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Viernes, 8 de diciembre 2017
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“El espectáculo comenzará en un minuto”. El público se fundió en un aplauso espontáneo, inesperado y nada habitual. Tras las cortinas no sólo aguardaba un concierto de los que valen para poner el cierre a un viernes festivo; fue un acontecimiento especial, cargado de sentimientos y símbolos perceptibles desde el día en el que se anunció (en el que se agotaron todas las entradas). Pastora Soler volvió al Teatro Cervantes para pasearse sin complejos sobre las tablas que hace dos años la vieron abandonar en mitad de la actuación, a consecuencia de un ataque de pánico escénico. La cantante presentó las canciones de ‘La calma’, un proyecto que nació en respuesta a la tempestad que la apartó de la música, con el que ha decidido volver a subirse a los escenarios dejando el miedo atrás.
El Cervantes quiso ser cómplice de este borrón y cuenta nueva: no hubo ningún do de pecho sin aplaudir, ni un silencio libre de gritos de apoyo -“¡guapa, te queremos!”- y los asistentes despidieron la mayoría de las canciones en pie. El hecho de que anoche se materializase el regreso al escenario donde comenzó el parón marcó cada minuto del concierto, como era de esperar. Mucho se ha hablado sobre los motivos que causaron la crisis de la intérprete, pero lo importante era cantar, como si nada hubiera pasado. “Aquí estoy”, rezó el tema elegido para abrir la actuación. Tras un par de canciones, precedidas de los ya mencionados vítores del respetable, la cantante se tomó un minuto para conversar con los suyos. “Sabéis que esta noche es muy especial para mí; el pasado pasado está, tenemos un presente maravilloso que vivir”, dijo Pastora, visiblemente emocionada al ver a “tanta gente” mostrándole un apoyo que no ha dejado de sentir “ni un momento”.
La noche siguió con la música como protagonista. La artista mezcló las canciones de su nuevo proyecto con los clásicos que la llevaron al centro de la escena nacional. ‘Te esperaré’, ‘Corazón congelado’, ‘Bendita locura’, ‘Guerra fría’ y ‘Flor de Romero’ se fusionaron en una sola canción, celebrada por el público, embelesado con los clásicos. En lo musical, el conjunto ofreció un planteamiento tradicional -piano, bajo, batería y dos guitarras-, y los instrumentistas arroparon a la cantante en todo momento.
Pastora hizo gala de su característica energía, demostrando que el descanso no ha debilitado su garganta. La potencia de su voz sigue intacta y su porte sobre el escenario continúa sorprendiendo. “Son muchas emociones”, confesó, en el preludio de una “canción muy mágica”. La cantante se sentó en un taburete de cristal, a la vera de su pianista, para confesar su amor en ‘Contigo’, uno de los temas más emocionantes de ‘La calma’.
Y llegó la copla. Y el tiempo se paró. Bastó el clásico ‘Y sin embargo te quiero’, para que la artista dejara claro que está en forma y que su regreso no tiene ni un pero. Por si fuera poco, la noche se cerró con un tablao flamenco en el que la sevillana volvió a sus raíces más castizas. Los que estuvieron allí vivieron una noche que representó mucho más que un simple concierto en la noche de la ciudad. Ayer vencieron el valor y las ganas de hacer feliz a más de mil personas, que salieron del Cervantes sonrientes, conscientes, tal vez, de haber vivido un momento de los que importan de verdad.
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