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El club de la tragedia

Una de las recomendaciones más efectivas de los asesores de Pablo Iglesias consiste en dejar de fruncir el ceño para no dar ese aspecto de estar permanentemente cabreado

Txema Martín

Domingo, 6 de diciembre 2015, 00:18

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Una de las recomendaciones más efectivas de los asesores de Pablo Iglesias consiste en dejar de fruncir el ceño para no dar ese aspecto de estar permanentemente cabreado. Ahora se esfuerza en levantar las cejas en todas sus intervenciones. El problema que queda por resolver es ese porcentaje de la población, entre el que me encuentro, que no puede dejar de mirar fijamente su entrecejo hasta el punto de perder el hilo argumental de sus discursos. El lugar elegido para celebrar el mitin de Podemos en Málaga fue una sala del teatro Alameda, un sitio relativamente pequeño para la magnitud social de su efecto. Al menos no son como los de UPyD, que organizan sus mítines en teterías. El emplazamiento aportaba al espectáculo político un aroma definitivo a El Club de la Comedia, donde los carteles electorales de Pablo Iglesias compartían protagonismo con un póster de Ana Obregón anunciando una obra llamada 'Sofocos plus', un cuento sobre la menopausia.

Antes de empezar el mitin, una especie de animador sociocultural se dedica a clamar consignas y precalentar al personal, que ya venía calentito de casa. Pronto se proyecta un vídeo con clips de intervenciones de responsables del PP y música de Eminem, una combinación que invita a prenderle fuego al contenedor más cercano. La atmósfera estaba distinguida por el entusiasmo del público, entre los que se encontraban fans acérrimos de Podemos y algún que otro exmilitante socialista. Entrados en materia, la relación indisoluble que se hizo entre Málaga y la corrupción me pareció desafortunada. Apenas hay malagueños implicados en los casos que se han producido en la costa, pero durante las intervenciones sobrevolaron frases como "aquí somos así" o "Málaga es la provincia del engaño". La jueza estrella, Victoria Rosell, se marcó un emotivo discurso, lágrimas incluidas, en el que denunció las trabas que se le ponen a su trabajo en particular y a la justicia en general. La efectista intervención de Pablo Iglesias podría resumirse en una lectura de panfleto: no anunció ni una sola medida concreta para detener la corrupción y demostró una capacidad impresionante para acumular palabras sin decir nada, genuino sabor a la vieja política. También señaló su repudio absoluto por la corbata. El idilio de Podemos con la estética de Almacenes Navarro ya es irremediable.

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