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La fábrica de cerveza de San Miguel es una de las excepciones en el débil tejido industrial de la provincia.
Málaga, a la cola en desarrollo industrial

Málaga, a la cola en desarrollo industrial

Apenas el 4,4% de la población ocupada de la provincia trabaja en fábricas. Es la cuarta tasa de empleo industrial más baja. Por detrás, sólo Melilla, Ceuta y Tenerife

Nuria Triguero

Sábado, 7 de noviembre 2015, 19:28

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A día de hoy cuesta imaginar que donde se asienta el centro comercial Larios estuviera la fábrica de la ginebra que le dio nombre, que en Huelin se asentara la segunda factoría textil más importante de España o que en la Marbella de las mansiones de lujo se levantaran los primeros altos hornos del país. Y por supuesto, que una provincia cuya economía gira casi en exclusiva en torno al sol y la playa fuera a mediados del siglo XIX la segunda potencia industrial de España, sólo superada por Barcelona. Factorías como la del Amoniaco, el Tarajal, La Aurora, Industria Malagueña, Intelhorce, Metalgraf... forman parte de la historia. Hoy, la realidad es que Málaga está a la cola del país en desarrollo industrial. Según la última Encuesta de Población Activa, apenas un 4,4% de su población ocupada (25.700 personas) trabaja en fábricas. Sólo hay tres provincias en toda España con menos porcentaje de empleo industrial: Melilla, Ceuta y Santa Cruz de Tenerife. La media nacional es del 14%. Si lo que se compara es la aportación de la industria al Producto Interior Bruto, la conclusión es similar: en Málaga es del 5,7%, cuando la media española es del 15,8% y provincias del Norte como Álava llegan a superar el 30%.

El peso de la industria ya era escaso en Málaga antes de la crisis, pero ésta le puso la puntilla. «Entre el 30 y el 40% de la actividad que había en 2008 ha desaparecido», asegura el secretario provincial del sindicato de industria de CCOO, José Lozano. Su cálculo coincide con la destrucción de empleo registrada en estos últimos ocho años: en 2008 había 40.600 personas trabajando en fábricas en Málaga y ahora hay 25.700, un 36% menos. Una brutal caída que también se observa en el número de empresas: hoy hay casi 600 compañías industriales menos que hace cinco años. El desplome de la industria auxiliar de la construcción, que en Málaga tenía gran protagonismo, ha tenido mucha culpa, aunque también han cerrado o minimizado su actividad otro tipo de factorías como Isofotón, Euralex o Bimbo.

Sin señales de recuperación

Lo preocupante es que mientras los demás sectores de la economía malagueña ya están creando empleo en mayor o menor medida, en la industria no se ven señales de recuperación. «Se ha frenado la destrucción de empleo pero no se crea nuevo», apunta Lozano. Para José Antonio Muñoz, de Analistas Económicos de Andalucía, «la posibilidad de recuperar ese empleo es complejo porque la industria cuando se va no vuelve». «Si se cierra un hotel es relativamente fácil abrir otro. Pero la industria implica un nivel de tecnología y de cualificación de personal tal que cuando desaparece difícilmente vuelve», insiste. Por este motivo el experto opina que cuando empezó la crisis, los esfuerzos por preservar el empleo se deberían haber dedicado en mayor medida a la industria.

El presidente de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), Javier González de Lara, reconoce que la crisis «ha agudizado el proceso de terciarización de nuestra economía». En efecto, el sector servicios aglutina ya a casi el 90% de la población ocupada de Málaga (en 2008, el 76%).

Cabe preguntarse: ¿es esto malo? ¿Por qué Málaga debería aspirar a tener más fábricas? «Porque son actividades menos volátiles, más estables y que generan mayor valor añadido», responde Gonzalo Laguillo, profesor en el Instituto Internacional San Telmo. «La ventaja que tiene la industria es que su la vinculación con el territorio es a largo plazo. Si alguien invierte el dinero necesario en montar una fábrica no se va a ir a los dos días», añade José Antonio Muñoz.

Otro factor deseable del sector secundario es la calidad del empleo. «La mayor parte de los puestos de trabajo que genera son fijos y cualificados, incluso en el nivel más básicos», apunta el portavoz de CCOO. Y los sueldos son más altos: el salario medio en la industria en Andalucía roza los 25.000 euros anuales, mientras que en los servicios no llega a 20.000. No por casualidad las zonas más ricas del país País Vasco, Navarra, Cataluña son también las más industrializadas.

Las ventajas de tener un sector industrial potente son tan evidentes que han llevado a la Unión Europea a incluir la reindustrialización en su Estrategia Europa 2020. El objetivo marcado es alcanzar el 20% de aportación industrial al PIB para esa fecha. La Junta de Andalucía ha elevado incluso ese listón: en la Agenda por el Empleo 2014-2020, se recoge la intención de elevar hasta el 22% del Valor Añadido Bruto el peso agregado del sector industrial (actualmente en el 15%). «Todo esto es fácil decirlo, pero ¿cómo se hace? ¿Por decreto?», cuestiona González de Lara, que advierte de que los cambios del sistema productivo «no se improvisan».

Básicamente, dicha estrategia de reindustrialización se plasma en incentivos de ámbito estatal y autonómico que intentan fomentar la implantación de nuevas industrias o la ampliación de las ya existentes. Además, hay sectores concretos que han tenido un claro impulso público, como el polo aeroespacial de Sevilla o la minería en Huelva. Desde la Consejería de Empleo, Empresa y Comercio afirman que en Málaga la industria que se considera prioritaria es la tecnológica, con el PTA como referente. Sin embargo, hay que recordar que la mayoría de empresas del sector tecnológico son de servicios, no industriales. Fujitsu, Epcos-TDK, A Novo, Raytheon y Premo todas ellas factorías electróncas con mucha solera son las excepciones a la regla.

El decano del Colegio de Economistas, Juan Carlos Robles, es escéptico respecto de la eficacia de las subvenciones y advierte: «Para industrializar Málaga primero hay que industrializar España, ya que por mucho que desde el ámbito local o regional se pueda incentivar la llegada de inversiones mediante bonificaciones tributarias o ayudas, de nada sirve si a nivel estatal no se apuesta por invertir en I+D y, sobre todo, en materia educativa tanto a nivel de ingenierías como en formación profesional. Sin buenos profesionales es imposible. No se pueden convertir dos millones de albañiles y camareros en ingenieros», sentencia.

La figura del empresario

Para Gonzalo Laguillo, la escasez de industria en Andalucía está muy relacionada con la falta de capital inversor y de financiación. «Las actividades industriales requieren un esfuerzo inversor grande y una estructura de financiación especial porque el periodo de amortización más largo», explica. Pero además hay otra cuestión relacionada con el tipo de empresariado. «Que existan figuras como en su día fueron los Heredia o los Loring, o como hoy es Rafael Domínguez de Gor, es fundamental. La industria no se construye con empresarios negociantes que buscan hacer dinero a corto plazo, sino con los que tienen vocación de permanencia, de crear empresa», argumenta.

¿Qué tipo de industrias podría atraer la provincia? Obviamente, la industria contaminante queda descartada en una zona turística. Y la fabricación de productos de bajo valor añadido también, puesto que hay países mucho más baratos para ello. El sector agroalimentario es señalado por los expertos como una de las vías con las que Málaga puede crecer industrialmente. «Tiene posibilidades inmensas», apunta González de Lara. «Hay mucho camino por recorrer hasta conseguir que toda la materia prima se transforme aquí. Se nos va mucho valor añadido», añade Muñoz.

Todos los expertos consultados identifican un factor determinante para el desarrollo industrial: el efecto ecosistema. «Lo que marca la diferencia es contar con una industria tractora, como lo es Alestis en Sevilla o Seat en Barcelona, alrededor de la cual van surgiendo empresas dedicadas a proveerla de servicios o materiales», afirma Laguillo. Cómo atraer a esa industria tractora, ése es el quid de la cuestión.

¿Podría la provincia albergar una fábrica relacionada con el sector de la automoción, por ejemplo? El Ayuntamiento de Málaga, con su proyecto de crear una zona franca, pretende aumentar el atractivo de la ciudad para industrias de este tipo. Hay una desventaja de partida: «Estamos en zona periférica», recuerda González de Lara. Y la disponibilidad de suelo industrial de calidad «no es la mejor», añade. Otro obstáculo son las trabas burocráticas. «Cepsa lleva seis años esperando en el Campo de Gibraltar para poder ampliar su planta», recuerda el presidente de la patronal.

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