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ALBERTO GÓMEZ
Martes, 18 de abril 2017, 19:35
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El segmento de golf es uno de los más competitivos y de los de mayor impacto para la industria turística andaluza. Cada año, la comunidad recibe cerca de medio millón de turistas que encuentran en el golf su principal motivación. Numerosas asociaciones ecologistas han criticado durante años la construcción de campos. «Eso ya ha cambiado; la realidad de nuestro deporte es que los recursos hidráulicos que usamos son residuales y que los campos son puntas de lanza en la aplicación de las nuevas tecnologías para proteger el medio ambiente», aseguran desde Las Brisas, en Marbella: «Los campos son un freno para la contaminación atmosférica. Un kilómetro cúbico de césped absorbe 120 kilos de dióxido de azufre cada día, y una hectárea puede liberar más de cinco mil metros cúbicos de oxígeno en un año. Además, suponen una destacada acción antierosiva debido a que provoca la disminución de la escorrentía y contribuye a la recarga de los acuíferos».
José Miguel Sánchez Prados, director del Jardín Botánico de Málaga y profesor del Máster en Dirección de mantenimiento de campos de golf, cursado por la Escuela Autónoma de Dirección de Empresas, avala esta teoría: «Los campos proporcionan espacios protegidos para fauna y flora, constituyen zonas de almacenamiento de CO2, mejoran la captación de agua y el control de escorrentías y eliminan pesticidas y sustancias químicas. También reducen los ruidos y el deslumbramiento, las plagas y el nivel de polen, así como el número de incendios, ya que funcionan como franjas de protección y seguridad en zonas con peligro de incendio en sequía estival». Sus beneficios, explica, son también sociales: «En una sociedad cada vez más necesitada de espacios para el ocio, los campos son lugares donde se habla, se juega, se compite, y todo ello en un entorno natural de gran valor ornamental».
La evolución que los greenkeepers, que por lo general se encargan de la dirección técnica de todas las operaciones que tienen lugar en los campos, así como de la coordinación del material, el presupuesto y los empleados, han tenido en las últimas décadas está escrita a base de formación, sensibilidad con la naturaleza y una mayor profesionalización. La ampliación de sus tareas -presupuestos, comunicación con socios y distribuidores, elección y coordinación del personal de mantenimiento, impacto medioambiental- les ha obligado a reinventarse. Las titulaciones específicas cuentan con asignaturas relacionadas con el diseño y la construcción de campos, la botánica, el paisajismo, la hidráulica, la economía aplicada, los riesgos laborales, la jardinería, la mecánica o la gestión medioambiental.
La demanda de agua para los campos es muy elevada debido a las peculiaridades de nuestro clima. Además, el hecho de que el clima sea proclive para el juego en la totalidad o en gran parte del año extiende el período en que el riego es necesario. Paralelamente, el agua es un recurso cada vez más escaso en nuestra geografía, que además se reparte entre usos muy diferentes, como domésticos, industriales, agrícolas o recreativos. La utilización de aguas residuales para el riego del césped de los campos constituye un avance importante, pues hace que la explotación de los acuíferos, una de las grandes luchas ecologistas, sea menor. Eso sí, su uso en condiciones no adecuadas ocasiona contaminación de los acuíferos debido a su gran contenido salino y orgánico de las mismas, junto con los elevados valores de nutrientes que llevan, destacando un elevado nivel de sales cloruradas y sódicas.
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