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Abocados a una segunda transición

Manuel Castillo

Lunes, 21 de diciembre 2015, 02:03

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Las Elecciones Generales del 20D han dejado a España en un atolladero del que sólo se podrá salir con un ejercicio de responsabilidad y sentido de Estado. Es verdad que el bipartidismo ha sufrido un severo varapalo, pero los efectos de este golpe no invitan al optimismo porque es tanta la igualdad y tantos los intereses contrapuestos de todos los partidos, que las negociaciones para investir al presidente van a ser extraordinariamente complejas.

La fragmentación del Congreso de los Diputados aboca a España a una segunda transición, precisamente en un momento crucial en el que es preciso definir el modelo territorial, la redefinición de la función pública, la financiación autonómica y la Educación, siempre con la posible reforma de la Constitución en el horizonte.

Mariano Rajoy, pese a su victoria y a un hipotético apoyo de Ciudadanos, va a tener muy difícil su investidura a no ser que cuente con la ayuda del propio PSOE. Y Pedro Sánchez sólo puede aspirar a la presidencia si se echa en brazos del independentismo catalán y de las facciones más radicales de Podemos.

Ambos escenarios se antojan, a priori, muy complicados, más aún cuando Pablo Iglesias manifestó anoche que antes de cualquier diálogo hay que hablar de la reforma de la Constitución y puso por delante el discurso de España como país plurinacional, con la defensa de Cataluña como nación. Toda una declaración de intenciones que estrangula muchas vías de diálogo, especialmente con los partidos que apuestan por la unidad de España.

La paradoja de la noche electoral del 20D es que el denostado bipartidismo (PP y PSOE) es el que puede sacar a España de este laberinto, asumiendo, eso sí, que los ciudadanos reclaman una nueva política con plena predisposición al diálogo con el resto de las fuerzas y con protagonismo de Ciudadanos y Podemos.

Hoy, 21 de diciembre, España comienza una segunda transición, en la que el papel del Rey Felipe VI y de los líderes políticos volverá a ser tan fundamental como lo fue hace 40 años. Si en aquellos años fue posible, en estos también puede serlo.

Los votos han decidido que Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, así como los partidos nacionalistas con representación en el Congreso de los Diputados, sean los protagonistas de este momento trascendental en el que no sólo está en juego la viabilidad política, sino la estabilidad y confianza necesaria para que el país no quede encallado en pleno inicio de la recuperación. Porque al final, detrás de la política, hay cientos de miles de familias, de trabajadores, de pequeñas empresas, de personas en situación desesperada que ansían salir adelante y que merecen que los partidos políticos hagan todo el esfuerzo posible, porque no hay mayor patriotismo que mejorar la vida de los ciudadanos.

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