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James Marsden y Evan Rachel Wood, en una escena de la serie ‘Westworld’.
¿Se puede decir algo nuevo de ‘Westworld’?

¿Se puede decir algo nuevo de ‘Westworld’?

La serie estrella de HBO cuestiona la naturaleza de la realidad desde una ficción especulativa y existencialista

miguel ángel oeste

Lunes, 19 de diciembre 2016, 00:37

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Sobre Westworld han corrido ríos de tinta. Y la tinta aún está fresca y sigue corriendo. Así que lo primero que me planteo al escribir sobre este tipo de series es si realmente se puede decir algo distinto. Si se pueden aportar matices o abrir una nueva vía de discusión diferente. Y eso a pesar de que apenas he leído en profundidad sobre esta ficción. Pero da lo mismo. Aunque no se quiera leer, inevitablemente, lees o te cuentan y, poco a poco, absorbes ideas de aquí y allá. A lo mejor una vez asimilado el fracaso se consigue la libertad. Idea que subyace en esta ficción. Por lo demás, como la propia serie reflexiona (y pretende reelaborar), los mecanismos de la creación la situación se vuelve todavía más porosa. Tal vez, como advertía en su twitter la profesora Concepción Cascajosa Virino, es más entretenido leer sobre Westworld que verla. O, quizá, como afirma el Hombre de Negro (Ed Harris) a propósito del funcionamiento del parque temático al que alude la serie creada por Jonathan Nolan y Lisa Joy a partir de la película homónima de Michael Crichton de 1973: «El mundo real es un caos, un accidente. Pero aquí cada detalle te lleva a otro».

Algo elemental no solo para Watson. Cualquier ficción tiene un orden, una estructura, se basa en unos códigos, mientras que la vida suele ser más caprichosa, más azarosa. Las variaciones de la vida pueden llegar a ser improvisadas, las de la ficción, aunque lo parezcan, obedecen a una intención. Dolores afirma: «No quiero ser una historia. Solo quiero vivir». Mientras que el hipotético lado fantasmal de este ficción dice: «Este mundo es más real que el mundo real. Pero no lo es porque no podéis contraatacar». De ese juego de fuerzas opuestas se vertebra Westworld, tanto en los símbolos como en la propia simbolización de los personajes: Dolores, la virgen, cándida, deseable; Maeve (Thandie Newton), la prostituta, negra, cínica, también deseable. A partir de estas significaciones se debate la Historia de Estados Unidos, sus conductas, sus sombras, tanto las más primitivas como las sofisticadas.

El Oeste como liberación

Pese a que se conoce la premisa de esta ficción, lo repito por si hay algún despistado: la serie plantea un parque temático llamado Westworld, donde se recrea el lejano Oeste, habitado por androides a los que llaman anfitriones, en el que los humanos (huéspedes) pagan grandes sumas de dinero para vivir experiencias con las que lleguen a conocerse y liberarse de sus ataduras. Todo forma parte de una gran historia. «Hay un orden en nuestra vida. Un propósito», afirma Dolores (Evan Rachel Wood). Los androides viven y mueren desde los guiones para los que están programados. El conflicto empieza cuando los anfitriones son actualizados con una nueva historia y empiezan a salirse del guion, ¿o quizá han sido programados de esa manera? El modelo autorreferencial funciona en la acción de los personajes y como juego de metaficción de la misma narración. Sin embargo, se desenvuelve a partir de la impostura y del engaño. Todo se sustenta en la especulación: la vida y la ficción. Desde esta idea las lecturas de la serie se trasladan a nuestro presente. Es decir, Westworld ambiciona colocarnos en muchos lugares distintos, formulando posibilidades sobre la capacidad de la ficción para transformar la vida y, en paralelo, preguntas sobre la vida, sus miedos y aspiraciones en relación a la esencia del ser humano y lo que somos. ¿Lo consigue?

Cada telespectador encontrará su respuesta. Lo que parece aceptable es que la serie aspira a trascender, lo que no quiere decir que lo logre. Camuflado en el género del western, la creación de Nolan y Joy escarba en la relación de la conciencia y el subconsciente de los americanos desde perspectivas políticas y sociológicas que tienen su reflejo hoy día. Pero lo hace desde la superficie, no hay una nueva indagación desde la raíz del género, ni acaso búsquedas diferentes, todo se reduce a la cita y a la identificación. Igual sucede con las citas literarias y las filosóficas. Ambas numerosas. Sin contar con las cinematográficas 2001, una odisea del espacio, Matrix, Blade Runner, Ex_Machina-, con las que se podrían llenar varias artículos.

Matar una mosca

«Si quieres puedo eliminar ese dolor», le dice Bernard (Jeffrey Wright) a Dolores, que responde: «El dolor es todo lo que me queda». Aquí subyace la idea de Carl Jung que asevera que no se puede adquirir la consciencia sin sufrimiento. «Cuanto más sufres más real eres». La idea de que los robots no pueden hacer daño a los humanos se cuestiona pronto, apenas cuando Dolores mata una mosca con la mano contra su cuello y sonríe. Ahí, en esa imagen, se anticipa la rebelión de las máquinas, que se extiende en el último episodio. La posthumanidad alguien que trasciende a los hombres y la libertad se encuentran en la médula de esta narración con ecos de Hume y Nietzshe. Otro texto (o referencia) que parece evidente han leído Nolan y Joy es el de la hija autómata de Descartes. Las personalidades de Maeve (Thandie Newton) y Bernard se vinculan a la pérdida de sus hijos. Descartes, al perder a su hija Francine de 5 años, construyó una autómata que supliera la pérdida. Aparte de los ecos evidentes a William Shakespeare, Lewis Carroll o Mary Shelley, el relato El otro Borges de Jorge Luis Borges, en el que un joven se encuentra con el viejo que será, tiene su correspondencia con El hombre de Negro.

Libertad, igualdad, fraternidad

El lema de la Revolución Francesa parece estar en el motor de esta ficción. De hecho, la metáfora de Westworld sobre la libertad resulta evidente. El cuestionamiento de la naturaleza de la realidad se queda en la piel. El juego con la memoria se agota pronto. Las formas de redundancia con las que avanza se apoyan en la palabra. «Todo este mundo es una historia. Necesito averiguar cómo acaba», dice El Hombre de Negro. En cambio, se le olvida que en el proceso radica la culminación. Que sin ese proceso y ese viaje no interesa el final. Y en ese proceso la identificación con otras ficciones de HBO resulta tan clara que todavía Westworld está buscando conquistar su propio territorio, reelaborar la leyenda que John Ford contaba en sus westerns y que esta serie aspira entroncar con el mundo moderno. Cuando se suelta de sus ataduras en momentos puntuales, como si se tratara de uno de los robots que improvisan lo consigue. Ya solo falta que lo haga por norma, no por atajos o de manera casual. Solo entonces Westworld conseguirá ser la ficción que trascienda el breve pero pesado legado de HBO.

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