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Siete países europeos han sacado de la circulación las monedas de un céntimo.
¿Dónde están los 5.747 millones de céntimos?

¿Dónde están los 5.747 millones de céntimos?

El Banco de España encarga un estudio para saber dónde acaba la calderilla que acuña. Sospecha que se queda en casa

Susana Zamora

Domingo, 25 de diciembre 2016, 23:59

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Cada día se repite la misma escena en miles de hogares españoles al llegar a casa sus dueños: vaciar los bolsillos y las carteras de la calderilla acumulada durante la jornada. En su mayoría, monedas de uno y dos céntimos. Las primeras son especialmente incómodas para el ciudadano, porque son diminutas (16,25mm. de diámetro) y apenas pesan (solo 2,3 gramos), con lo que tienden a perderse y, además, no se puede pagar casi nada con ellas. ¿El resultado? Un desuso que ha alertado al Banco de España, que ha encargado un estudio externo para analizar qué está ocurriendo.

Pero si no se usan ¿por qué ha aumentado su producción? Puede parecer paradójico, pero lo cierto es que la demanda de este tipo de cambio no ha dejado de crecer y España ha pasado de los 3.854 millones de monedas de un céntimo puestas en circulación en 2010 a los 5.747 millones en octubre de 2016, última fecha facilitada por el Banco de España. Esto, traducido a dinero contante y sonante son algo más de 57 millones de euros que ahora mismo debería haber en el mercado con la divisa más pequeña. Pero la realidad es otra. Los expertos sospechan que cuando entran en casa ya no salen. Los datos aportados por las entidades financieras y que apenas les llegan devueltas por su mal estado son algunos de los indicadores. Pero tendrá que ser ahora la empresa Indra Business Consulting, S. L. U., adjudicataria del estudio, la que analice la circulación monetaria del país y ayude a entender por qué, tal y como parece, los ciudadanos están acumulando las monedas en vez de utilizarlas en los pagos. La cuestión no es baladí. El estudio costará 230.000 euros después de que hubiera una rebaja en el precio de licitación, marcado en 323.000 euros.

A nadie se le escapan las consecuencias que se derivarán de las conclusiones, aunque por el momento nadie habla de quitar de la circulación las indeseables monedas de cobre. España no sería el primer país que lo hiciera. Ya son siete países europeos (Finlandia, Suecia, Dinamarca, Hungría, Holanda, Bélgica e Irlanda) los que se han deshecho de ellas argumentando dos razones de peso: no se usan y cuesta más hacerlas que el valor que tienen. El coste de acuñar una moneda de un céntimo es 1,65 céntimos, mientras que el de acuñar cada moneda de dos céntimos es de 1,94 céntimos, según la Comisión Europea. Hace dos años, esta institución aconsejó a los estados evaluar varias alternativas: dejar de acuñarlas y retirarlas de golpe; fabricarlas con un material barato; mantenerlas, o ir a una desaparición progresiva. Al final, quienes optaron por eliminarlas funcionan con el redondeo, un sistema que a ojos de la organización de consumidores Facua «puede beneficiar tanto a empresas como a clientes», apunta su portavoz, Rubén Sánchez.

Impacto en la economía

Para los expertos, el efecto de quedarse sin monedas de uno y dos céntimos sobre el sistema monetario sería «incuestionable», aunque «de menor intensidad» que cuando se produjo el paso de la peseta al euro, advierte el director de la cátedra Jean Monnet de Economía Europea de la Universidad de Málaga, Pablo Podadera. Aventura que los precios sí podrían subir y haber un pequeño repunte de la inflación, pero a medio plazo, «dado que precisan de un tiempo para adaptarse a la realidad monetaria del consumidor». Las consecuencias más inmediatas las sufriría la población con menor poder adquisitivo. «Si retiramos las monedas de menos valor, les estaríamos cortando la posibilidad de gastar en su día a día», apunta.

Una de las razones que podrían estar detrás de este uso cada vez menor de las monedas es el aumento de los pagos con tarjeta. El presidente del Consejo General de Economistas, Valentín Pich, advierte de que esta tendencia a pagar con plástico tiene una repercusión directa en las clases menos pudientes y en personas mayores que tienen dificultades hasta para abrir una cuenta corriente.

La realidad es que a los ojos de los ciudadanos esta calderilla no tiene valor ninguno. Ni siquiera para comprarse un café en una máquina expedendora. En el sector se defienden: causan muchas incidencias y a la hora de cambiar los precios es más cómodo hacerlo de cinco en cinco, afirma el director general de Prodelfi, Andrés Martínez.

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