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La china comunista, adalid del capitalismo

El proteccionismo de Trump y el 'brexit' contrastan con la defensa del libre comercio que hace Pekín

ZIGOR ALDAMA

Domingo, 22 de enero 2017, 01:25

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Pocos discursos políticos o económicos han resultado tan sorprendentes para el mundo como el que ha pronunciado el presidente chino, Xi Jinping, durante el Foro Económico Mundial celebrado esta semana en Davos. El mandatario, que es también secretario general del Partido Comunista de China, hizo una decidida defensa de los valores tradicionales del capitalismo: el libre comercio y la globalización. De forma anacrónica, Xi representó los valores que generalmente se asocian con Estados Unidos. Y lo hizo, de forma muy consciente, en vísperas de la jura de Donald Trump como presidente de su principal rival comercial, y coincidiendo con el anuncio de la votación del 'brexit' en el Parlamento británico. Son, precisamente, dos referentes de un populismo cuyas dramáticas consecuencias China ha señalado en diferentes ocasiones.

«No se puede culpar a la globalización de todos los males que sufre el mundo», dijo Xi en su primera aparición en Davos. «En una guerra comercial nadie resultará vencedor. Debemos propiciar el libre comercio global y la liberalización de las inversiones, así como oponernos al proteccionismo», añadió en referencia a las amenazas que ha lanzado Trump, empeñado en tachar a China de 'manipulador de la divisa' para castigarle con aranceles de hasta el 45%. En el abarrotado auditorio, muchos no daban crédito.

En China, sin embargo, pocos se han asombrado por las palabras de su presidente. Al fin y al cabo, el gigante asiático lleva más de tres décadas jugando a su antojo con el significado del 'socialismo con características chinas', una definición tan vaga que ampara incluso al capitalismo más extremo. Buena muestra de ello son las grandes diferencias sociales que caracterizan a la segunda potencia mundial, que hace ya tiempo exige al mundo que caiga en una contradicción y reconozca a China como una 'economía de mercado'.

Parece evidente que Xi Jinping aprovechó el mal sabor de boca que Trump está dejando en la comunidad internacional para tratar de sustituir a EE UU como principal fuente de influencia global. Sin duda, en Pekín preocupa el efecto que puede tener un conflicto comercial con EE UU en su economía, que crece al menor ritmo de los últimos 26 años, y busca adelantarse para contrarrestarlo. Pero, aunque Trump asegure una y otra vez que la superpotencia americana saldría beneficiada en ese escenario, los datos no le otorgan una victoria tan holgada.

En primer lugar, es cierto que por cada dólar que EE UU vende a China le compra cuatro. Pero esas estadísticas comerciales esconden un dato crucial: incluyen los productos y componentes que fabrican empresas estadounidenses en China y que luego se venden en el territorio que preside Trump. El iPhone es un buen ejemplo de esta categoría, a la que pertenece más de la mitad de las exportaciones que China envía al otro lado del Océano Pacífico. De esta forma, los aranceles que propone el nuevo presidente afectarían de rebote a las empresas americanas, que se verían obligadas a trasladar su impacto en el precio a los consumidores y podrían disparar la inflación.

Además, China no se quedaría de brazos cruzados y tomaría represalias contra las importaciones norteamericanas, que se han triplicado desde 2005. Podría también torpedear el plan de Trump para lograr que sus multinacionales fabriquen en EE UU imponiendo elevados impuestos a elementos clave como las tierras raras, indispensables en la fabricación de tecnología y cuya producción Pekín controla en más de un 90%. Además, como China es adalid del capitalismo solo de palabra y el Gobierno controla sectores estratégicos, también podría dificultar el acceso de las compañías americanas a su jugoso mercado.

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