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Cartel de 'The imitation game'.
La clave del enigma

La clave del enigma

El del noruego Morten Tyldum es un filme minuciosamente reconstruido, que trata un tema de extraordinario calado, al tiempo que nos habla de la inocencia torturada, aplastada por una sociedad injusta y cruel

ANTON MERIKAETXEBARRIA

Viernes, 13 de febrero 2015, 13:00

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No tiene desperdicio esta oscarizable biografía del matemático británico Alan Turing (1912-1954) que, durante la Segunda Guerra Mundial, fue reclutado por el Ejército británico para descifrar los códigos emitidos por la máquina Enigma utilizada por los alemanes. Con el deseo de obtener mejores aparatos descifradores, él y sus colaboradores inventaron la primera computadora electrónica, bautizada Colossus. Prestando sus servicios en Bletchley Park (instalación militar para el descifrado de códigos), sus revolucionarias investigaciones contribuyeron de forma decisiva a la victoria de los aliados. Científico que, por otra parte, ocultaba su homosexualidad.

Dicha orientación sexual era un delito en aquella época, con lo cual el drama sufrido por el enigmático Alan Turing tras ser detenido en 1952, acusado de "indecencia grave y perversión sexual", tuvo un trágico desenlace. 'The imitation game' le rinde la debida justicia gracias al pulso firme con que conduce la acción el director noruego Morten Tyldum y a la matizada interpretación de Benedict Cumberbatch, capaz de dar vida a un ser humano tímido e introvertido, atormentado hasta la neurosis, pero también muy consciente de su inmenso talento.

Los códigos secretos de la película actúan en la dirección militar y bélica, dejando la personal en segundo término. Aun así, estamos ante uno de los títulos más apasionantes de la nueva temporada cinematográfica. Un filme minuciosamente reconstruido, que trata un tema de extraordinario calado, al tiempo que nos habla de la inocencia torturada, aplastada por una sociedad injusta y cruel. En ella, la tragedia permanece ahogada, aflora apenas, posee una vida secreta y abisal, convertida ya en la clave del enigma. Alan Turing se suicidó la tarde del lunes 7 de junio de 1954. No había una sola nube en el cielo. Tenía 41 años. Murió con los ojos cerrados y el corazón abierto.

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