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Carlos Sainz, en su monoplaza, durante el Gran Premio de Singapur
Pelea en el patio del colegio de Toro Rosso
polémica

Pelea en el patio del colegio de Toro Rosso

El buen ambiente aparente entre Sainz y Verstappen salta por los aires por la desobediencia del holandés

david sánchez de castro

Lunes, 21 de septiembre 2015, 20:42

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«Si le llego a dejarle pasar (a Sainz), mi padre me patea las pelotas. Con esta frase, entre risas, Max Verstappen justificó su indisciplina en Singapur al no obedecer la orden directa que recibió de radio de dejarse adelantar por Carlos Sainz. Aunque el holandés intentó quitarle hierro al asunto, en el ambiente de Toro Rosso se ha enrarecido mucho la atmósfera. Sainz se siente agraviado: él siempre ha aceptado las órdenes de sus jefes, sin cuestionarlas, y aunque con ello se viera perjudicado.

La situación era previsible. Dos gallitos, en plena adolescencia en el caso de Verstappen, que siempre han escuchado de su ambiente más cercano que son los mejores de los suyo y que tienen potencial para ser campeones. Al holandés se le ha llegado a comparar con Ayrton Senna, y el pedigrí con el que Sainz llegó a la Fórmula 1 ha sido un ariete con el que ha empujado cada puerta del automovilismo. No obstante, en ambos casos, el peso puede acabar siendo muy perjudicial.

Cada fallo de Verstappen, por pequeño que sea, sirve de gasolina para quienes le esperan con las antorchas encendidas para quemarle al grito de ¡es una maniobra de marketing! ¡No ha demostrado nada!, y con el nombre y apellido de Sainz ocurre lo mismo: la leyenda de su padre en el mundo de las cuatro ruedas y su amistad con Fernando Alonso son demasiado alargadas. Con este ambiente, la tensión externa con la que los pilotos de Toro Rosso se montan en el coche es excesiva.

Las palabras del jefe de Toro Rosso, Franz Tost, no ayudan a calmar los ánimos. Lejos de recriminar con contundencia la actitud de Verstappen, algo que en otras escuderías hubieran hecho de manera inmediata (Mercedes es el mejor ejemplo), lo justificó: Carlos era demasiado lento, estaba demasiado lejos y Max tenía razón. Vimos que no se acercaba y no hubiera alcanzado a Pérez, así que hicimos bien en dejarles seguir. Dicho de otro modo: la culpa es de Sainz, por ir más lento de lo previsto.

Distintos ambientes, mismo objetivo

En dos pilotos tan jóvenes como Carlos Sainz y Max Verstappen, el ambiente es fundamental y en sus casos concretos, la figura de sus padres es un eje. Dentro de los coches son los pilotos quienes tienen toda la potestad, pero fuera de ellos tienen que compartir plano con sus progenitores.

Por un lado está la figura de Jos Verstappen. El ex piloto de Fórmula 1 no llegó a deslumbrar en el Gran Circo, su carrera deportiva fue de más a menos y si se le recuerda es más por ser compañero de Michael Schumacher y salir ardiendo en un pitstop que por sus éxitos. Sus movimientos entre bambalinas fueron vitales para poner al joven Max en el primer foco de la actualidad y en la agenda de los equipos más grandes del automovilismo.

La calidad del adolescente hizo el resto: sin apenas experiencia en monoplazas ya estuvo a punto de ganar un campeonato tan duro como la F3 en su temporada de debut, y en dos años ha pasado de los karts a la Fórmula 1, en una de las carreras deportivas más fulgurantes que se recuerdan. No obstante, y pese a que siempre apoya a Max desde la distancia, raro es ver a Jos vigilar de cerca las declaraciones de su hijo a la prensa. Todo lo contrario que Sainz padre que, aunque no corta ninguna pregunta de los periodistas, suele estar más pendiente de lo que dice o hace su hijo en sus apariciones públicas.

Al otro lado del box está el otro padre, este sí, ilustre: Carlos Sainz. Leyenda del automovilismo con dos mundiales de rallies, varios subcampeonatos y una victoria en el Dakar a sus espaldas, entre otros muchos éxitos, pocos son los que no tienen al madrileño un respeto máximo. Su nombre y potencial económico le han servido de carta de presentación perfecta para su hijo que, además, ha respondido en pista a las expectativas creadas. Carlos Sainz Jr. se ha ganado por méritos propios no ser conocido como «el hijo de» y, cada vez más, empieza a robar planos a su padre. Aunque los estilos de los patriarcas Verstappen y Sainz son distintos, el objetivo es el mismo: convertir a sus hijos en campeones del mundo en los próximos años.

Mientras tanto, los jóvenes Sainz y Verstappen están en el filo de la navaja. Históricamente la Fórmula 1 ha sido caldo de cultivo de grandes rivalidades deportivas, y hay multitud de ejemplos de enemistades entre compañeros de equipo. Está en manos de Toro Rosso evitar que esto se vaya de madre y se quede en una simple riña típica de cualquier patio de colegio.

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