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De izquierda a derecha, Fabio Felline, Nairo Quintana, Alberto Contador y Omar Fraile, en la etapa de ayer de la Vuelta.:: Javier Lizón / Efe
Quintana tacha a Contador pero no a Froome

Quintana tacha a Contador pero no a Froome

El colombiano gana a lo grande en los Lagos, donde al madrileño no le basta con su corazón, y Maté vuelve a ganar el premio a la combatividad

J. GÓMEZ PEÑA

Martes, 30 de agosto 2016, 00:37

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Eloísa, la madre, lo bañaba continuamente. Y nada. Aquel bebé seguía oliendo a muerto. Tosía sangre. Ponía los ojos en blanco. A veces se hinchaba; otras se arrugaba como una pasa. Ya le daban por perdido cuando una santera le habló a Eloísa del 'tentado del difunto', una enfermedad que no viene en los tratados de medicina, pero que en Colombia existe desde siempre. Creencias. Fe. Eloísa rebobinó: era cierto, mientras estaba embarazada de Nairo había tocado a un difunto. Localizado el mal, la curandera preparó un bebedizo con raíces de nueve árboles -como relata el libró 'Por amor al ciclismo'- y aquel bebé salió adelante. El que sobrevive al mal de los difuntos está destinado a ser un elegido. Eso creen en la aldea de Quintana, vencedor en la cima de los Lagos de Covadonga y líder firme de esta Vuelta que ya sólo le discute la resistencia de Froome y en la que a Contador, todo corazón, no le basta con su lema: 'Querer es poder'. Esta vez, no. Y mira que quiso.

«Quiero dedicarle este triunfo a mi madre», se apresuró Quintana en la cima. «Que siempre está rezando por mí». A la base de los Lagos, a ese bostezo en piedra donde está la Virgen de Covadonga, la Vuelta llegó con una fuga en cabeza: Gesink, Rolland, Maté, Felline, Dombrowsky, Hermans... y el incombustible Omar Fraile, que no iba a poder ganar la etapa pero sí recuperar el trono que logró en 2015: el reinado de la montaña. Premio a su combatividad. Esa escapada no llegó al techo, al Lago de la Ercina, porque el Movistar había olfateado la sangre. El equipo de Quintana y Valverde corría desbocado al ritmo de Castroviejo y Rubén Fernández. Cabalgaban sobre un misión: enterrar a los dos dorsales que les preocupan. Uno es Contador, su enemigo preferido. Arrastra vendas y heridas. Era el día para rematarlo. Y el otro es Froome, al que más temen. Saben que irá a más. Era el puerto para alejarse del ganador del Tour.

Rezaba Eloísa cuando la etapa dejó de lado la cueva de Covadonga: doce kilómetros de puerto hasta la meta. Los Lagos, el recuerdo de Marino Lejarreta en 1983. De repente, ahí se trabó Froome. El africano no cree tanto en supersticiones como en los datos de su potenciómetro, el aparato que lleva en la cruz del manillar. Otro tipo de fe. Notó que el ritmo de Castroviejo podía ser su patíbulo. No se suicidó. Se desató del grupo de Quintana, Contador y Valverde. Decidió subir a su aire. Delante, el Movistar y Contador disfrutaban. Quintana mandó acelerar más a Rubén Fernández. A echar tierra sobre Froome, que parecía desconectado. Era una impresión falsa. En Covadonga comenzó la Reconquista. Eso hizo Froome tras ceder 45 segundos: reconquistarlos, salvo con Quintana.

Contrarreloj privada

Mientras Froome iniciaba su contrarreloj privada, Contador se olvidaba de los datos, las lesiones, las caídas, la edad y hasta de la fatiga. Es un corazón salvaje. E hizo lo único que sabe: atacó en la Huesera, donde las piedras blancas de los Lagos le van ganando terreno al matorral. Sólo Quintana pudo seguirle. El colombiano anda con prisa. Quería deshojar la lista de favoritos. A dúo iban pasando a los fugados. Uno se les pegó: Fraile. Y fue ahí cuando por detrás llegaron noticias de la reconquista de Froome. No iba con la lengua en el manillar. Al revés. Crecía. Remontaba. Pasó a Chaves. Alcanzó a Valverde... Notaba sus piernas repletas.

A la cuesta se le acababa el asfalto. Faltaba la rampa del Mirador de la Reina. Quintana, con aire de sobre hasta para mirar a un espectador mientras se hacía un 'selfie' con él, saltó como una cobra desde la espalda de Contador. Letal. Le dejó atrás con su agonía y sus vendas, con su corazón partido, con su derrota llena de orgullo. Así pierde Contador. Como cuando ganaba. De cara. Quintana extendió su mirada y localizó a Gesink, el último de los fugados. El colombiano llevaba el maillot roto por un caída en el inicio de la etapa. «Tengo el codo, la rodilla y la cadera doloridos», desveló. Pero qué es eso para alguien que ha esquivado al 'tentado de los difuntos'. Eloísa seguía rezando por él.

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