Borrar
Sergio Ramos besa el trofeo de campeón de Europa en la Cibeles.
Los penaltis dan al Madrid la 'undécima'
final

Los penaltis dan al Madrid la 'undécima'

Cristiano Ronaldo marcó la pena máxima que daba el título al equipo blanco tras el fallo de Juanfran

Javier Varela

Sábado, 28 de mayo 2016, 03:06

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Ganó el Real Madrid y fue la undécima. Perdió el Atlético la primera como hace 40 años y como hace dos. Por ese punto de suerte que, visto lo visto, le falta en las finales. Si el héroe en Lisboa fue Sergio Ramos, esta vez el turno le tocó a Cristiano Ronaldo. El portugués marcó el penalti decisivo tras el fallo de Juanfran. El Atlético llegó a Milán con el objetivo de sacarse la vieja espina que tenía clavada desde 1974 y hundida desde hace dos años, pero nada de eso. La cicatriz va camino de convertirse en algo congénito. No hay más que ver las lágrimas de alegría de los blancos y de tristeza de los rojiblancos. El éxtasis absoluto frente al desconsuelo de los vecinos de grada, de portal, de oficina o incluso de cama.

El Atlético, como si todavía estuviera en el césped del estadio Da Luz de Lisboa, salió jugando aquella final sin enterarse de que esta de Milán era otra. Dormido y superado por un Madrid eléctrico, que salió a morder y a no dejar respirar ni pensar a unos rojiblancos bloqueados mental y futbolísticamente. El Real Madrid presionaba arriba y cuando recuperaba el balón salía en velocidad y el Atlético se veía obligado a frenar las con faltas. Así fue como llego la primera ocasión. Bale sacó la falta y Casemiro, a dos metros, obligó a Oblak a vestirse de santo para sacar en la misma línea un balón que se colaba a la portería. Como si fuera una repetición, pero en la lado cambiado, Kross botó una falta, peinó Bale y Sergio Ramos, con permiso de Savic, hacía el primer gol de la final para el delirio de la afición blanca y la desesperación de las rojiblanca. Otra vez Ramos, como si quisiera que el Atlético siguiera viviendo la pesadilla lisboeta y volvieran a aparecer los fantasmas. La estrategia esta vez le había dado frutos al Madrid.

El equipo de Zidane, con el marcador a favor, jugó todavía más frenético, rápido y no dejando pensar a los creadores de juego atléticos que eran incapaces de sacar el balón más allá de pelotazos en largo de Godin y Savic. Augusto era una máquina de perder balones lo que en el tenis se llama errores no forzados- y esta vez los laterales, sobre todo Juanfran, no le daban la salida al equipo que tan buen resultado les había dado en otros partidos. Entonces, el equipo blanco se dio un respiro y dio un pasito atrás, como para tomar aire, dejando el balón a un Atlético que sólo era capaz de circular en pases horizontales. Gabi, el mejor del Atlético en los primeros 45 minutos, descubrió que se podía jugar entre líneas y puso dos balones a Griezmann que el francés estrelló contra Keylor Navas.

Simeone movió el banquillo y dio entrada a Carrasco por un nefasto Augusto. A los 58 segundos y sin tiempo casi en sentarse en los asientos, el colegiado señalaba penalti de Pepe a Fernando Torres, pero Griezmann lo estrelló contra el larguero. Segundo golpe para los atléticos que veían cómo recibían otro portazo cuando pretendía volver a entrar en el partido. Pero no desistía en su empeño de derribar la puerta y Savic tuvo el empate a la salida de un córner. Más por empuje que por juego, los rojiblancos metían miedo en la parroquia blanca, que veía cómo su equipo apelaba a las salidas en velocidad de Bale. El Atlético acumulaba llegadas y Simeone en la banda ejercía de regidor televisivo para decir a su grada cuándo debía animar.

En una de esas contras, Benzema se aprovechó de que Savic rompiera el fuera de juego para plantarse sólo ante Oblak, que como en la primera parte ante Casemiro se puso el traje de santo para sacar con la mano la sentencia. El Atlético apelaba al orgullo, pero sin juego, para seguir con vida en el partido, pero la arena del reloj caía a una velocidad de vértigo en su contra y los nervios se apoderaban de los jugadores. El Madrid coleccionaba ocasiones y convertían a Oblak en la estrella de su equipo. El portero rojiblanco sacó una ocasión clarísima de Cristiano primero y luego uno de sus defensas evitó que el balón se metiera en la portería. Y como el fútbol tiene estas cosas, en la siguiente jugada, empató el Atlético. Juanfran, en su primera subida al ataque en todo el partido, puso un centro al área que aprovechó carrasco para fusilar a Navas. El Atlético, con corazón y un punto de suerte, encontraba por fin la llave para abrir la puerta que le metiera en el partido. La final comenzaba de nuevo con once minutos por delante.

Quizá eso debió pesar en las cabezas de los 22 jugadores porque parecieron firmar tablas y salvo llegadas a balón parado, ninguno de los equipos se arriesgaba a dejar la defensa desprotegida. Pero la velocidad de Carrasco hizo tambalear la defensa blanca hasta que Sergio ramos cortó por lo sano y mandó al belga al césped evitando una contra de libro que hubiera podido ser letal justo antes de llegar a la prórroga.

En el tiempo extra, los rojiblancos recuperaban sus señas de identidad y metían al partido presión, anticipación, intensidad, solidaridad y Carrasco. El belga era una pesadilla para Danilo, que entró en la segunda parte en lugar del lesionado Carvajal. El Atlético estaba mejor, llegaba más y tenía al Madrid encerrado en su área aunque Keylor Navas no era protagonista. El miedo a perder de los dos equipos dejaba el futbol para otro día y se agarraban a la épica mientras los jugadores de ambos equipos intentaban sobrevivir al esfuerzo físico hecho en el campo. Pero no había fuerzas para más y los penaltis dictaron sentencia.

La undécima ya es madridista. Como la Copa de Europa. Al Atlético ya no le queda ni la justicia poética. Milán ya será para siempre madridista, una extensión de La Castellana. Como San Siro.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios