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Aron Gunnarson. Reuters
El alma de Islandia - Aron Gunnarson jugador del Cardiff City y selección islandesa de fútbol Rusia 2018

Aron Gunnarson, el alma de Islandia

Islandia ·

El capitán de la selección islandesa comenzó en el balonmano, el primer deporte de su país, para convertirse después en la máxima referencia del fútbol del combinado que sorprendió al mundo en la Eurocopa de 2016

Eloy de la Pisa

Viernes, 1 de junio 2018

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Sostenía el pensador ilustrado Jean-Jacques Rosseau en su obra magna 'El Contrato Social', que lo que somos viene determinado por lo que nos rodea, que es lo que nos circunda lo que termina por moldearnos y, en su visión, por corrompernos y abandonar así la bondad natural con la que nacemos. Quizá si el filósofo francés hubiera conocido a Aron Gunnarsson habría introducido en su popular teoría algunos matices para explicar así la trayectoria de este vikingo indomable, alma de la más extraña selección de fútbol que haya participado en un Mundial desde los tiempos en los que lo hiciera Haití.

El hoy capitán de Islandia llegó a este frío mundo el 22 de abril de 1989. Y lo hizo en Akureyri , problación islandesa de 19.000 habitantes. Lugar dedicado a la caza de ballenas y ubicado en un idílico fiordo... cuando hace buen tiempo, ya que es la localidad más septentrional de la isla. Así que de entrada, el mar, los cetáceos, la nieve y el hielo debían ser los horizontes del joven Aron. Pero no. Vivir en una población de 19.000 habitantes en España es vivir en un lugar pequeño, pero en Islandia, país en el que habitan menos de 340.000 personas, es hacerlo en un lugar con cierta presencia. Tanta que tiene Universidad. Y en las universidades se practica el deporte. Y a Gunnarsson le gustaba mucho el deporte. Sobre todo el balonmano, que no deja ser el deporte nacional.

Hay que reconocer que la genética vikinga de los islandeses es más que apropiado para el balonmano. Anchos de espaldas, brazos largos, piernas potentes... Lo de lanzar una pelota en salto parece a priori que se les ha de dar de miedo. Y a Gunnarson no se le daba mal, pero aquello no le terminaba de convencer. Y eso que con 15 años había debutado en la liga islandesa. Pero no era el camino.

Así que Aron, apoyado por su hermano Arnor, decidió pasarse al fútbol. Al fin y al cabo, es más fácil triunfar en el fútbol siendo islandés que en el balonmano. Fichas de balompié hay 20.000, un tercio de las que registra el primer deporte del país. Y Gunnarson, con su hermano, ingresó en el Thor, el equipo de la universidad. Pronto se vio lo acertado de la decisión. Apenas una temporada después el AZ Alkmaar holandés le contrataba. Era juvenil.

La transformación de este centrocampista alocado y potente de los primeros años en el jugador posicional que es ahora empezó a fraguarse en el Coventry, el equipo de la cuarta división inglesa que le fichó del AZ por 100.000 euros en 2008. Y se consolidó en el Cardif City, su actual club, al que llegaba en 2009. 1,25 millones pagaron los galeses por él. Con 20 años el liderato de Gunnarsson empezaba a despuntar. Su personalidad calmada y reposada y su capacidad para empatizar con sus compañeros a base de escuchar y escuchar empezaron a ser imprescindibles en el vestuario del equipo británico. Y no era de extrañar. Ya era internacional por Islandia y solo tres años después se convertía, con 23, en capitán de los vikingos. De esa época es la anécdota que ha marcado mucho su carácter. Estaba Islandia en Tirana, la capital del Albania, para disputar un partido oficial. Y Gunnarson advirtió a sus compañeros de que no salieran a la calle porque la mayoría de los albaneses eran unos criminales. El revuelo que se montó obligó al joven centrocampista a pedir disculpas, a asumir el error y provocó que ganara aún más prestigio entre los suyos.

Un asombroso saque de banda

Centrocampista aguerrido, incansable, tenaz, Islandia se resiente cuando no está él en el campo. En especial porque es la piedra angular sobre la que gira el juego de posición de los islandeses, un grupo con ciertas carencias defensivas.

Y luego está lo del saque de banda. Gunnarsson es capaz de poner el balón con las dos manos en el centro del campo desde la zona del saque de esquina. Una virtud nacida de sus capacidades balonmanísticas. Al fin y al cabo, para lanzar una esfera con potencia y dirección, es necesaria una palanca larga (el brazo) y un eje de rotación poderoso (el hombro). Y los jugadores de balonmano suelen tener esas dos características corporales. Eso sí, luego lo ha trabajado y practicado tanto que ahora sus saques de banda son una de las balas del arsenal ofensivo de Islandia. Con 29 años, en plena madurez personal y profesional, en Aron Gunnarsson están depositadas muchas de las esperanzas de una isla que jamás pensó codearse con los mejores en el mayor espectáculo del mundo.

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