicional

De la comida rápida a la cocina tradicional

El Centro ofrece una amplia variedad gastronómica. Destacan las paellas y platos de cuchara, como berza o callos, sin olvidar el pescaíto frito y las socorridas hamburguesas

Francisco Gutiérrez

Viernes, 21 de agosto 2015, 16:50

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En la plaza de la Marina, jóvenes y familias completas hacen cola ante una franquicia de cadena de comida rápida. En la calle y las aceras, gente comiendo de pie una hamburguesa de la que chorrea el ketchup. Para poder beber tienen que dejar la cajita en el saliente de una ventana. A escasos metros, otras familias están sentadas en una mesa con mantel de tela, cubiertos de acero y platos de porcelana. Ante ellos, un plato de jamón y unos calamaritos, muy dorados, síntoma de que están bien fritos. Son distintas formas de entender la comida: como satisfacción de una necesidad biológica o como un placer para los sentidos.

En la feria del Centro se bebe, se baila y se come. Los restaurantes ofrece un aspecto inmejorable: calle Strachan, Bolsa, Sancha de Lara, Martínez, Salinas, Mesón de Vélez, etcétera presentan un lleno absoluto. Desde el mediodía se ve ya gente comiendo. Y a las seis de la tarde, todavía hay platos de pescado en las mesas de Los Mellizos, mientras parte del personal come y descansa en otra zona del restaurante.

Todos los bares de los alrededores de la calle Larios y la plaza de la Constitución ofrecen al malagueño y los visitantes lo mejor de su gastronomía. En el Chinitas se sirven en la terraza magníficos platos de pescado y porra con una excelente presentación. ¡Nada de platos de plástico! En una mesa, junto a la ventana, el propietario, José Sánchez Rosso, se sienta con otros amigos, entre ellos el conocido humorista Gregorio Sánchez, Chiquito de la Calzada, muy atento a todo el público que se acerca pidiéndole una foto.

Además de los restaurantes, con motivo de la feria algunas casetas ofrecen comida típica. Junto a la plaza de la Constitución, en el colegio de prácticas número 1, la Asociación de Empresarios del Centro Histórico tiene, como cada año, su caseta. La lleva Los Amigos de Pedro, una asociación que se creó tras el fallecimiento de Pedro Martínez, del desaparecido Casa Pedro de El Palo. Su hermana, Concha Martínez, explica que en la caseta intentan mantener la filosofía de lo que fue esta casa, con sus arroces, croquetas, carnes y frituras tan típicas de esta época del año. En un ambiente familiar y acogedor, los clientes consumen varias paellas durante el mediodía.

En la Casa del Niño Jesús trabajan como cada año los cofrades de Lágrimas y Favores. Es uno de los rincones preferidos por las familias, por su ambiente tranquilo y la buena comida. Cada día Alejando Agudo cocina 4 ó 5 paellas. También son muy demandados los callos, la berza y la porra. Los bocadillos de pringá vuelan y, por su puesto, la plancha: pinchitos y montaditos se hacen a centenares.

La Cofradía de la Sangre lleva desde hace 27 años montando su caseta en el instituto Vicente Espinel, en calle Gaona. Antes de meterse en faena, el personal de cocina y barra y otros responsables de la cofradía rezan un Ave María ante las imágenes de sus titulares, el Santísimo Cristo de la Sangre y María Santísima de Consolación y Lágrimas. Una de las cocineras, Mari Ángeles Montañés, asegura que, sin duda, la reina de la mesa es la paella. «Preparamos varias al día, y todas caen». Como sucede con los callos, la berza o la porra, comidas tradicionales que estas mujeres preparan desde las 9 de la mañana, en jornadas maratonianas que se prolongan hasta las 9 de la noche, porque tienen que dejarlo todo preparado para el día siguiente. Aquí, aseguran, «se come como en casa», y, aunque ninguna es cocinera profesional, ponen todo el cariño ante los fogones. Son 13 ó 14 personas las que trabajan en la cocina, más otros 14 ó 15 camareros en la barra y cuatro personas organizando el patio. Por la tarde cambia el ambiente, son los jóvenes los que toman el patio del colegio por el que paseara el Premio Nobel de Química Severo Ochoa.

En la calle Trinidad, la Cofradía de la Salud tiene su casa hermandad y ha habilitado la terraza para atender a amigos y cofrades. En la de Estudiantes, el jueves se ofreció una comida de hermandad.

También se puede comer paella en La Casa Invisible, aunque en este caso paella vagan, es decir, elaborada sin alimentos procedentes de animales. En su patio, muy fresco gracias a la sombra que proporcionan los árboles y la fuente, se ha instalado una gran parrilla donde se elaboran choripán, hamburguesas y otras especialidades.

Al llegar la tarde, las heladerías presentan un ambiente magnífico, con público de todas las edades. Los granizados son muy demandados, por eso de que aún hace calor. Y los clásicos helados de turrón y Málaga. Algunos establecimientos ofrecen helado de ¡mojito!

La mañana de ayer viernes transcurrió con normalidad, con un buen ambiente y no mucho público por la calle. Aún sigue llegando gente a Málaga para disfrutar de estos últimos días de feria. Como tres jóvenes belgas, que buscaban un apartamento turístico por los alrededores de calle Nueva. O como Ana y Juan, una pareja recién llegada de Barcelona. Lo primero que hizo Ana fue acercarse a un puesto y comprarse una gran flor roja. «Mis padres son malagueños, pero yo no venía a la feria desde pequeño», afirmó el joven. Están hospedados en un hostal céntrico, que les cuesta 100 euros la noche.

Sin embargo, el ambiente se puso tenso por la tarde, conforme se acercaba el partido de fútbol. ¡Peligrosa combinación la del alcohol y la exaltación futbolera! Furgonetas de la Policía Nacional se apostaron en calle Comedias y Méndez Nuñez. Los jóvenes llenaban la plaza de Uncibay y los repartidores de vino Cartojal tenían complicado abrirse paso por Calderería. El distribuidor comercial de este vino, tan identificado con la Feria de Málaga, ha instalado un almacén en Pozos Dulces. En feria trabajan nueve personas repartiendo con carretillas y «casi al momento» las cajas de vino que demandan los establecimientos, señala el responsable de GEVE, la empresa distribuidora.

Los jóvenes se resisten a dejar la feria del Centro, y bien entrada la tarde se podían encontrar colas a las puertas de las tiendas de licores. Otros en cambio los traen en el equipaje. Es el caso de un grupo de jóvenes de Granada. Sin llegar al hotel, beben cerca de la plaza de la Constitución. Entre el equipaje, una gran bolsa en la que se podían contar 6 ó 7 botellas de alcohol. «¿Todo eso para los tres? ¡Y faltará, venimos a reventar la feria!», dicen, eufóricos, levantando una copa.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios