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Gerard Piqué. :: REUTERS
Las quejas arbitrales no esconden las dudas del Barça

Las quejas arbitrales no esconden las dudas del Barça

Piqué elige el lamento mediático en lugar de analizar el juego de un equipo que sufre ante una buena presión alta de los rivales

P. RÍOS

Sábado, 7 de enero 2017, 01:36

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Por mucha razón que tenga el Barça en lamentar los errores de Fernández Borbalán en San Mamés en la ida de los octavos de final de la Copa del Rey, nadie puede ocultar que el problema principal que tiene ahora mismo el equipo azulgrana no está relacionado con los arbitrajes, sino con las dudas deportivas de Luis Enrique y de sus jugadores para desarrollar el plan establecido. De momento el asunto todavía no es grave (el 2-1 favorable al Athletic se puede remontar en el Camp Nou, queda mucha Liga para intentar dar caza al Madrid y en la Liga de Campeones espera el PSG), pero sí es preocupante.

Los equipos bien trabajados, que saben presionar arriba con solidaridad táctica y agresividad, dificultan la salida de balón de una escuadra que se ha ido alejando de su esencia por su dependencia del tridente. Sin un buen juego posicional, el balón no fluye para superar líneas de presión y cada pérdida es una agonía para Ter Stegen y sus defensas. Celta, Real Sociedad, Manchester City en el Etihad Stadium y Athletic son los equipos que han interpretado mejor lo que le ocurre al Barça.

No es un problema de individualidades. En San Mamés los balones de los goles los perdieron Iniesta y Alba, pero en Vigo fueron Ter Stegen y Busquets, en Anoeta salió Mascherano en la foto y en Manchester el fallo lo cometió Sergi Roberto. Es una situación colectiva, de estructura en el campo. El Barça da facilidades, normalmente en las primeras partes, y cuando reacciona no siempre le queda tiempo para remontar, aunque, eso sí, siempre tiene oportunidades suficientes para hacerlo debido a la calidad de Messi, Luis Suárez y Neymar. Por ahí van los tiros. Con tres jugadores así, de tanta calidad, normalmente se gana casi siempre por mal que se juegue. Su definición en los metros finales es demoledora. Pero la seguridad total la daría un funcionamiento global porque minimizaría las ocasiones de rival. No vio Fernández Borbalán la agresión de Aduriz a Umtiti ni el penalti claro de Etxeita a Neymar, pero el Barça ya perdía 2-0. Y con 2-1, jugando contra nueve por las expulsiones de Iturraspe y Raúl García fruto de sus repetidas faltas, fue incapaz de empatar. Piqué lanzó mensajes que le pueden costar caros, sospechando del correcto funcionamiento del fútbol español: «Queremos jugar a fútbol, no a la ruleta, que es lo que provocan estos arbitrajes. Esperemos que suban su nivel, pero ya vimos el Madrid-Sevilla y sabemos cómo funciona esto».

Un poco más de autocrítica y de análisis de lo que debe mejorar el Barça hubiese sido más beneficioso para él y sus compañeros que un órdago de ese tipo. Luis Enrique, tan criticado por todos por alguna actitud en rueda de prensa, sí dio ejemplo al no hablar del árbitro y valorar dónde se había fallado para intentar mejorar. Ese sí es el camino.

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