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El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, en el puerto de Ámsterdam. :: efe
El lenguaraz Dijsselbloem
La frase de la discordia Un hombre muy familiar

El lenguaraz Dijsselbloem

Ahora ha sido el sur, pero el presidente del Eurogrupo acumula una larga lista de patinazos como llamar «borracho» a Juncker

ADOLFO LORENTE

Domingo, 26 de marzo 2017, 01:15

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Bruselas. No es extraño ver que un mismo político sea requerido para ocupar diferentes carteras a lo largo de su trayectoria. Y no solo en España; es común en Europa. Pero hay excepciones, casos y casos, como el del holandés Jeroen Dijsselbloem, el calvinista errante. Ministro de Finanzas en funciones en Holanda tras la debacle electoral de su partido el día 15, sigue obstinado en demostrar día sí y día también que nunca será ministro de Exteriores, que la diplomacia no es su fuerte. Es lenguaraz, lo lleva en los genes. Llamar «fumador y borracho» al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en una entrevista de humor en la televisión pública de su país no tiene otra explicación plausible. Ocurrió en 2014 y le costó meses después que Juncker le vetase para ser el gran comisario económico de su nueva Comisión. Desde ahí no ha escarmentado.

Su don para meterse en líos por su incontinencia verbal no puede ser casual, como atestigua su mandato como presidente del consejo de ministros de Finanzas de la moneda común, el Eurogrupo, un cargo para el que parece tener los días contados. La gota que ha colmado la paciencia de sus socios ha sido su durísima declaración afirmando que los países del sur no pueden pedir ayuda del Norte y luego gastarse todo el dinero en «alcohol y mujeres».

Tardó 72 horas en recular pero lo hizo, eso sí, a su manera y advirtiendo que no dimitirá: «Me refería a mí mismo. Lamento si alguien se ha sentido ofendido por el mensaje. Fue directo y puede ser explicado desde una cultura holandesa, calvinista estricta. Entiendo que no es algo que se entienda y se aprecie bien en otros lugares de Europa. Ésa es otra lección que anoto». Hablando de culturas y Europa, en España no se lleva lo calvinista pero sí dichos populares como 'la perdiz por el pico se pierde' y a Dijsselbloem su verborrea le está jugando una mala pasada.

¿Pero quién ese señor alto, de gafas y pronunciados rizos del que esta semana han vuelto a hablar todas las televisiones españolas? Jeroen Dijsselbloem (Eindhoven, 1966) llegó a la presidencia del Eurogrupo el 21 de enero de 2013 gracias al mejor apoyo que hoy en día se puede tener en esta Europa de nervios: Alemania.

¿Por qué él? Por ser holandés (triple A en su deuda) pero, sobre todo, por ser elegido del alemán Wolfgang Schauble, que vio en él la 'marioneta' perfecta para hacer y deshacer en el momento más complicado de la historia del euro. Porque Dijsslebloem es socialdemócrata pero, como los griegos pueden dar fe, la izquierda neerlandesa (al menos en lo económico) nada tiene que ver con la del sur. «Schauble inventó a Jeroen, tiene casi una relación paternal con él», aseguran fuentes alemanas.

Guerra soterrada con España

Casado y con dos hijos, es amante de la jardinería y la ganadería. De hecho, cría cerdos en su granja y en el coche oficial lleva betún para los zapatos por si alguna vez tiene que salir corriendo al trabajo. Viendo su capacidad de meterse en charcos, no es de extrañar. Economista de formación, siempre ha estado haciendo labores de fontanería en el Partido Laborista, nunca en primera línea.

Hijo de profesores, fue por fin a comienzos de 2012 cuando tuvo que tomar las riendas de su partido durante un mes al estallar una crisis interna que recondujo haciendo de puente hasta que llegó su sucesor. Volvió a las penumbras de la fontanería laborista y ya en noviembre de ese año, fruto del pacto con los liberales del primer ministro Mark Rutte, fue elegido ministro de Finanzas.

¿Hasta cuándo? En las elecciones del pasado día 15, su partido se hundió pasando de 38 a 9 escaños, así que es muy posible que sus conciudadanos tampoco hayan comprendido su estilo calvinista y directo. Se espera que el nuevo Gobierno se forme en torno a octubre y hasta que esto no suceda, seguirá siendo presidente del Eurogrupo, ya que su mandato termina el 21 de enero de 2018 (el cargo de ambas carteras se compagina).

Su ambición personal era trabajar todos estos meses para que se crease una presidencia permanente, al objeto de establecerse por fin en Bruselas. Y claro, qué mejor forma de lograrlo que convenciendo a Berlín. Quizá ahora se entienda mejor el porqué de sus palabras en la entrevista en el periódico alemán. Buscó contentar y se pasó de frenada. Porque además sabe que su gran enemigo en la sombra, el español Luis de Guindos, tiene el favor de Schauble, quien le apoyó en la votación que al final España perdió en julio de 2015.

Dijsselbloem, con sus declaraciones sobre el sur, ha firmado su acta de defunción política en la vida comunitaria. Países como Portugal, Italia o Grecia, durísimos con él, jamás permitirán que siga en el puesto. España, que fue desde donde se filtró la entrevista, se ha limitado a hablar de «majadería» y a poner en tela de juicio su «catadura moral». Eso sí, nada de pedir su dimisión para evitar líos diplomáticos e intentar mantener intactas las pocas opciones de De Guindos para hacerse con una presidencia que supondría culminar la 'operación retorno' a la cúpula de la UE que Rajoy impulsó, sin de momento mucho éxito, hace ya tres años.

Pero ¿cómo acabará la historia? Pues recurriendo a ese estilo «directo, franco y calvinista» de Dijsselbloem, huele a que será un 'ni para ti ni para mí'; a que De Guindos, sabedor de que ser del PP impedirá que pueda hacerse con el cargo, ha jurado venganza y ha proclamado aquello de 'no seré yo, pero tú tampoco'.

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