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Matthew McConaughey en ‘True Detective’. TES
Las series no son películas

Las series no son películas

¿Por qué existe el afán de prestigiar una producción de televisión como si fuera una película? ‘True Detective’ no es película, es una serie, ¿y qué?

Miguel A. oeste

Lunes, 14 de agosto 2017, 00:15

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A raíz de un artículo aparecido recientemente en un espacio sobre series de televisión en el que se califica ‘True Detective’, la serie de HBO creada por Nic Pizzolato, como la demostración de que es una película de varias horas de duración, se vierten como mínimo algunas interferencias y lugares comunes que funcionan de un modo similar a las leyendas urbanas. En un comienzo, para validar o prestigiar las teleseries, se entiende que se recurriera a directores de cine que desarrollaran una puesta en escena más elaborada, con tonos y ritmos diferenciados. De hecho, las series que aportan valores cinematográficos cuentan con un plus evidente, aunque eso no las convierte en una película. Resulta obvio que se recurra a directores de cine que han demostrado una personalidad y estilo a la hora de narrar en imágenes, lo que contribuye a bifurcar la forma y a extender el lenguaje, pero tampoco exime a las series de la continuidad y sus, para entendernos, ‘mecanismos’, que no se parecen a los del cine, ni estructuralmente, ni en tempo.

Así que, ‘True Detective’, la serie creada por Nic Pizzolato, no es una película, es una serie de televisión. Que los ochos episodios de este noir de ecos existenciales esté dirigida por Cary Fukunaga no significa que se desprenda de la estructura episódica ni de los elementos básicos de la mayoría de las ficciones seriadas. De hecho, a pesar de trabajar ambas con imágenes en movimiento las diferencias entre una película y una serie saltan a la vista. En hora y media o dos horas, que es el metraje estándar de una película, la dosificación de la información es esencial, por lo que estamos ante una narración más elíptica, en la que apenas hay que reiterar, en la que el uso de cualquier objeto debe tener su incidencia en la narración, en la que los puntos de giro son diferentes a los de un serial. No solo los cliffhangers, la manera de organizar la información y elementos repetidos y la configuración de un mundo que puede ampliarse y detenerse más es muy distinto a lo que sucede en las películas. Incluso en estas últimas, se aprecia más libertad creativa que en la mayoría de las series, más sujetas a una narración episódica que poco importa que esté firmada por un solo director o por varios. ‘Big Little Lies’ está dirigida por Jean-Marc Vallée y escrita y creada por David E. Kelley. ¿Eso la convierta en una película de siete horas? La respuesta está clara. Y, además, hay otros ejemplos similares. Que un cineasta aporte valores a la serie, como Fukunaga a ‘True Detective’ no significa que la convierta en aquello que no es. Igual que un dibujante de cómics cuando le llega un guión añade, potencia e incluso modifica la narración gráfica.

Translación

La translación de un serial puede ser más o menos compleja, más o menos estandarizada, pero sigue las baldosas doradas para llegar a Oz. Que un tándem de guionista-director pueda crear algo más cohesionado y reinventar códigos genéricos, seguramente sea más sencillo que lo haga un grupo de guionistas y directores, pero tampoco lo exime de lo que es. Por ejemplo, en por ‘Trece razones’, el ritmo y estilo lo marca sin duda Tom McCarthy (‘Spotlight’, ‘The Visitor’), que dirige los dos primeros episodios, tal vez los mejores de la serie, lo que demuestra que un director sí aporta valores narrativos, matices visuales, mirada, tono, esquiva estándares de puesta en escena, pero dentro de las ‘reglas del juego’. Porque la autoría, o la política de autores, en la que los Cahiers reivindicaban la figura del director, no puede ajustarse a la televisión en sentido estricto, aunque desde un punto de vista tradicional cinéfilo si parece más tranquilizador y hasta aceptado.

El problema no está en el ingenuo texto que adjudica el calificativo de película a ‘True Detective’. El problema radica en cómo su mensaje se extiende como verdad y empieza a difundirse como un hecho, por proceder de donde procede. Y es que resulta indiscutible que los avances narrativos y formales de las series se ajustan a los cinematográficos, pero no dejan de ser series de televisión, que tienen sus propios valores. Otro tema es si hay un diálogo o un conflicto entre puesta en escena y relato. Vamos, que una serie no debe ser validada como buena por ser lo que no es, sino por lo que precisamente es.

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