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TV

A LA CAZA DEL TROLL

OSKAR BELATEGUI

Jueves, 30 de marzo 2017, 00:56

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Radiamos nuestra vida y después nos sorprende que sepan tanto de nosotros. Tuiteamos la opinión de la película que acabamos de ver, colgamos en Instagram la foto del plato que degustamos en un restaurante, compartimos fotos en Facebook de las vacaciones y elegimos como icono de WhatsApp el retrato de nuestros hijos. Algunas de las personas más inteligentes que conozco no tienen móvil ni están en las redes sociales. Pero la mayoría de los mortales, ya sea por motivos laborales o espoleados por nuestro ego, no podemos permitirnos el lujo del anonimato digital. 'Cazadores de trolls' nos recuerda que abrir la intimidad en internet tiene sus riesgos.

El programa que estrenó La Sexta este martes con un discreto 8,7% de audiencia alerta sobre las modalidades de acoso que permiten las nuevas tecnologías. Pedro García Aguado, conductor de 'Hermano mayor', vuelve a hacer de poli bueno, mitad coach, mitad guardaespaldas, con su tranquilizador físico de waterpolista. La primera caza de trolls tuvo como víctima a una mujer que llevaba meses recibiendo mensajes amenazantes. Al final, el culpable resultó un compañero de trabajo despechado ¡hace veinticinco años!

La sobreactuación de Luisa no ayudó a dotar de verosimilitud al programa, muy criticado en las redes sociales. Un informático colabora con García Aguado en sus pesquisas, a la manera de Q en la saga James Bond. Situarle en una furgoneta con los cristales tintados, rodeado de planos y gráficos que cantaban a atrezzo, quedó un poco peliculero. También sale una psicóloga que indaga en las motivaciones que puede tener alguien para crear perfiles falsos ofreciendo sexo con la foto de la víctima. El presentador ha respondido en redes sociales que 'Cazadores de trolls' es cien por cien verdad y que no intervienen actores. En un programa que lucha contra los ataques a la intimidad resulta frustrante que, cuando por fin se atrapa a los acosadores, las imágenes se pixelan y las voces se distorsionan para preservar su anonimato. El final no debería ser el de la protagonista respirando tranquila, sino la Policía deteniendo a quien ha cometido un delito.

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