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¿Pone y quita la tele presidentes?

¿Pone y quita la tele presidentes?

Campo Vidal, experto en debates televisivos, lo niega. Pero la historia demuestra que «o sales a hombros o con los pies por delante»

icíar ochoa de olano

Lunes, 3 de octubre 2016, 00:49

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Es más que probable que todavía no se hayan desmaquillado. Más aún, que ni siquiera esté del todo claro quién ha sido el vencedor y quién el derrotado en el esperadísimo primer cara a cara televisado entre la candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, y el aspirante republicano, Donald Trump. Como dice el psicólogo y consultor político Daniel Eskibel, ganar un debate es, la mayor parte de las veces, una construcción social que se produce después del mismo. Esto es, una vez que se soasan posibles polémicas, con los comentarios en las redes sociales más la interpretación de los medios de comunicación. Y el combate, celebrado en la Universidad de Hofstra, en Hempstead, Nueva York, ha concluido pasadas las cuatro y media de la mañana de hoy, hora española. Quizá demasiado reciente para identificar al púgil ganador y tan solo un incipiente brote verde para entrever al campeón de esta espacie de play off presidencial al mejor de tres choques en este caso, el segundo se disputará el 4 de octubre en Virginia y, el último, el 19 de ese mes en Las Vegas que prepara Estados Unidos para los aspirantes a gobernarles desde 1960, cuando un lozano Kennedy y un Nixon brillante a causa, eso sí, de un exceso de sudoración inauguraron la era catódica de los duelos políticos.

El «indecente» que aún colea

  • Para moderar un debate y salir airoso resulta crucial «definir muy bien las reglas del juego y publicitarlas», prescribe Campo Vidal. De lo contrario, se producen «malentendidos» y «surge quien te reprocha que no hayas intervenido más», dice en relación al polémico cara a cara de Rajoy y Sánchez, en el que el socialista acusó al líder del PP de «no ser decente» y éste le replicó tachándole de «ruin». «El tono que emplea un político en un debate es una decisión política. El moderador no es nadie para afeárselo o para ayudarle a salir del error, si lo fue», explica. Que tras aquello no moderara el último debate obedece, según algunas fuentes, al veto explícito del PP.

«En su caso fueron cuatro y no tres los debates en que participaron. Provocaron tal temor en los políticos hacia la televisión que tuvieron que pasar dieciséis años hasta que otros dos aspirantes a presidir los Estados Unidos se avinieran a ser retransmitidos. Por eso, el que protagonizaron en 1976 Gerald Ford y Jimmy Carter tiene su valor. Recuperaron los debates». El que refresca la memoria es Manuel Campo Vidal, presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, y uno de los mayores expertos en encuentros de esta naturaleza. No en vano, ha moderado cinco de los seis que se han celebrado en estas latitudes desde aquel González-Aznar, en 1993.

El periodista y profesor de Comunicación pasa de puntillas por la sonrisa de cine que Ronald Reagan, actor de Hollywood antes que gestor en Washington, explotó para batir a Carter en 1980. Incluso por el irresistible carisma de Obama, «bastante más flojo en los cara a cara que en los discursos». Prefiere detenerse en la «superprofesionalidad» de Bill Clinton, primero contra George Bush padre más atento a su reloj que al ring y el multimillonario Ross Perot, en 1992, y depués, en su reelección contra Bob Dole, en el 96. «No solo se preparaba lo que tenía que decir, sino también los planos de escucha. Es decir, el qué cara pongo mientras habla el otro. Eso fue un salto en la historia de estos debates», recalca Campo Vidal.

Virtudes y errores

¿La televisión pone y quita presidentes?

Claramente, no. Quien pone y quita presidentes es la ciudadanía. La televisión muestra y amplifica las virtudes y los errores. Acerca mucho a la verdad de su esencia y de su conocimiento del país. A menudo se sale a hombros o con los pies por delante.

Aún faltan dos encuentros más para saber si será Hillary Clinton la que acabe dando la vueltal al ruedo o Donald Trump. La cosa no sólo depende de la telegenia que demuestra cada uno. Los gurús en debates políticos a cara de perro, como Todd Graham, recomiendan a la candidata demócrata luchar contra sí misma para aparecer «cercana, cálida y humana», y no permanecer «impasible» ante los improperios de los que tanto tira su deslenguado oponente. En cuanto a la esperanza republicana, le recetan un poco de contención verbal junto a una dosis generosa de proyectos concretos de futuro para su país.

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