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Miguel Marín asiste al programa Flamenco Eñe que organiza la SGAE en el Museo Picasso. FRANCIS SILVA
Miguel Marín: «El flamenco no se vende solo, hace falta promoción»

Miguel Marín: «El flamenco no se vende solo, hace falta promoción»

El director y fundador del Festival de Londres y Nueva York defiende que el arte jondo no es una propuesta de entretenimiento: «Para eso ya está Netflix»

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Sábado, 19 de mayo 2018, 02:32

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De su mano el flamenco ha entrado en el Carnegie Hall de Nueva York y en el Sadler's Wells de Londres. Y no como un evento anecdótico, sino como una cita que cada año regresa a esos templos del arte desde hace casi dos décadas. Miguel Marín dirige el Flamenco Festival de Nueva York y Londres, los programas de mayor impacto internacional de esta disciplina y la llave que abre los principales teatros del resto del mundo. Pero que nadie se confunda: por más interés que suscite en el extranjero, «el flamenco no se vende solo». Por eso agradece apuestas como la que estos días hace la Fundación SGAE y el Museo Picasso Málaga con Flamenco Eñe, una muestra que acerca lo que se cuece en el cante y el toque jondo a los responsables de festivales y teatros de todo el mundo.

¿Qué quiere ver el público de Nueva York y Londres?

–Hablamos de ciudades muy complejas y con una oferta cultural enorme. Mi trabajo es conseguir el teatro que tiene el aforo que corresponde a una propuesta artística concreta. El Carnegie Hall no es el espacio adecuado para todos los espectáculos, para algunos artistas su espacio es una sala alternativa. Así que no puedo decir que el público vaya buscando algo en concreto…

Pero el flamenco allí tiene su público.

–El flamenco tiene su público, pero hay que comunicar y eso es lo más complicado en estas ciudades. Porque público hay pero, ¿cómo llegas a él?, ¿cómo se puede enterar la gente de que en una sala de 200 localidades hay un artista de Málaga?

Es decir, que el éxito no está garantizado con el flamenco.

–El éxito está en llenar la sala y para eso hay que conseguir que el público se entere. Hay un mito y es que se pone el cartel de flamenco y la sala se llena. Pero, ¿dónde pones ese cartel para que destaque en ese maremágnum de oferta cultural?

«No se entiende que la Junta no esté en el evento más importante para la promoción del flamenco en el mundo»

Siempre se ha dicho que el flamenco se valora más en el extranjero que aquí.

–Hay un indicador que sí nos puede llevar a pensar esto. Nuestro objetivo es que el flamenco esté en los teatros más importantes del mundo. No se trata de ir a Nueva York sino de ir al Carnegie Hall o al City Center. Y nosotros estamos ahí, y en la Ópera de Sidney, en el Teatro Nacional de Taipéi... Los teatros más importantes de cada ciudad acogen el flamenco si la propuesta es de nivel. Y eso sucede ahora en España, pero hasta hace poco no era normal que el Teatro Real se abriera al flamenco, por ejemplo. Hay algo que tiene el flamenco que cuando lo vives fuera de España te das cuenta y es la autenticidad. No es un arte de entretenimiento como hay tantísimas otras propuestas.

¿Y eso es lo que lo hace universal?

–Sí. El punto fuerte no es la escenografía, la parafernalia. Lo que le diferencia es ese toque de autenticidad y de verdad. Y eso, el tener una experiencia auténtica, es algo que el público valora mucho. Para entretenerte ya tienes Netflix o cualquier serie.

Muchos artistas reconocen que si no fuera por el extranjero no hubieran podido mantenerse.

–Por supuesto. Hoy la mayor parte de los artistas viven de la cantidad de espectáculos que tienen fuera. Sin embargo, hay una asignatura pendiente: la promoción en el extranjero. Si un artista hoy tiene diez funciones fuera, podría tener 50. Es un mercado muy grande al que no se llega porque es muy difícil ser conocido. Lo consiguió Paco de Lucía, pero no es fácil porque hay que tener presencia y continuidad. Y es algo que a veces se obvia en España. Yo me he encontrado con comentarios por parte de las instituciones del tipo 'el flamenco se vende solo'. Y no. El flamenco no se vende solo. Hay interés, pero hace falta una promoción.

¿Y es trabajo de las instituciones?

–Sí. La cultura, por desgracia, no se mantiene sola. Igual que en España la taquilla no da para determinados espectáculos, fuera de España tampoco. Hay una necesidad de apoyo para poder salir fuera. Pero un euro de apoyo en el flamenco revierte diez veces más que un euro en cualquier otra arte. Y te encuentras muchas veces con que las instituciones prefieren apoyar otras disciplinas.

«Un euro de apoyo en el flamenco revierte diez veces más que en cualquier otra arte»

¿El Festival de Nueva York y Londres tiene alguna ayuda?

–Desde Andalucía no. Y no encuentro palabras para eso. Lo importante de estos teatros es el impacto que tienen en el resto del mundo. Si pude hacer el Sadler's Wells de Londres es porque venía con la carta de que había triunfado en el City Center. Y pude hacer Sidney, Singapur y Pekín porque venía de Nueva York y de Londres. Que la Junta de Andalucía no esté en el evento más importante para la promoción del flamenco en el mundo es algo que no entiende nadie.

¿Lo ha intentado?

–Sí. La Junta tiene un instituto para cuidar el flamenco, pero está enfocado a apoyar el flamenco dentro de Andalucía, a nivel internacional hay una desidia total. Sí tenemos el apoyo de la SGAE con el programa Flamenco Eñe que se celebra en Málaga. Cuatro de los artistas que estuvieron aquí el año pasado han ido a Nueva York, Miami y Chicago. Y también está la ayuda del INAEM.

¿El público anglosajón recibe bien el flamenco de vanguardia?

–Ha habido una evolución clarísima. Yo empecé hace 22 años a programar en Nueva York y desde entonces hemos hecho 1.250 representaciones en cien teatros de todo el mundo. Al principio, los programadores querían flamenco tradicional. Tenían una visión de mucha gente, mucho abanico y mucha bata de cola. El trabajo que hemos estado haciendo durante estos 20 años de presentar propuestas completamente distintas a lo que el público esperaba ha abierto las puertas a un flamenco contemporáneo con otro tipo de código. Rocío Molina, por ejemplo, vino la primera vez a Nueva York como cuerpo de baile y años después presentaba su propio espectáculo.

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