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Pere Ponce y Aura Garrido, que dan vida a Cervantes y Amelia Folch, repasan el guion en el plató.
La puerta que da paso a la Historia

La puerta que da paso a la Historia

Un atentado contra Alfonso XII, Shakespeare y Cervantes en su hora del bocata y un caso de espionaje... Todo tiene cabida en un día de rodaje de ‘El Ministerio del Tiempo’

MIGUEL ÁNGEL ALFONSO

Lunes, 20 de marzo 2017, 00:52

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El Ministerio del Tiempo no se parece a ningún otro ministerio del mundo. Para empezar, su ubicación es secreta y, aunque su presupuesto dependa del gobierno de turno, son sus secretarios los que deciden si revelan su existencia o no al jefe del Estado. «A Felipe II no le dijimos nada por sus ansias de dominación mundial, no sabía que existíamos. Según cómo veamos al presidente le informamos O no», explica de forma confidencial a este periódico Salvador Martí, el máximo responsable de este organismo gubernamental fundado por la reina Isabel la Católica en el siglo XV y que se encarga de proteger la historia de España. El personaje lo interpreta el actor Jaime Blanch, a quien ya le gustaría tener «un cargo vitalicio» en la serie de TVE. De momento, se mantiene al frente pese a los últimos cambios en el Gabinete de ministros de Mariano Rajoy Aunque quizá nuestro presidente tampoco sepa toda la verdad. Mientras tanto, la ficción continúa la grabación de su tercera temporada, después de un verano en el que se mantuvo en vilo su futuro debido a las dudas por su renovación.

El rodaje de la serie tampoco se parece a ningún otro rodaje en el mundo. Al entrar en los estudios que la productora de El Ministerio del Tiempo tiene en Boadilla del Monte (Madrid), en el que se recrean las oficinas centrales y el pasillo cuyas puertas dan a momentos concretos del pasado, hay un trasiego de actores y extras vestidos de romanos, cubiertos con pieles de mamut o tomando un café con peluca decimonónica y levita mientras comparten mesa con un oficial prusiano.

«Yo a veces ya no sé en qué siglo vivo. La verdad es que, para la locura de cómo grabamos, casi no da tiempo a adecuarse a la época en la que nos toca rodar. Hay días que me lío y pienso: ¿esta secuencia era del siglo XIX o del XVIII?. Esto es Vietnam», explica Aura Garrido, la actriz que interpreta a Amelia Folch, la primera mujer universitaria de la historia de España y líder de una patrulla formada por el soldado de los Tercios Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda) y Pacino, un descarado policía de los años ochenta al que da vida Hugo Silva, que ha sustituido definitivamente a Rodolfo Sancho en la tercera temporada.

El piloto de la máquina del tiempo

  • En una sala anexa al plató donde se graba El Ministerio del Tiempo pulula de un lado para otro Julio Torrecilla, director de Arte de la serie. Hay baúles, carromatos, piezas de coches antiguos, espadas y, en el centro, un banco de trabajo con herramientas prestas a cumplir cualquier encargo de última hora. Con sus largas patillas y su media melena, parece el personaje de un cuadro de Goya, aunque en realidad él se dedica precisamente a recrearlos para la pequeña pantalla.

  • Su trabajo consiste en trasladar al espectador, gracias al decorado, a cualquier tiempo pasado. «Nosotros hacemos bastante porque esto sea como una verdadera máquina del tiempo. Pero uno de los problemas que tenemos es que se ruedan tantas series de época en este país que si vas a una tienda de atrezzo a por baúles o sacos te dicen que ya han pasado los de Juego de Tronos y han arrasado con todo», explica. Su celo por reflejar la realidad histórica le ha llevado a cambiar una localización «porque de fondo se vea el campo arado con maquinaria actual, y hay gente que se da cuenta», o a desmontar las cuatrocientas puertas de cristal modernas del Archivo de Indias de Sevilla ante la mirada atónita de sus trabajadores.

  • «Me negué a dejarlas como estaban porque, aunque en aquella época ya se fabricaban puertas de cristal, estas no eran tan grandes; la tecnología no lo permitía. Pues así con todo. Es como los espejos grandes, que no existían hasta el siglo XVIII... Es una pelea continua con los guionistas», se queja Torrecilla.

Garrido hoy está resfriada. Estornuda mientras come un bocadillo de tortilla y atiende a este medio, pero eso no le salva de su obligación de terminar de aprender su texto y meterse en un traje con corsé de principios del siglo XVII que cuelga en una de las perchas de su pequeño camerino. «Es lo peor», confiesa. Pero su día irá a mejor; hoy compartirá plató con Lope de Vega, Cervantes y Shakespeare.

Ellos también están comiendo el sagrado bocadillo de las doce de la mañana, el único momento del día en que todo el equipo de la serie regresa a 2017 y hace una pausa. Con sus trajes engolados y las pinzas sujetando el peinado que lucirán ante las cámaras, se distingue perfectamente a tres de los más grandes literatos de la historia entre la marabunta de sonidistas, guionistas y otros trabajadores que atacan las bandejas de comida.

Y esa es una de las razones por las que El Ministerio del Tiempo ha conectado con todo tipo de audiencias, la desacralización de personajes históricos a los que solo conocíamos a través de los libros. «Parecerá una tontería, pero lo que me puso en el disparadero, lo que me dio la clave de cómo tenía que ser Lope fue cuando me lo describieron como un fucker (promiscuo). Eso lo hace menos encorsetado, más sexual y atractivo para el público. Si encima usa su don de la palabra para engatusar a las mujeres, pues, evidentemente, uno compra mucho más fácil sus versos. Lope era simpático, pillín y caradura, para nada estuvo toda su vida encerrado entre cuatro paredes», comenta Víctor Clavijo, el actor que lo interpreta. Él lo tiene claro: «Lope hoy en día sería un gran escritor de musicales o un gran director de ficción, estaría en su salsa en las redes sociales».

Cervantes tiene, sin embargo, un rostro más melancólico, el que le ha regalado Pere Ponce, de regreso en la serie. «Cervantes vivió situaciones muy precarias, envidiaba a Lope, la proyección que tenía y su popularidad. Así que busqué ese lado más personal, identificarme con esas envidias. Creo que si hubiera tenido acceso a las puertas del tiempo él hubiera evitado pasar penurias económicas. Nos da un ejemplo de que en todas las épocas la creación siempre ha sido una cosa difícil, que depende más que nada del empeño de cada uno», reflexiona.

Seis minutos l día

Termina el descanso y todo el equipo vuelve a sus puestos. La actriz invitada Macarena García, que da vida a una joven de la resistencia francesa, camina por un pasillo mientras sigue los raíles de una cámara que graba su rostro en primer plano. Está intentando dar con la puerta que le lleve de vuelta a su época, pero si se equivoca al girar el pomo podría acabar en un calabozo de un castillo de Huesca en plena Edad Media. «Por eso tu cara tiene que reflejar un punto de miedo», le dicen desde la sala de control. El plano dura solo cinco segundos, pero llevan más de quince minutos grabándolo.

Aunque el ritmo de rodaje en televisión sea más acelerado que en cine, El Ministerio del Tiempo graba al día tan solo seis minutos correspondientes al capítulo final (el doble que una superproducción como Juego de Tronos). Es decir, tardan once jornadas de trabajo para completar un episodio completo, sin contar el montaje y la postproducción. La plantilla de la serie depositará las cámaras en sus fundas a principios de junio, por lo que el estreno de la tercera temporada no está previsto hasta otoño, a no ser que TVE quiera acelerar las cosas.

En la puerta del plató de al lado, donde se encuentra el despacho del secretario del ministerio y el patio porticado que ya es un icono de la serie con su pozo central, que lleva a las puertas del tiempo aprovecha un breve descanso el discreto y eficiente Ernesto Jiménez (Juan Gea), la mano derecha de Martí. Cigarrillo en mano y con su traje y corbata negros, cuesta pensar que realmente fuera el padre del inquisidor Tomás Torquemada, y que además tenga otro hijo en el siglo XXI ¡que es youtuber! «Quién nos iba a decir que Torquemada fuera a tener un hermano youtuber, esa es la magia de esta serie», presume.

A la moda medieval

  • El día que Bubi Escobar, figurinista y responsable de vestuario de la serie, recibe el guion de un nuevo capítulo coge su coche y recorre todas las tiendas de Madrid en busca de vestidos de la época en la que van a ambientar las próximas escenas. «Lo tenemos que preparar todo en menos de diez horas con suerte. Hay que tener claras las pautas de cada época y marcarlas bien, porque la moda cambia aunque el salto haya sido solo de 1850 a 1881. En una se llevan las enaguas con mucho volumen, en la otra el polisón, que es el volumen por detrás», explica Escobar, que dice que la época más complicada es el siglo XVII. ¿Y los protagonistas? «A Alonso de Entrerríos lo adaptamos al siglo XXI con chupa de cuero porque iba a ser muy cañero, algo motero. Aunque se ha ido moderando porque nunca le hemos visto la moto (risas). Pacino no renuncia a lucir de los ochenta, no quiere vestir la ropa ajustada que se lleva ahora, y Amelia es muy clásica, nada moderna, siempre muy discreta, intentando taparse el cuello, porque viene de la época que viene».

Apaga el cigarro y regresa al despacho principal. Sobre su pared cuelgan, a modo de homenaje, los cuadros de los anteriores secretarios del ministerio. Entre ellos, los de Javier Olivares y su fallecido hermano Pablo, creadores de la ficción, y el de Marc Vigil, el director principal de la serie. Ellos han conseguido recrear una máquina del tiempo con un presupuesto limitado. «Llega un momento en que ya estás curado de espanto, pero claro que te desesperas cuando ves que otras cosas lo tienen más fácil o que producen otros programas, desde mi punto de vista subjetivo, que no deberían tener cabida en una televisión pública. Al final aquí estamos, y es de agradecer que se peleen por nosotros», confiesa Vigil a este periódico, hasta que de repente se hace el silencio.

Se enciende la luz roja en el plató y el sonido de la claqueta retumba. El grito de «¡motor!» saca de su letargo a Martí, Jiménez e Irene Larra (Cayetana Guillén Cuervo), que vuelven a la vida de la mano de sus actores. Están sentados frente a un ordenador portátil y les acompaña un artificiero del Cuerpo Nacional de Policía. Al otro lado de la pantalla, un agente que se encuentra en 1881 debe desactivar una bomba con la que intentan atentar contra el rey Alfonso XII. Nada nuevo, un día normal en El Ministerio del Tiempo.

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