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Junqueras charla con sus vecinos días antes de las elecciones sobre la consulta catalana. Gustau Nacarino (Reuters)

El 'procés' se marchita en el feudo de Junqueras

Los vecinos de Sant Vicenç dels Horts asumen con resignación la decisión del juez de mantener a su exalcalde en prisión

Ander Azpiroz

Sant Vicenç dels Horts (Barcelona)

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Martes, 5 de diciembre 2017, 00:01

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Sant Vicenç dels Horts es una localidad de 28.000 habitantes situada a 15 kilómetros de Barcelona. También un símbolo del independentismo. Si Gerona o su vecina Sant Julià de Ramis son los feudos de Carles Puigdemont, Sant Vicenç dels Horts es el de Oriol Junqueras, que ejerció como alcalde de la localidad entre 2011 y 2015. Solo cuando se hizo cargo de la Vicepresidencia de la Generalitat, el líder de Esquerra renunció al bastón de mando de la localidad donde tiene su residencia. Y lo hizo tras haberse impuesto en las últimas elecciones municipales con un 38% de los votos.

Ayer reinaba el silencio en la localidad barcelonesa tras conocerse la decisión del juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena de mantener en prisión a Junqueras, aunque tampoco es que cundiese entre los vecinos, ni mucho menos, el optimismo por que el veredicto fuera distinto. Muchos de los habitantes de Sant Vicenç dels Horts no solo están convencidos de que su exvicepresidente es inocente de cualquier delito, sino que desconfían por completo de una justicia española que, consideran, ha emprendido «una persecución política» contra el independentismo. «No es justo meter a alguien en prisión por sus ideas y por poner unas urnas para que la gente se exprese», lamentaba la recepcionista de una academia en la que se imparten clases de catalán.

La clave, la economía

Pero hasta en los feudos más independentistas se percibe el hastío causado por un 'procés' que durante meses levantó unas pasiones que después fueron truncadas de un plumazo por el artículo 155 de la Constitución, el cese del Govern y la encarcelación o huida de sus miembros y la convocatoria de elecciones por parte de Mariano Rajoy. No solo los dirigentes de Esquerra o el PDeCAT han renunciado a la unilateralidad en las últimas semanas, los secesionistas de a pie también confiesan su impotencia ante el poder mostrado por el Gobierno central. También del financiero. «La economía es lo que manda en este mundo, y en Cataluña ha hablado alto y claro», señalaba ayer un vecino de mediana edad de Sant Vicenç dels Horts a propósito de la fuga de casi tres millares de empresas desde el 1-O. Partidario de la república, admite que en las elecciones solo queda salvar lo que se pueda. También que votará a Junqueras, «al que mantener en prisión no hace más que empeorar las cosas y fracturar más a una sociedad ya de por sí muy dividida».

La resignación no se detecta tan solo en las palabras de quienes en su día apoyaron el 'procés', se respira también en el ambiente. Sí, las esteladas aún ondean en muchos balcones. Pero la pérdida de color ocasionada por el paso del tiempo es evidente en la mayoría de ellas, un signo de que el interés y la atención para evidenciar el independentismo está en horas bajas incluso en el pueblo de Junqueras. Si las banderas están viejas, los carteles que recuerdan en las calles del municipio a los 'Jordis' o a los miembros del Govern están en muchos casos desgarrados.

Aun así en algunos de ellos todavía se puede leer un «qué largo se nos está haciendo el fascismo» o «el estado catalán es perfectamente viable». En el edificio del bar restaurante Ateneu hay dos mástiles. En una cuelga la senyera, la bandera autonómica que reconoce el Estatut, y el otro está vacío. No está la enseña española, pero tampoco luce la estelada.

El mayor signo de apoyo a los dirigentes secesionistas encausados se encuentra en la fachada del Ayuntamiento que dirige la sucesora de Junqueras. En uno de los balcones se ha colocado una pancarta en la que se lee «Libertad presos políticos». La Junta Electoral de Barcelona atendió una petición de Ciudadanos y el PP y ordenó retirar una idéntica del consistorio de la ciudad condal para garantizar la neutralidad institucional. El mismo organismo, sin embargo, no ha actuado contra la que ondea en el municipio de Junqueras. O eso, o la sucesora del exvicepresidente, Maite Aymerich, ha hecho oídos sordos.

Fue en la plaza del Ayuntamiento donde el secesionismo trató este lunes de dar muestra de ser un sentimiento mayoritario que cada día menos le reconocen. Fue en una concentración convocada para pedir la libertad de los dirigentes soberanistas que aún permanecen en prisión. La protesta, de unas 300 personas, apenas se pudo escuchar en la cercana casa de Junqueras, un amplio edificio remodelado cerrado a cal y canto que se levanta junto a varios palacetes que aún evidencian su solera pasada, pero que hoy yacen abandonados. «Todo el mundo esperaba que hoy estuviera aquí», dijo la alcaldesa de su predecesor.

A favor del 155

Pese al intento de exhibición de fuerza de este lunes el independentismo ya no es dueño de Sant Vicenç dels Horts. Lo demuestran las pintadas que se reparten por algunos lugares del pueblo. Como las que en la sede de Junts per Sant Vicenç, las siglas bajo las que ganó Junqueras las municipales, respaldan la aplicación del artículo 155. Las que se hicieron se van borrando poco a poco, como el «asesino» que alguien plasmó sobre un panel en recuerdo de Lluís Companys, el presidente de la Generalitat fusilado por Franco en 1940.

Pero, pese al terreno perdido, Esquerra no se da por vencida. Al menos en Sant Vicenç dels Horts. Será en este municipio donde los republicanos cierren su campaña el 19 de diciembre. La encargada de hacerlo será la número dos del partido, Marta Rovira. Tal y como ha decidido el juez Llarena, Junqueras deberá pedir el voto a sus vecinos desde la prisión de Estremera.

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