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Miguel Blesa y Rodrigo Rato, cuando el primero presidía Caja Madrid y el segundo era ministro.
Juicio al exceso más burdo de la banca

Juicio al exceso más burdo de la banca

Desde mañana se sientan en el banquillo 65 exdirigentes de Bankia y Caja Madrid por las tarjetas ‘black’

j. a. bravo

Domingo, 25 de septiembre 2016, 00:38

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Se suele decir que la justicia que es lenta no es justicia, pero lo cierto es que cuando su maquinaria se pone en marcha, y más cuando el caso viene rodeado de una gran atención mediática, es complicado pararla. Un buen ejemplo son las llamadas tarjetas black, que prácticamente se han convertido en un paradigma de la aparente corrupción que campaña a sus anchas en algunas entidades financieras antes, y también durante, la última gran crisis económica, aunque probablemente sea uno de los excesos más burdos de aquella época de mal recuerdo.

Desde mañana se sientan en el banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional un total de 65 ex altos cargos de Caja Madrid y su sucesora, Bankia, que se enfrentan a penas de prisión de entre seis años y tres meses acusados de apropiarse indebidamente o, en su caso, de administración desleal de forma continuada de hasta 15,5 millones de euros entre 1999 y 2012 a través del uso aparentemente indebido de unas tarjetas de crédito Visa (Oro y Plata). Las reclamaciones, no obstante, han quedado limitadas a 12 millones porque las responsabilidades por las operaciones comprendidas hasta 2003 quedaron ya prescritas años atrás.

Al frente aparecen dos personas que estuvieron claramente vinculadas al PP, sobre todo Rodrigo Rato, quien llegó a ser vicepresidente, además de ministro de Economía, cuando José María Aznar ocupaba La Moncloa. Precisamente fue su dedo el que también ayudó a colocar a Miguel Blesa al frente de la caja de ahorros madrileña, si bien para ser elegido su presidente en 1996 tuvo el apoyo interesado, eso sí de Izquierda Unida y el sindicato CC OO.

Dos clanes y una versión... por ahora

  • Los 65 exdirigentes de Caja Madrid y Bankia juzgados por las black estarán juntos, pero no revueltos. Hasta ahora su versión ha sido la misma sostener que la remuneración extra recibida con esas tarjetas era acorde a su «esfuerzo y dedicación». Pero conforme el juicio avance es probable que se pueda ver una clara diferencia de clanes, de un lado los ejecutivos y por otro los consejeros. Los primeros pretenden hacer ver que esos pagos eran una parte más de su sueldo, que dependían a su vez de su jefe (Blesa) y que fueron refrendados por la comisión ejecutiva, pero la Audiencia Nacional los ha visto finalmente como sobresueldos en B. Los segundos, cargos políticos en su mayoría y que autorefrendaron un sistema de pagos que les beneficiaba aduciendo, eso sí, que no veían los temas «en detalle», tratan de agarrarse a que era una compensación por gastos profesionales aunque la realidad no lo avala.

Tres años más tarde, con Blesa ya consolidado al frente de la entidad a la que incluso cambió el logotipo liberando a su popular oso de la hucha donde estaba encerrado, gesto claramente premonitorio, puso en marcha un sistema de pagos extra a su cúpula que el juez Fernando Andreu, la persona que investigó durante 15 meses los abusos cometidos con las black, no dudó en calificar de «opaco». Es decir, fue ocultado de forma voluntaria a los ojos de la todopoderosa Hacienda, que aparentemente únicamente se enteró cuando saltó el escándalo en octubre de 2015 tras llegar a la Audiencia Nacional los primeros informes.

Empezó a repartir una serie de tarjetas de crédito selectivas, al margen del circuito ordinario sus desembolsos, por ejemplo, se contabilizaban en cuentas distintas a lo acostumbrado y que fueron usadas para «gastos personales y propios». Pero no contaban con «respaldo contractual alguno» pues, aunque tienen un antecedente en otras tarjetas para gastos de empresa establecidas desde 1988, Blesa «desnaturalizó» el sistema como testificó su antecesor, Jaime Terceiro eliminando los limites a su uso. Yeso supuso que se llegaran a multiplicar por hasta 20 los emolumentos anuales de un consejero.

Fue a partir de 2003 cuando se apreciaron pagos más importantes, para llegar en 2006 a fijarse un tope mensual de 3.400 euros aunque era habitual que se permitiera superarlo con la anuencia de Blesa o bien su número dos, Ildefonso Sánchez Barcoj, quien sí llegó a diseñar una red de control. Solo tres años después, cuando la crisis económica arreciaba en España, esa referencia prácticamente se duplicó hasta los 6.000.

Cuando llegó Rato, en 2010, las cosas no cambiaron, aunque sí se fueron limitando a su círculo de confianza. La prueba es que en febrero de 2012, ya con la sospecha de que las cuentas de Bankia tornaban a desastrosas, ordenó emitir unas nuevas tarjetas con un límite mensual de 12.000 euros para saltarse así la rebaja de sueldo que el Gobierno había decretado para los banqueros de entidades financieras rescatadas.

Excesos de todo tipo

Aunque sí todo eso puede parecer escandaloso, mucho más lo es el hecho de que amén de la discrecionalidad en el gasto y sus límites, los momentos elegidos para quemar las tarjetas fueran llamativos y alejados de cualquier uso profesional. La mitad de los desembolsos (en algunos casos, por encima del 70%), según las pesquisas que llevó a cabo la Policía Judicial con los extractos que facilitó la Bankia actual, se hicieron fuera de la jornada laboral normal.

Y para ejemplo bien valen los tres máximos responsables del sistema. Así, el 60,5% de los 99.054 euros que Rató gastó con su black fueron en fines de semana, noches y festivos, frente al 39% de Blesa (115.522 euros en total) y el 36% de Sánchez Barcoj (173.665 euros), quien llegó a gastar 17.000 euros en un viaje la Nochevieja de 2009. Pero esas malas costumbres fueron más allá, por mucho que algunos usuarios de las tarjetas declararan al juez que las usaban «con una lógica y prudencia».

Desde viajes de ocio, restaurantes, boutiques de lujo, pubs y discotecas, pasando por marisquerías, tallas religiosas y librerías, hasta llegar incluso a pagar llamadas en cabinas telefónicas y billetes de metro con ellas. Sin olvidar las retiradas en cajeros (hasta dos millones de euros). Y es que, como rezaba un famoso anuncio de una empresa de tarjetas, «no salga sin ella». Blesa, Rato y compañía no lo hicieron.

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