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24La despiadada política

El congresista Frank Underwood se ha encargado de mostrar la cara más sombría y tenebrosa de la Casa Blanca y las argucias que se utilizan para conseguir el poder en Washington

MIKEL LABASTIDA

Domingo, 30 de abril 2017, 01:14

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«La democracia está sobrevalorada». A la vista de algunos de los acontecimientos que sacuden últimamente la actualidad, más de uno habrá pensado esta máxima, pero no se atreverá a expresarla en alto. Eso es algo que sólo osa hacer un tipo como Frank Underwood, un político ficticio que hace buenos a los de verdad. Y tiene mérito la cosa. Es una de las sentencias por las que se caracteriza el protagonista de esta serie. Si El Ala Oeste de la Casa Blanca o Borgen son esos títulos en los que cualquier responsable público quiere verse representado, House of cards es justo lo contrario, ese que nunca pondrían de ejemplo. Aunque más de uno ha admitido alguna vez que lo que sucede en esta producción no le es tan ajeno.

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Kevin Spacey, estrella de la ficción, afirmó en una ocasión que Bill Clinton, del que es amigo, había asegurado que un 99% de lo que muestra la serie era bastante realista. «Y el 1% que era fantasía correspondía a que en la vida real jamás podría aprobarse una ley de Educación tan rápido como en la serie», bromeó. Obama, por su parte, también confesó que la actividad en Washington era tan «despiadadamente eficiente» como en House of Cards. Miedo da pensar cuánto de real hay en estas afirmaciones.

Situemos al lector despistado que no conoce el argumento de esta propuesta de Netflix. House of cards describe lo que ocultan los políticos en la basura. Todo en esta serie huele a escoria. Y no hay nadie que no esté manchado. House of cards es una adaptación de una miniserie británica con el mismo nombre que se emitió a principios de los años 90 en la BBC y se basa en la lucha que se establece para convertirse en el candidato del Partido Conservador para reemplazar a Margaret Thatcher. La versión estadounidense se desarrolla en el Capitolio y en la Casa Blanca y aquí plantea la ambición de un congresista por escalar posiciones y por vengarse del presidente, que prometió nombrarle secretario de Estado una vez ganase las elecciones y no fue así.

A partir de ahí Frank Underwood idea un plan para conseguir todo lo que ansía, a costa de quien sea, y para arruinar los de quienes le han traicionado. Para todo ello va a contar con la ayuda inestimable de su esposa, Claire, alguien tan calculador (o incluso más) como él y que tampoco duda nunca en utilizar a quienes están a su alrededor. ¿La pareja ideal? Tal vez sí, después volveremos con ello.

Los algoritmos

Antes de seguir con el argumento de la serie merece la pena explicar cómo decidió Netflix sacar adelante este proyecto. La compañía utiliza unos algoritmos para testar las preferencias de sus usuarios, basándose en los productos que eligen con más frecuencia. Pues bien, tras analizar los hábitos de consumo de sus millones de usuarios con un algoritmo, Netflix descubrió que a su público le interesaban las películas en las que aparecía Kevin Spacey, que David Fincher era uno de los directores más reclamados, así como los dramas políticos de la BBC. Con estas conclusiones en la mesa sólo hubo que reunir todas las piezas para conseguir el producto presumiblemente perfecto. Se compraron los derechos del título inglés y se lanzaron ofertas tanto a Fincher como a Spacey. Ambos aceptaron. La firma no se equivocó. House of cards ha ido mucho más allá que la miniserie en la que se basa y ha rodado cinco temporadas. La quinta se estrena dentro de unas semanas, por cierto. Marcó el inicio de una nueva forma de negocio en la plataforma americana y no parece que le haya ido mal por ese camino.

Nunca antes de House of cards una serie que no se estrenaba en una pantalla de un modo convencional había sido nominada a los Emmy. Nunca ningún trabajador de Netflix había ganado un Globo de Oro hasta que lo hizo Robin Wright, soberbia en su papel de esposa del congresista. Spacey, Fincher y la propia ficción (como mejor producción dramática) han ganado el Emmy. ¿Alguien da más? Netflix sabía lo que hacía cuando reclutó a Underwood. Los algoritmos son buenos aliados.

Aunque Kevin Spacey parecía la gran estrella de este show, la siempre eficiente Robin Wright ha ido destacando a medida que los episodios avanzaban, tomando tanto protagonismo como el actor. No es extraño. La intérprete ya había demostrado su talento en títulos cinematográficos como La princesa prometida o Forrest Gump. Su relevancia ha sido tal que Wright llegó un momento en que se plantó ante los productores de la serie y les exigió cobrar el mismo sueldo que su compañero de reparto. Lógico, ¿no? Pues tuvo que pelearlo. Las desigualdades laborales también se dejan ver en esas esferas.

En la trama de House of cards también es el personaje de Claire el único capaz de plantar cara a Frank y en la rivalidad que se establece entre ellos reside el actual interés. No obstante, las últimas temporadas acusan un desgaste y han sido tildadas de repetitivas. Hay que saber parar a tiempo. Netflix debería aprenderlo.

La serie original. La producción original británica constaba sólo de cuatro episodios, se estrenó en 1990 y estaba protagonizada por Ian Richardson y Susannah Harker. La ofreció la BBC.

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