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Mayra Gómez Kemp, ayer, en Málaga poco después de realizar la entrevista.
Mayra Gómez Kemp: «Muy pocos han vivido un éxito como el de ‘Un, dos, tres’, aunque al final me perjudicó»

Mayra Gómez Kemp: «Muy pocos han vivido un éxito como el de ‘Un, dos, tres’, aunque al final me perjudicó»

La conductora del mítico concurso relata su vida en ‘¡Y hasta aquí puedo leer!’, en el que narra el brillo de la tele pero también su lucha contra el cáncer

Francisco Griñán

Viernes, 31 de octubre 2014, 01:17

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Si te descuidas, te mira con esos ojos luminosos y esa sonrisa cautivadora con la que sedujo a generaciones de televidentes. Y ya estás perdido. En lugar de la siguiente pregunta, dan ganas de pedirle que siga leyendo una de sus famosas tarjetas en la que te podía tocar el piso en Torrevieja, el último modelo de coche o darte calabazas tipo Ruperta. Precisamente con la frase ¡Y hasta aquí puedo leer! (Plaza & Janés), que acuñó la propia Mayra Gómez Kemp en Un, dos, tres... Responda otra vez, ha titulado la presentadora sus entretenidas memorias en las que lo cuenta todo. O casi.

¿Hasta dónde podemos leer el libro?

Todo, ja, ja, ja. Ahí está mi vida.

¿No se ha callado nada?

Algo sí. He querido dar una visión honesta de las cosas que me han pasado, aunque algunas han sido duras y no las había contado nunca. No solo he recordado lo que la gente vio, sino también lo que pasó detrás de los focos, porque así podrían entender más este trabajo nuestro.

Todos la recordamos como presentadora del Un, dos tres, pero antes fue actriz del propio programa

Me presenté muy jovencita, en el año 76, a las pruebas de azafata del programa. Pero Chicho Ibáñez Serrador vio que yo había hecho la ópera Rocky Horror Show y me dijo: «Ah!, tú eres actriz!». Yo nunca lo había sido, solo cantante, pero ¿quién era yo para contradecir al gran Ibáñez Serrador?

¿Y cómo se llega a presentadora del gran programa del momento?

Por el camino conduje otros espacios, como 625 líneas, Ding dong o Sabadabada. Y de pronto, la oferta de Chicho salió de la nada porque yo no me esperaba ni remotamente que me pudiera ofrecer el Un, dos, tres.

El programa batió récords con usted, los premios y sus frases

Aquel concurso fue el último gran programa que se vio en familia. Después irrumpieron las nuevas tecnologías, llegaron las privadas, el auge de Internet hizo que las audiencias se fragmentaran para siempre. Nunca más un programa de la televisión española ha tenido una audiencia de 24 millones de personas.

¿Y esos millones fueron demasiado una vez que usted dejó de presentar el concurso?

Mi aspiración siempre fue vivir de mi trabajo dignamente y lo mejor posible. Ese éxito fuera de lo normal se da una vez por generación y es imposible repetirlo. Y yo nunca aspiré a ello. Es más, influyó negativamente para el futuro de mi carrera, ya que las empresas no me contrataban porque pensaban que el público iba a pensar en el Un, dos, tres. En ese sentido al final me perjudicó, pero por otro lado quien puede decir que ha vivido un éxito como éste. Muy pocos.

En el libro cuenta que se enteró por la prensa que dejaba de presentar el concurso.

Fue así. Nunca me pareció mal que el dueño, el inventor y el factótum del programa hiciera lo que le diera la gana con él. A mí no me falla el director Ibáñez Serrador, sino el amigo. Lo menos que podía haber hecho es levantar el teléfono y decirme que había cambiado de opinión y que había pensado que lo hiciera otro. Aquello me hubiera dolido, pero le hubiera deseado todo el éxito del mundo. Pero eso no ocurrió.

¿Por qué cree que lo hizo?

Por cobarde. No tuvo la valentía de decírmelo a la cara. Me dijeron que Chicho pensó presentarlo él, pero después se echó atrás. Entonces eligió al más parecido a sí mismo que fue Jordi Estadella. Era como si lo presentase él físicamente.

Un capítulo divertido es en el que cuenta su visita a Marbella con el actor de la serie Kunta Kinte que le planteó que él no podía estar mas tiempo sin una mujer...

Yo aquello no se lo podía solucionar, así que lo que hice fue llamar a producción y les dije: Houston, tenemos un problema. A partir de ahí nunca más supe, pero al día siguiente vi a John Amos que vino a desayunar con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Y hasta aquí puedo leer!

Curiosamente, poco después y muy cerca, en Estepona, rodó la que es su única película en el cine español, Donde hay patrón.

Lo pasé de miedo porque todas la noches nos íbamos juntos a comer pescaíto frito y Manolo Escobar nos invitaba a paellas.

El cine no la tuvo muy en cuenta.

Sí, pero tampoco me interesó. Los rodajes de cine son un ejercicio de paciencia y yo soy una persona muy activa. Prefiero el directo.

Batallas ganadas

El libro también describe pasajes personales que llaman la atención, como que su marido, Alberto, se quedó en casa para apostar por su carrera. Fueron unos adelantados.

Los dos entendíamos que una pareja podía funcionar si estaba unida. Siempre dijimos que al que le fuera mejor, el otro lo dejaría todo para seguirlo. En este caso fue a mí y a él no se le cayeron los anillos. El adelantado fue él y yo una afortunada.

Como pareja, también afrontaron una etapa muy difícil que fue la de la depresión de su esposo.

Cuando fui a escribir el libro le dije que contaría lo que él me dejara. Pero me contestó que yo no tenía que pedirle permiso y que no quería ver ni una letra hasta que saliera el libro publicado. Y así fue. Cuando lo leyó me dijo: «Es una maravilla y me he hinchado de llorar». Me pareció el piropo más bonito y él no es de los que se prodigan.

Otra de sus grandes batallas ha sido la de vencer el cáncer de boca.

Es una enfermedad más común de lo que se cree, aunque en mi caso era doblemente cruel porque no solo amenazó mi vida, sino la forma en la que me la ganaba. Y lo cuento con la mayor honestidad para que si alguien ha pasado o está pasando por eso, vea que no es el único. Es importante saber que no se está solo.

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