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Alan Ruschel, uno de los supervivientes de la tragedia del Chapecoense.
El Chapecoense y el vaso medio lleno
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El Chapecoense y el vaso medio lleno

Superado el estupor inicial, el club se refugió en construir un futuro que no había elegido y afronta su segundo partido de la Libertadores

ROSA SULLEIRO

Jueves, 16 de marzo 2017, 18:32

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Dice Alan Ruschel que escuchar a su amigo Jakson Follmann celebrar la vida pese a haber perdido una pierna le sacudió el impacto del accidente, mientras para Neto no hubo mejor terapia que volver en muletas a la cancha. Como ellos, el Chapecoense pudo derrumbarse para siempre, pero eligió no hacerlo. En la tarde lluviosa de este jueves, el Furacao se enfrentaba al argentino Lanús en su primer partido en casa en la Copa Libertadores. Un lujo reservado a otros hasta hace muy poco en esta localidad del sur de Brasil que jamás olvidará la noche terrible del 28 de noviembre, pero que tampoco se resigna a instalarse en el pasado.

Superado el estupor inicial, el club se refugió en construir un futuro que no había elegido, pero que decidió vivir a fondo. La otra opción era rendirse, y eso nunca se contempló. Así lo cuenta Alan Ruschel, uno de los seis supervivientes del accidente aéreo que sufrió la delegación del equipo revelación del continente en las montañas de Medellín, cuando viajaba a la ida de la final de la Copa Sudamericana. Murieron 71 personas, la mayoría jugadores, técnicos, periodistas y miembros de este club pequeño que siempre funcionó como una familia.

«Cuando supe todo lo que pasó, la gravedad de la situación, lo único que quería era estar vivo y poder andar. Sabía que había tenido una cirugía muy complicada en la columna, pero mi primer pensamiento fue volver a andar y el segundo, volver a jugar», cuenta a la agencia AFP en un rincón del césped del Arena Condá de Chapecó.

El defensa gaúcho de 27 años pasó 18 días internado en los que las graves lesiones hicieron temer por su movilidad. Pese a ganar la batalla, su imagen frágil, la de un joven consumido tras haber perdido 13 kilos y hundido en un llanto incontrolable, volvió a conmover al mundo el día que recibió el alta, ya en Chapecó. Pero aquel chico golpeado y de mirada perdida poco tiene que ver con este deportista sonriente, que viste el uniforme de entrenamiento del Furacao en la víspera del duelo contra el Lanús.

Tres meses, cientos de horas de trabajo físico y mental, siete kilos y una revelación separan las dos imágenes. «Lo que más me motivó a reaccionar fue Follmann. Cuando supe que había perdido la pierna me quedé mal, sin hacer nada. Mi esposa me dijo entonces que tenía que reaccionar porque él estaba cantando, celebrando que estaba vivo. Él dijo que daba su pierna por la vida, y es lo que está haciendo», afirma el zaguero mientras sonríe al ver cómo su amigo practica idiomas con los periodistas extranjeros.

Cerca, Neto -el tercer futbolista superviviente- bromea con ellos mientras responde tranquilo a la expectación que sigue generando su milagrosa historia en el mundo. Al comienzo del entrenamiento, él y Ruschel incluso han dado una vuelta trotando al campo y, junto al exportero, han seguido toda la sesión preparatoria desde la banda.

Sin descanso, este jueves los tres retomaban sus ejercicios de rehabilitación, una cita diaria con el dolor de unos cuerpos que están aprendiendo de nuevo a vivir. En el caso de los zagueros, el objetivo es volver cuánto antes al fútbol, mientras Follmann decide su futuro, pero siempre como deportista.

Siempre al frente

Marcados para siempre por la tragedia, la dura lucha de los supervivientes por seguir adelante se ha convertido en el símbolo de un club que, como ellos, prefiere ver el vaso medio lleno.

Hay sombras, momentos de derrumbe, dudas y fantasmas, pero nadie quiere hablar de ello. Sólo del futuro.

«Los tres representan mucho, la superación. El hecho de verles haciendo sus ejercicios hace que visualicemos que toda dificultad en la vida puede ser superada», afirmó orgulloso el técnico Vagner Mancini en la conferencia de prensa. «Contra el Lanús tenemos una gran dificultad, pero que puede ser superada a través de determinación, de la voluntad, la garra... Es lo que pide la Libertadores y que transmiten exactamente estos tres deportistas», añadió.

Todos iban a presenciar el partido desde la grada, haciendo equilibrios entre el profundo dolor de unas ausencias que volverían a sentirse más que nunca en el Arena Condá y la ilusión del regreso. «Yo no pongo plazos, aunque creo que en 60-90 días podría estar ya ayudando. Pero tengo que respetar mi cuerpo, lo que digan los terapeutas, los médicos... porque si fuera por mí, ¡mañana ya querría estar jugando!», afirma Ruschel sonriente.

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