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Philipp Winkler, autor de 'Hooligan'.
«Hay hooligans que lo son por hobby, otros por compensar algunos déficits»
deporte y literatura

«Hay hooligans que lo son por hobby, otros por compensar algunos déficits»

Philipp Winkler, autor de una novela sobre este fenómeno, advierte de que muchas veces la respuesta policial a la violencia en los estadios agrava, en lugar de aminorar, el problema

Óscar Bellot

Sábado, 13 de mayo 2017, 08:05

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La violencia se ha convertido en indeseada protagonista de muchas noticias deportivas en los últimos tiempos. Incidentes como los registrados el miércoles en los aledaños del Vicente Calderón con ocasión del partido de vuelta de semifinales de la Liga de Campeones que enfrentó al Atlético con el Real Madrid, que depararon 25 heridos, incluyendo cinco policías, adquieren un carácter menor comparado con tragedias como la ocurrida el 30 de noviembre de 2014, cuando Francisco Javier Romero Taboada, más conocido como 'Jimmy', falleció tras ser arrojado al río Manzanares en el transcurso de una pelea entre miembros de los Riazor Blues y del Frente Atlético. Fue lo que en ese mundillo de denomina un 'match', un encuentro organizado entre seguidores radicales de dos equipos con el único objetivo de golpearse. A este fenómeno consagra Philipp Winkler su debut literario, 'Hooligan', publicado ahora en España por AdN Alianza de Novelas y que fue finalista al Premio Alemán del Libro en 2016.

La obra sigue los pasos de Heiko Kolbe, un joven perteneciente a una familia desestructurada -su madre se marchó cuando él era un niño, su padre es alcohólico y convive con una mujer que encontró durante un viaje a Tailandia- que trabaja en un gimnasio propiedad de su tío Axel, líder de una banda que organiza batallas campales con hinchas de equipos rivales del Hannover 96, el club que opera como elemento de identificación de la variopinta panoplia de seres que pululan por la novela. Los hay, como Heiko, que precisan del grupo de hooligans para sentir que pertenecen a algo, pero también quienes, disfrutando de existencias aparentemente normales, demandan el subidón de adrenalina que conllevan esos enfrentamientos. Tanto los unos como los otros encuentran en sus colegas una suerte de segunda familia por la que están dispuestos a darlo todo.

Subraya Philipp Winkler que la suya "no es una novela sobre fútbol ni sobre hooligans" sino sobre personajes que se hallan perdidos y que encuentran su norte adscribiéndose a un grupo de hinchas de un club. Cree que el éxito del libro se debe a que "ha acertado con el espíritu de los tiempos, tratando un tema de actualidad que está presente en la sociedad" y que "permite acceder al lector a algo que está fuera de su entorno vital más inmediato". "Quizás muchos lectores no conocen este fenómeno, este ambiente, y la novela les permite acceder a ello", comenta.

Para adentrarse en el mismo, el autor intentó "leer, ver y oír todo lo que podía sobre los hooligans", pero su principal fuente de información fueron las entrevistas que llevó a cabo con todo tipo de personas relacionadas con ese mundillo como policías y antiguos hinchas, valiéndose asimismo de experiencias de amigos suyos que estuvieron y en algunos casos siguen perteneciendo a ese ambiente. Resalta, en base a esos conocimientos adquiridos, que pese a que Heiko venga de una familia problemática, ello "no es una condición necesaria para ser hooligan" sino que "hay otras muchas razones" que pueden llevar a una persona a sumarse a estos grupos de hinchas radicales. "Hay hooligans que lo son por hobby, otros por compensar algunos déficits", apunta.

Casos "aislados"

Aunque remarca que el asunto del fanatismo en el fútbol "es un asunto muy complejo, con situaciones muy distintas en cada país", considera el escritor que "la disposición a la violencia cada vez es mayor" aunque "el umbral de violencia es menor". Narra lo ocurrido hace un año en su país, cuando hinchas del Magdeburgo mataron a un seguidor del Halle arrojándole de un tren en el que se habían cruzado de forma casual.

Entiende Winkler que "los hooligans no son un problema para la sociedad" ya que "de sus peleas no se ve nadie más afectado salvo ellos mismos", aunque sí admite que "existe conciencia" e incluso un cierto "griterío" sobre este asunto que provoca que se adopten medidas que, a su juicio, "no son las adecuadas". Considera que "en la mitad de los casos o incluso más los problemas se evitarían si hubiese no más sino menos policía, si esta fuese menos agresiva". "Contra la violencia en el fútbol hay que intervenir antes de que se produzca y en otros lugares", agrega.

Reprocha por otro lado Winkler la actitud que adoptan los equipos alemanes y de otros países cada vez que se produce un episodio violento. "En cuanto hay cualquier incidente, los responsables de los clubes se distancian y dicen que esa gente no son aficionados y que no tienen nada que ver con ellos, en lugar de hacer una comunicación constructiva. Hay un hecho muy claro, todo aquel que va a un estadio es un aficionado al fútbol, no tiene sentido decir que no lo son. Y, además, se suele olvidar que los casos de violencia en los estadios son casos aislados, particulares, que a veces no sólo no se solucionan sino que se agravan por la policía. A veces la policía está demasiado nerviosa y actúa prematuramente, con una fuerza excesiva y de una forma innecesaria", remacha.

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