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La serie de HBO, ambientada en el Nueva York de los 70. SUR
‘The Deuce’: las crónicas de Times Square

‘The Deuce’: las crónicas de Times Square

SUR en Serie ·

La serie de HBO creada por David Simon y George Pelecanos retrata la prostitución y el porno en el Nueva York de los 70

MIGUEL ÁNGEL OESTE

Málaga

Lunes, 25 de septiembre 2017, 01:25

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Nueva York. Times Square. El cine lo ha mostrado desde ópticas diferentes a lo largo de las décadas, de ahí que no sea fácil hacerlo con ópticas novedosas. La nueva serie de David Simon, creada junto con George Pelecanos, lo consigue. ‘The Deuce’ arranca en el Nueva York de 1971. Por sus calles vemos pasar prostitutas, camareros, mafiosos, trabajadores, hombres de negocios, chulos, policías… en un ambiente sucio, sórdido, ruidoso, predominantemente nocturno, que huele a sexo, donde se ambiciona dinero y laten las cuestiones políticas y sociales de la época. Y pese a que afloran ecos (o pueden hacerlo) de ‘Malas calles’ de Martin Scorsese, la dirección de Michelle MacLaren aporta frescura, ritmo, elegancia, una mirada propia, que traslada y otorga matices al estilo de crónica periodística y gusto por los detalles de Simon. No todos los directores son capaces de ir más allá de la traslación de un guión, ya de por sí poderoso, con estupendas secuencias y diálogos cuyo foco traspasa las sombras.

Como ‘The Wire’ o ‘Treme’, ‘The Deuce’ cuenta con una extraordinaria ambientación, desde los anuncios de los cines donde se programa ‘El conformista’ de Bernardo Bertolucci, a los carteles, los neones de los bares, los establecimientos, la música que suena, las colillas y la suciedad de las aceras, la vestimenta o los andares de los personajes. Todo está documentado y si uno acude a fotografías de la época el parecido es innegable. Pero lo que de verdad resalta de esta nueva serie de David Simon es la manera en que retrata un momento en ebullición, de cambio, en el que la sociedad buscaba nuevas esperanzas o, simplemente, salir de la opresión en la que determinados sectores vivían. La sutileza visual y narrativa de Michelle MacLaren hace que no se tenga la sensación de ninguna servidumbre en la presentación de los personajes. Los conocemos en marcha, con sus problemas, como si nos introdujéramos en ese ambiente. Desde una narración clásica, el ritmo no decae, en parte por el uso de dinámicos travellings cuando se está en la calle. La cámara tiende a retratar no solo la acción en sí, también las sensaciones, los silencios, los momentos invisibles o íntimos de los personajes que en ocasiones pueden pasar inadvertidos por ser elusivos. El mundo que configuran Simon, Pelecanos y Richard Price (que interviene en el guión del segundo episodio) es orgánico, minucioso, veraz, se ajusta a los cánones realistas dentro de una ficción que logra un tono y un ritmo bien modulado, pues sabe cuándo tiene que subir o bajarlo. Si la descripción del ambiente y la época resultan atractivos, los estimulantes diálogos y el diseño de personajes profundos, con distintos biseles en la psicología, configuran una de las narraciones más poderosas de las vistas recientemente.

Como si de una novela de Ross McDonald se tratase, el sexo y el dinero son los hilos que mueven Nueva York. A través de un mosaico de personajes que pululan por los mismos lugares de la Gran Manzana y que se van conectando, Simon, Pelecanos y Price van a mostrar esos ‘hilos’ que definen más que nada a los seres humanos, sus relaciones de poder y la sociedad en un amplio sentido. No es caprichoso que el primer plano detalle de ‘The Deuce’, en la secuencia de apertura previa a los créditos, sea el de Vincent (James Franco) guardando un fajo de dinero en un sobre, que corresponde a la caja de esa noche. Vincent es un barman con problemas familiares, pero con ambiciones e ideas; y con un hermano, Frankie (James Franco), con problemas con las apuestas. El dinero es una constante en las ficciones de Simon. También la familiaridad entre los márgenes de lo que está dentro de la ley y lo que no; esto es, entre proxenetas, policías, prostitutas, como se ve en varias escenas. Candy/Eillen (Maggie Gyllenhaal), otra de las protagonistas, es una prostituta que se niega a tener chulo aunque muchos intentan captarla («Este mundo es muy volátil, da miedo», le suelta Rodney (Method Man), uno de ellos; esos chulos como CC (Garry Carr) o Larry (Gbenga Akinngbe) que juegan a la seducción y la amenaza con las mujeres), con un hijo que vive con la madre, no con ella, y que al sustituir a una amiga en el episodio dos, entrará en contacto con el porno más cutre y casero, nada de luces ni estrellas a pesar de que ella quedará fascinada. Ella tiene claro que prostituirse es un trabajo, uno peligroso, sórdido, lleno de problemas, como le explica a un chaval que eyacula en el acto y quiere hacerlo una segunda vez gratis. Una secuencia que muestra la filosofía de Simon no solo de aquellos años, también de estos, pues de un modo u otro, está estableciendo lazos con el presente, con el neoliberalismo depredador. Hay muchas más cosas en ‘The Deuce’. Y todas son buenas.

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