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Rafael M. Mañueco
Moscú
Viernes, 1 de diciembre 2017, 21:04
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En un contexto internacional complicado para Rusia, objeto de sanciones por la anexión de Crimea y por su agresiva política en relación con Ucrania, el Mundial de Fútbol del año próximo va a ser sin duda un elemento de distensión. Lo va a capitalizar fundamentalmente el presidente Vladímir Putin, que necesita potenciar su deteriorada imagen internacional y presentar a Rusia como un país moderno y capaz de organizar un evento deportivo de primera magnitud como ya hizo en 2014 con la Olimpiada de Invierno de Sochi.
El sorteo celebrado ayer en el Palacio de Congresos del Kremlin, sede en su día de los rancios cónclaves del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), supone el pistoletazo de salida, la cuenta atrás, de un campeonato que no comenzará hasta dentro de seis meses. Pero Putin ha querido estar ya muy presente para que quede claro que él, gran amante de los deportes, ha sido desde el principio el artífice de esta gran convocatoria. Antes del comienzo de la gala, el máximo dirigente ruso se reunió con las «manos inocentes» que extrajeron las bolas de bombos, leyendas del balompié como Carles Puyol, Diego Armando Maradona, Diego Forlán, Fabio Cannavaro, Laurent Blanc, Gordon Banks, Cafú y Nikita Simonián.
Putin, acompañado por el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, fue el primer en tomar la palabra para decir que su país «espera con impaciencia el campeonato y tiene intención de que pueda desarrollarse con el más alto nivel». Prometió que «haremos todo lo posible para que sea una grandiosa fiesta deportiva» y deseó suerte a «los 32 equipos y a sus seguidores». Aseguró que quienes acudan al Mundial «conocerán nuestra hospitalidad».
Después intervino Infantino para invitar a los aficionados futboleros de todo el mundo, se hayan clasificado o no sus selecciones nacionales, a venir a Rusia el año que viene. «Venid y celebrad el fútbol el próximo año. Millón y medio de personas comprobarán que Rusia es un país hospitalario. Será una experiencia fantástica para todos», aseguró el jefe de la FIFA. Hubo después hasta una conexión con los cosmonautas de la Estación Espacial Internacional.
El máximo goleador de la historia de los mundiales, el alemán Miroslav Klose, llevó hasta el escenario la copa que se llevará el campeón de la edición de 2018. Como maestros de ceremonia actuaron el ex delantero inglés, Gary Lineker, máximo goleador en el México-86, y la periodista deportiva rusa, María Komándnaya. Tras unas breves actuaciones musicales a cargo, entre otros, de un grupo folclórico ruso y la cantante Alsú, comenzó el sorteo.
A Rusia le quedan todavía muchos flecos, de aquí a junio, para ultimar los preparativos del campeonato. Los traslados entre las 11 sedes en el país más grande del mundo no está todavía completamente afinada, algunos aeropuertos necesitan ampliaciones aún sin culminar. Faltan todavía plazas hoteleras, sobre todo en Moscú.
Es verdad que las autoridades rusas están haciendo un verdadero esfuerzo para evitar que los hinchas violentos, sean rusos o extranjeros, puedan agüar a los demás la gran fiesta del fútbol.. Se han confeccionado listas para cerrar al paso a los estadios a «hooligans», racistas y radicales de toda laya. Ni siquiera podrán entrar en Rusia si llegan de fuera. El gran reto, no obstante, sigue siendo garantizar la seguridad en un país implicado en la guerra de Siria y, por ello, amenazado por el autoproclamado Estado Islámico con acciones terroristas durante el campeonato. Y asegurar que no pasará nada logrando causar el mínimo de molestias a los aficionados. Queda todavía tarea por delante.
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