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La Orquesta Filarmónica llenó el Teatro Cervantes en su último Concierto de Navidad.
La OFM, ante su año decisivo

La OFM, ante su año decisivo

La Orquesta Filarmónica de Málaga celebra su 25 aniversario en un buen momento artístico con el reto de conquistar a más público, atraer a patrocinadores y recomponer su relación con el Cervantes

Regina Sotorrío

Lunes, 4 de enero 2016, 00:24

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Puede sonar extraño pero Moscú, a más de 4.600 kilómetros de Málaga, tiene mucho que ver en esta historia. El origen, de hecho, está allí. Finales de 1990. A diez grados bajo cero en una ciudad agitada por los cambios políticos, en medio de una manifestación por la dimisión de un hombre fuerte de Gorbachov, una delegación de Málaga buscaba músicos. Los encontró. En la puerta de la escuela donde se convocaban las audiciones se formó una larga cola de aspirantes que ni conocían el español y puede que ni ubicaran a Málaga en el mapa. «Solo nos sonaba porque era el vino que le gustaba a la emperatriz Catalina II», reconoce el percusionista Yuri Chuguyev. Pero sabían lo fundamental: era un destino de Europa occidental al que llamaban la «capital de la Costa del Sol» eso en pleno invierno ruso era de valorar y prometían un nada despreciable sueldo de alrededor de 200.000 pesetas mensuales. Algo impensable en aquel lugar en aquel momento. Yen lo musical no tenían rival:«El peor de nosotros es mejor músico que el que tengan allí», les decían a los representantes de Málaga los estudiantes del conservatorio. No se equivocaban. Casi medio centenar de músicos hicieron las maletas desde Moscú y Bratislava donde también hubo audiciones rumbo a Andalucía para dar forma a la entonces Orquesta Ciudad de Málaga, hoy Orquesta Filarmónica (OFM). El 14 de febrero de 1991 sonó por primera vez.

Veinticinco años después, la orquesta que comenzó siendo una Torre de Babel musical donde el único idioma que entendían era el de la batuta del maestro Octav Calleya, puede presumir de ser una formación compacta y consolidada. Aunque con retos pendientes. Porque en una fecha redonda como esta toca hacer balance: resaltar lo bueno (la OFM es ya una referencia indiscutible de la cultura, tiene una calidad artística reconocida y ha sobrevivido a la crisis) y detectar lo malo (sigue sin tener un escenario propio, necesita ampliar su público e implicar a los mecenas).

La OFM afronta un año decisivo en su historia con el 25 aniversario como reclamo para atraer a más espectadores y a patrocinadores que den un respiro a sus menguadas cuentas: 4.767.000 euros (entre Ayuntamiento y Junta), frente a los seis millones de hace seis años. Para los primeros, la OFM ha programado una agenda especial que incluye un concierto de temporada en la fecha de su cumpleaños con el maestro Hernández Silva, un recital en mayo en la Catedral dirigido por Calleya y dos actuaciones en verano organizadas por la recién nacida Agrupación Ciudadana Homenaje a la OFM XXV Aniversario.

Con los segundos ya se han cerrado acuerdos de colaboración con empresas y entidades que aportan dinero o lo ahorran. «Pero reducir la dependencia de lo público es imposible si se quiere estabilidad en capítulo de personal», advierte el gerente de la Filarmónica, Juan Carlos Ramírez. De momento, NH Málaga Palacio se suma como patrocinador de todas las actividades ofreciendo alojamiento a grupos y directores;Unicaja colabora en un concierto de la Joven Orquesta Barroca de Andalucía; El Pimpi se hace cargo de la manutención de artistas invitados;el Club El Candado acoge conciertos del Ciclo de Cámara que tiene su sede oficial en el Museo Picasso y la compañía de seguros Albia patrocinó el último Concierto de Navidad. Una lista de mecenas inexistente años atrás.

Sin las esperanzas ya de un Auditorio de la Música, no al menos con la «obra faraónica» que se planeó en los tiempos de bonanzas, la Filarmónica tiene por delante doce meses claves para resolver sus diferencias con la que en teoría es su casa, el Teatro Cervantes. El nombramiento de un nuevo gerente del escenario municipal, Juan Antonio Vigar, abre la puerta al diálogo, encallado con la anterior dirección.

En el Cervantes, la OFM dice sentirse de prestado, sin posibilidad de disponer de la taquilla que generan (unos 200.000 euros por temporada) ni de elegir las fechas de los recitales: dependen de los huecos que deja la cargada y diversa agenda del teatro. «Y mientras esto sea así, conmigo o con 25 directores titulares no crecerá jamás», sentencia el maestro Manuel Hernández Silva, siempre claro y tajante en este asunto. Porque la batuta de la OFM asegura: «Somos el mejor cliente que tiene el teatro y al que peor trata». El Cervantes se les queda ya pequeño para el calendario musical que quieren desarrollar, y en esa búsqueda de nuevos espacios la OFM ha encontrado un aliado en el Auditorio Edgar Neville de la Diputación, donde desarrollan por cuarto año el ciclo La Filarmónica frente al Mar. «Tienen gestos tangibles que no son palabras, y eso sí es ayudar a la orquesta», afirma el director titular. Además, La Térmica se ha volcado con la Joven Orquesta Barroca, cubriendo la manutención y el alojamiento de sus músicos. «Sin ellos, el proyecto hubiera desaparecido», admite el gerente de la Filarmónica.

Pero antes de seguir mirando al futuro, hay que echar un vistazo al pasado. El empeño del entonces alcalde Pedro Aparicio está detrás de la OFM, su «proyecto cultural más querido», como él mismo reconoció. Todo empezó con un declaración del entonces presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, en el que anunciaba su intención de crear una Orquesta de Andalucía residente en Sevilla. «Montamos en nuestra pequeña cólera y reivindicamos, liderados por Pedro, que nosotros teníamos más tradición musical y también merecíamos una orquesta», recuerda Curro Flores, entonces concejal de Cultura. Tras muchas idas y venidas a despachos de Sevilla, se convenció al Gobierno andaluz de hacer dos orquestas paralelas, casi gemelas, en Málaga y Sevilla participadas al 50% por la Junta y el otro 50% por sus respectivos Ayuntamientos.

La maquinaria se puso en marcha: había que crear una orquesta profesional en un tiempo récord. El proyecto musical se encargó a un director bregado ya en el ambiente cultural de Málaga: el rumano Octav Calleya, director de la Orquesta Sinfónica Provincial. Con la ironía que le caracteriza, Calleya compara el nacimiento de la OFM con «un parto difícil». El 1 de enero de 1991 se convocaron los primeros ensayos con los músicos, pero estos iban llegando a cuenta gotas desde distintas partes del mundo. El gran concierto de presentación era el 14 de febrero en el Cervantes, «y el domingo aparecieron los últimos». En realidad, más de los esperados. Se había anunciado que la Orquesta Ciudad de Málaga tendría cien músicos, pero solo se había contratado algo más de 80, así que de buenas a primeras aparecieron una veintena de intérpretes ingleses llegados a Málaga únicamente para la actuación inaugural. Pese a todo, «salió bien, es una de las heroicidades internas de un director», reflexiona Calleya.

Cinco batutas titulares le han sucedido. Al desaparecido Odón Alonso, reputado músico y director de orquesta, le tocó consolidar a la incipiente orquesta. Alexander Rahbari luchó después por la internacionalización de la OFM cambiando su nombre de Orquesta Ciudad de Málaga a Filarmónica de Málaga. «Cuando empezamos a hacer conciertos en el extranjero lo primero que nos preguntaban era qué tipo de formación éramos; por eso le pusimos Filarmónica», explica Ramírez. Rahbari, sin embargo, no supo conectar con la crítica y el público;algo que sí logró Aldo Ceccato: con él, la OFM alcanzó un récord de abonados al Cervantes con 1.013 personas en 2007-2008. Ahora son 840 socios. Edmon Colomer tomaría después el testigo destacando su labor didáctica y su empeño por afrontar repertorio contemporáneo, lo que no convenció al sector más conservador del público. Hoy el venezolano Manuel Hernández Silva lleva las riendas de una OFM en «equilibrio presupuestario y con gran crecimiento artístico», resaltan desde la gerencia.

Una orquesta que no se limita solo a los conciertos sinfónicos de temporada. Tras un tiempo en stand by por los recortes, la OFM recupera las grabaciones ya tiene 51, la última de Mahler se regalará en su concierto de aniversario, desarrolla el Ciclo de Música de Cámara, impulsa la Joven Orquesta Barroca (JOBA) y apuesta por los músicos del futuro con el Concurso de Jóvenes Talentos, entre otras propuestas. Por el camino se quedaron el Festival de Música Antigua y Ciclo de Música Contemporánea, que la gerencia quiere recuperar si la economía «repunta». «Y también se ha perdido poder adquisitivo en los músicos. Comenzamos siendo de las orquestas mejor pagadas de España y hoy estamos a la cola», puntualiza el percusionista Chuguyev.

En 1991 él creía que venía a Málaga para «un año o dos como máximo, los rusos somos bastante nostálgicos». 25 años después no tiene ninguna intención de irse. «El estilo de vida es diferente. Málaga es el mejor sitio de Europa para vivir», sentencia. Y un buen lugar para tocar. Una razón más para brindar este 2016 por 25 años de música.

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