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Agustín Peláez
Lunes, 14 de diciembre 2015, 00:04
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Antes de la introducción de las variedades de gallinas ponedoras industriales, eran las razas que más se criaban en los cortijos y casas de campo esparcidas por toda Andalucía, incluido Málaga, junto con la conocida como sureña. Se criaban en semilibertad, sueltas en los campos cercanos a las viviendas o en pequeños gallineros y cuadras. Servían para el sustento familiar y como complemento de renta, ya que parte de los huevos se destinaban a la venta y otras para carne. Eran razas grandes y robustas, y con fama de ponedoras. Se trata de las gallinas moñuda recibe el nombre por el moño de plumas que presenta en la cabeza y la barbuda o tufona las plumas erizadas que tienen debajo del pico aparentan un barba.
«El abandono de los cortijos hizo que muchas familias dejaran de criarlas. Las que continuaron residiendo en el campo optaron por otras variedades utilizadas en las granjas de huevos. Eso y el tiempo ha terminando poniéndolas al borde de la extinción. Por ello en 2013 creamos la Asociación para la Recuperación de las Gallinas Andaluzas Moñuda y Tufona», explica el presidente del colectivo Francisco Alcaide, un electricista cordobés en paro, que no ha dudado incluso con escribirle al papa Francisco y a la reina Sofía para hacerles llegar algunos ejemplares y explicarles la labor que realizan para garantizar la conservación de estas razas. Alcaide tiene su gallinero en Guadalcazar (Córdoba).
Entre los socios fundadores del colectivo, que agrupa hoy a una decena de criadores aficionados repartidos por toda Andalucía, se encuentra también el malagueño, Sergio Molina, un abogado de 38 años. En la provincia participan también en la tarea de recuperación de estas dos razas avícolas antiguas andaluzas otros dos socios de Casares y Nerja.
«Hacía algunos años que estaba involucrado en la recuperación de la raza sureña. Supe de las dificultades para conservar las gallinas moñuda y tufona y me animé a formar parte de la asociación. Después de estos dos años hemos conseguido recuperar unos 300 ejemplares», explica Molina.
El trabajo no ha sido fácil. Primero porque es totalmente altruista. Las gallinas que crían lo hacen por afición, pero no como actividad profesional. Carecen de cualquier tipo de ayuda pública, aunque consideran que lo que están haciendo es garantizar la conservación del patrimonio vivo andaluz. Además, los miembros fundadores del colectivo han tenido que patearse casi toda Andalucía para localizar los escasos ejemplares que le han servido para continuar la reproducción.
«Cada año reproducimos muchos, aunque sólo seleccionamos los mejores ejemplares, aquellos que pensamos cumplen el patrón de la raza», explica Alcaide, que reclama que la Junta se implique en la conservación de estas razas igual que lo está haciendo con el lince, ya sea en forma económica, en piensos o productos zoosanitarios.
Evitar su desaparición
«Lo que nos une es el compromiso de hacer todo lo posible para que las gallinas barbudas y con moño no desaparezcan», insiste Molina, que cuenta con un lote reproductivo de ambas razas en una parcela en la comarca de Antequera, con el que ya ha logrado tres generaciones. «De las nuevas gallinas sólo elegimos las mejores, las que consideramos que responden a los cánones de la raza antigua», explica.
Según los promotores de la asociación, es difícil determinar un patrón, ya que eran animales que vivían en semilibertad. Se sabe que había dos tipos de gallina moñuda, una moño grande, que vivía encerrada en los gallineros para que no pudieran verse sorprendidas y atacadas por otros animales por los problemas de visión que tienen a causa del moño, y otra moño pequeño, que solía estar en libertad.
Según Molina, las que más trabajo han tenido para recuperar ha sido la tufona, ya que han sido pocos los reductos que han logrado localizar. En cambio, con la moñuda han tenido más suerte localizando algunos lotes en Sierra Morena.
«La Junta debe tener en cuenta que si no estuviéramos realizando esta labor, es muy probable que este patrimonio avícola vivo andaluz hubiera desaparecido. Lo único que separa al lince y estas dos razas de gallina, es que el primero es un animal salvaje y las aves son domésticas», indica Alcaide.
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