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Isabelle Huppert, durante la presentación de una de sus películas.
Ella: Una actriz de extrañeza y entraña

Ella: Una actriz de extrañeza y entraña

Solo Isabelle Huppert puede asociarse con un retrato en femenino singular tan audaz y peligrosamente nihilista como el que asume en ‘Elle’, la película de Paul Verhoeven

Guillermo Balbona

Lunes, 20 de febrero 2017, 11:38

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Posee una extraña capacidad para dotar a cada interpretación de una atmósfera sutil y cautivadora. Por encima o por debajo de quien encarne, ella siempre puede decir del personaje: cest moi. Es prolífica y perfeccionista y logra que el espectador declare su permanente fijación por su presencia. Solo Isabelle Huppert puede asociarse con un retrato en femenino singular tan audaz y peligrosamente nihilista como el que asume con esa distante naturalidad y cómplice cercanía hasta perfilar la aristas de Elle, la película de Paul Verhoeven que la ha abierto el camino del triunfo más mediático sobre la alfombra roja. Sucedió con el Globo de Oro y puede volver a triunfar la noche de los Oscar al reconocer su insistencia en dejar, una vez más, sobre la pantalla esa estela de mujer herida, esa personalidad que va sembrando campos minados con fragmentos de vida al margen de la ficción.

La actriz francesa de 63 años ha confesado que no se prepara los papeles pero lo cierto es que si algo transmite en cada plano es un halo intensamente personal y trabajado, una delicada piel para absorber las criaturas que encarna como si formaran parte desde siempre de sus múltiples personalidades. En cuarenta y cinco años de trayectoria ha superado ya las cien películas y no se detiene en una mirada estereotipada ni en un trabajo metódico o seriado. Huppert, a la que algunos críticos, que parecen haberla descubierto ahora, se empeñan en llamarla con poca fortuna la Meryl Streep francesa, dice ser el lienzo de los personajes que interpreta.

Puente entre los cineastas de la nouvelle vague y los adalides de un estilizado cine europeo renovado como Michael Haneke, Huppert no se ha limitado a ser fiel al cine francés y a Europa, sino que ha coqueteado con directores norteamericanos y con el cine asiático. Licenciada en Filosofía y Letras por la Sorbona, Huppert que deja siempre un rastro de solvencia y profesionalidad, rueda entre dos y tres películas al año con regularidad.

Con coherencia y las ideas muy claras, en su trayectoria se filtran esos personajes extremos y oscuros, donde habita la colisión entre la crudeza y la delicadeza. A través de un manto de rigor y entrega, sus apariciones en las estancias de una historia, siempre atraen por esquinadas o retorcidas que se presenten. Como aquella frase que Fernando Pessoa intentó vender como lema publicitario a Coca Cola, ella (elle) siempre extraña y entraña. Al parecer el personaje que le puede proporcionar este próximo domingo la estatuilla fue rechazado por numerosas actrices de postín.

Polémico y arriesgado, el filme en manos de esta actriz se convierte en un profundo retrato ajeno a etiquetas, de poderoso imán y cargado de matices y de solapadas miradas. Huppert, reconocida también este año por una segunda cinta, El porvenir, de la directora Mia Hansen-Love, ya logró deslizarse con maestría por otro papel con el que comparte concomitancias de turbación, dolor y desgarro, el de La pianista, de Michael Haneke, que le supuso el premio de Cannes. Valiente, sutil e inquietante el fruto en pantalla de sus trabajos, como el de su nominación, reside en una mezcla de personalidad, empatía y lucidez, incluso cuando los personajes pueden transparentar rechazo o morbo. Nunca he creído que el cine debe idealizar a los personajes para hacerlos más románticos o más simpáticos de lo que son. Necesito sentir empatía. Pero uno puede sentir empatía por un personaje que no le gusta.

Una interpretación que deja huella

De la mano de Verhoeven, el cineasta de Delicias turcas, ha vuelto a firmar uno de esos papeles de fuerza, descaro y sutileza. Retrato femenino, y a su manera ¿feminista?, en su debate y pulsión subyace la polémica y un irónico e implacable retrato familiar y social. Los pliegues de esta radiografía perversa y turbadora del deseo y sus leyes no escritas, las zonas oscuras de esta madura empresaria del mundo de los videojuegos que vive una experiencia traumática y emprende una delicada huida hacia adelante, se deben a la intensidad de Huppert para lograr desnudar a cada uno de los personajes que tiene delante y a los que pululan a su alrededor.

La actriz despliega habitualmente todo un festival inmenso de matices, sugerencias y detalles, y cualquier tentación de regodearse sin límite en los personajes queda frenado por la serenidad pasmosa, ajena al exhibicionismo de nuestros días, de esta actriz que detiene la acción para lanzarnos una flecha envenenada de atención y seducción. Talento y disciplina, siempre abierta a cualquier desafío, desde La encajera de Goretta en los setenta hasta esta puerta abierta en Hollywood, es difícil no quedarse con al menos veinte películas en las que ha forjado su tour de force particular.

Lo primario y lo oculto, lo delirante y lo sutil conviven en sus interpretaciones que han sido aclamadas y premiadas en la mayor parte de festivales, de Venecia a Berlín. Probablemente, junto a Juliette Binoche, Fanny Ardant y Catherine Deneuve, la intérprete más singular de los últimos tiempos. Transgresión, falsa frialdad, valentía siempre, tras esta actriz de teatro y cine, que dejó huella en las últimas creaciones de Chabrol, que encarnó recientemente a tres mujeres en el filme En otro país del coreano Hong Sangsooasoma siempre un rostro desnudo, un interminable torrente de pasión desmayada con todos los tonos posibles, mientras la mirada del espectador se convierte en un cómplice abducido por su torbellino emocional.

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