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Nico Rosberg celebra con el personal de Mercedes su triunfo y el título de constructores del equipo. :: afp
Nico Rosberg ensaya             el doblete en Suzuka

Nico Rosberg ensaya el doblete en Suzuka

Mercedes ya es campeón de constructores, y el alemán mete la directa a por el título de pilotos con una carrera impecable en Japón, donde Hamilton pifia

J. M. CORTIZAS

Lunes, 10 de octubre 2016, 00:47

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Algún psicólogo seguro que le sacaría chispas a la relación causa-efecto entre el incremento de la vida pública, social, casi un producto on-line y la merma de resultados producida de manera inesperada. Lewis Hamilton ha ido perdiendo el título en idéntica proporción a los méritos de Rosberg para hacerse con un galardón que hasta ahora le había quedado grande. Por mucho que el tricampeón recela, con brotes de razón, de la casualidad que supone que sólo su Mercedes haya sido el recipiente de los problemas este curso, en su debe figura un puñado de errores, concentrados en la arrancada. Ayer en Suzuka la noche y el día volvieron a dibujar una línea imaginaria que separó a los bólidos de la estrella errante.

Se apagaron las luces del semáforo y Rosberg se mantuvo en la trazada perfecta. Correcta la tracción, garantizado el liderato esta vez sin ningún morro ajeno llamando a la puerta. A su derecha el monoplaza siamés de Hamilton se quedaba clavado. Sin motivo mecánico. La culpa a su zurrón. Fuera atenuantes. El crítico uso del embrague convirtió su coche en portador de un motor ahogado que rechazó las primeras instrucciones de puesta en marcha. No avanzaba y casi es pasto del canibalismo propio del pelotón. Los dos Ferrari y un Red Bull se toparon en su itinerario y tuvieron que apelar a la ley del volantazo para esquivarlo.

De la segunda plaza como cohabitante en la primera fila de la parrilla a ver la cabeza desde el octavo puesto. Rosberg, Verstappen, Pérez, Vettel, Ricciardo, Hulkenberg y Raikkonen le saludaron al pasar. Una muerte anunciada porque aunque tuviera el margen de 53 vueltas para bucear en la estrategia el modo de librarse de tanta compañía, la realidad dibuja a un Hamilton menos agresivo.

Rosberg se metió en faena y replicó a sus cada vez más insignificantes contestatarios. Retó a que le siguiera el más valiente, pero nadie contestó. Además, el frío asfalto nipón actuaba como lija en los neumáticos provocando que la durabilidad de los compuestos blandos fuera casi testimonial. Alonso -ayer una figura decorativa de relleno al igual que Sainz- abrió la veda del garaje en la vuelta 10, una antes que los Red Bull, tres que Rosberg y los Ferrari y cuatro respecto al primer cambio de Hamilton. El inglés ya había superado a Hulkenberg y haría después lo propio con Ricciardo, Massa y Bottas.

Gran pilotaje

Por el camino, vueltas y vueltas sin que nada sucediera, al punto de que los 22 pilotos concluyeron la carrera en el margen de un giro. Rosberg, con un pilotaje inmaculado, se citó con la bandera a cuadros por novena vez en una temporada en la que ha sabido retornar de una penumbra que parecía le había atrapado. Hamilton se puso al rebufo de Verstappen para darle un poco de condimento al guiso y se lanzó a por el holandés para relativizar el daño que había ocasionado.

Sólo tenía una bala en la recámara y la desperdició con un intento erróneo que saldó con un recto hacia la frustración. 33 puntos de desventaja en un total de 100 que quedan por jugarse parece una montaña demasiado alta hasta para un, otrora, ochomilista nato como él.

Alonso y Sainz hablaron sin tapujos de decepción para explicar su sensación al concluir en las plazas 16 y 17. La alegría la acaparó Mercedes con su tercer título consecutivo en la nómina de constructores. Un trienio insultante para la competencia.

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