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Rodrigo Rato (c), presidente de Bankia, levanta pulgar, durante la salida a Bolsa de la entidad bancaria.
Los inspectores «leyeron la cartilla» a Bankia por su «poca transparencia hacia el supervisor»

Los inspectores «leyeron la cartilla» a Bankia por su «poca transparencia hacia el supervisor»

Se quejaron de que altos cargos de la entidad sostenían que al Banco de España «se le da lo que pida y nada más», pese a sus advertencias

José Antonio Bravo

Lunes, 19 de septiembre 2016, 19:10

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Que las cosas no se hicieron bien en Bankia antes de su polémica salida a Bolsa en el verano de 2011 se antoja ya un hecho prácticamente innegable, sobre todo a la luz de los correos electrónicos reveladores que se cruzaron durante todo ese año los inspectores del Banco de España (BdE) que trataban de revisar al detalle unas cuentas que arrojaban bastantes sospechas de estar engordadas o, cuanto menos, alteradas en parte. Esta situación provocó que tuvieran varios desencuentros de cierta tensión con la cúpula del banco que entonces presidía Rodrigo Rato, y que en uno de ellos incluso les hubieran tenido que «leer la cartilla» para tratar de reconducir la situación.

Corría el 10 de noviembre de aquel año y, en una de las reuniones semanales que mantenían con la dirección de la entidad financiera para el «seguimiento de temas pendientes», los técnicos del BdE presentes se mostraron muy enfadados por «habernos enterado de tres asuntos» de Bankia por vías interpuestas. En concreto, en conversaciones oficiosas con varias direcciones de BFA (su matriz) en vez de por el área de Intervención, que era la que debía reportarles cualquier cambio o novedad. Y los temas en cuestión no eran precisamente baladíes, pues se trataba de los traspasos multimillonarios de suelos (activos aparentemente 'tóxicos') que la primera estaba haciendo recaer en la segunda, con pérdidas presumiblemente multimillonarias, junto a la recompra de los pasivos del grupo bancario y su canje por bonos convertibles.

Pero el malestar tornó ya en cabreo serio cuando el entonces director de Contabilidad General y Analítica, José Luis Sánchez Blázquez, les ocultó inicialmente los problemas que existían con el llamado 'Proyecto Hábitat' -que consistía en vender activos inmobiliarios a inversores extranjeros, sobre todo de Estados Unidos- y también con el pleito que les enfrentaba a la aseguradora Aviva. «Estos asuntos -se quejaba el responsable de ese equipo de inspectores, José Antonio Casaus, ante sus compañeros en uno de los correos cruzados- no los ha revelado. cuando tenían que contarnos los impactos reales o potenciales relevantes en Grupo BFA, sino después de que les hayamos 'leído la cartilla'». Su conclusión de lo ocurrido fue tan concisa como rotunda: «poca transparencia hacia el supervisor», es decir, con el Banco de España.

Sánchez era un interlocutor habitual de los inspectores, lo cual le hacía tomarse ciertas licencias en sus encuentros. En uno de ellos, el 4 de noviembre, llegó incluso a afirmar «medio en broma, medio en risa, que «desde hace 20 años le dijeron que al BdE se le da lo que pida y nada más», con el fin de justificar por qué no les había informado de algunas cuestiones. La respuesta de Casaus, aunque diplomática, resultó bastante clarificadora: «Le decimos que eso igual valía hace 20 años. pero nosotros tenemos que valorar, además del riesgo inherente, los controles existentes y el gobierno corporativo, y en este sentido cuanto menos sepamos., peor valoración tenemos. y consecuentemente. más capital se les exigirá».

Hay que «ponerse las pilas»

Los problemas de desinformación, retraso en entregas de datos o incluso aparente ocultación no fueron algo aislado viendo la cronología de los correos que se cruzaban los técnicos del BdE. Así, el 31 de marzo de 2011 Casaus se quejaba ante sus colegas de que en la reunión de ese día con la alta dirección de Bankia desde ésta trataron de excusar su mal comportamiento al respecto en que «no eran conscientes de que les habíamos pedido el detalle de los fondos específicos de solvencia al cierre de 2010», pese a que constaba oficialmente solicitado desde al menos febrero. «Les hemos dicho -apuntaba el jefe del equipo inspector- que esto resultaba bastante desalentador y que se pusieran las pilas».

El 28 de abril de ese mismo año era su compañero Pedro Bravo el que se quejaba de que desde el banco no había «aportado información adicional significativa», pese a su insistencia en saber más de las segregaciones del grupo BFA-Bankia. El 28 de abril era de nuevo José Antonio Casaus quien constataba que había «retrasos en la rendición de estados reservados». No obstante, había advertido a los responsables de la entidad que, si bien le preocupaban esas demoras, «mucho más que haya problemas en la calidad de la información reportada» dado que, por ejemplo, no les habían comentado nada de las dificultades que estaban dándose por las prejubilaciones.

Tampoco hubo la comunicación deseable en las fechas previas al controvertido estreno bursátil de Bankia, el 20 de julio de 2011, pese a que los inspectores sentían que la demanda minorista iba «algo por debajo de las previsiones» y tras haber advertido ya en abril de que «la generación recurrente de resultados del grupo sigue muy débil, aspecto especialmente grave en un contexto de costes financieros crecientes». Por eso, al enterarse de que apenas dos semanas antes del debut el banco había aprobado un plan interno de incentivos para vender más títulos, inferían que «las cosas no van como les gustaría».

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